miércoles, 9 de mayo de 2007

Sonia 04: Pum para arriba

Viernes 16 de febrero.

Las amistades, lo seres queridos, me rodean de algodones. La noticia corrió más rápido que gallina en Uganda. Nadie me habla directo del tema, salvo que yo lo saque, pero me doy cuenta de que está ahí. Sonia 04 está ahí, de alguna forma, invisible, detestada por todos. Y ninguno sabe todo. Digo, todos se irán enterando de la totalidad a medida que lean el blog, en el futuro para ellos, en el pasado para ustedes que están leyendo. Los que más saben, saben un 10%. Y la odian. Y me dicen todo lo que no decían durante el noviazgo.

En el trabajo, creo que lo saben hasta mis jefes. Nadie me pide nada, y si hago algo es por voluntad propia, porque estoy aburrido. Me preguntan qué haré la semana que viene, que tengo vacaciones. Digo una sola palabra: descansar. Digo otra palabra: mudarme. Me dicen, medio en broma medio en serio, que esperan la fiesta de inauguración en el piso 22, viendo todo Buenos Aires en la noche.

Al mediodía, escribo en el blog. Posteo esto. Siento que ya estoy como para ponerme a escribir. Mejor dicho: siento que tengo que escribir o me vuelvo loco. La escritura, lo sé, calma la angustia de una forma muy distinta al Rivotryl que sigo consumiendo.

Por la noche, fiesta. El Libanés inaugura su depto, el mismo en el que no pude colaborar con la mudanza porque seguía a Sonia 04 en busca de sommiers y otras quimeras que se disfrazaran de su búsqueda enigmática, que jamás alcanzará a satisfacerla. Llego temprano porque traigo la licuadora y el cuadro que le regalé a Sonia 04: no quiero que los tenga, no quiero que le quede nada mío, y el Libanés se ofreció a almacenarlos hasta tanto me mude. Llego temprano, y ya está la Cuyana. Me pregunta cómo estoy. En estos días, me preguntan mucho, cómo estoy. Y no es el saludo típico, digo, quieren saber cómo estoy en serio porque no saben si la respuesta será bien. Rato después llega la Trotamundos, que me abraza. El Tarta apela a cierta complicidad -me parece que a mi novia le voy a dar una patada en el culo, así que ambos estaremos solteros-. El Ganador llega más tarde, no comenta nada, creo que es el único del círculo íntimo que no sabe nada. Remolacchio, encara directamente a lo que nos apasiona a todos: literatura. Hablamos de los libros que estoy preparando para la editorial grande, conversamos de Houellebecq, de otros autores, en una de esas conversaciones, comprendo, comparo, que a Sonia 04 la hubiesen llevado a decir:
-Ay, yo de eso no entiendo nada.
La reunión transcurre, pedimos pizza, tomamos cerveza -yo no, el Rivotryl está contraindicado para mezclar-, llegan el Escritor Delirante y su novia, quien para mí es una de las mayores promesas de las escritoras de sexo femenino de la Argentina -y es inédita, qué pecado-, la Chicche. La reunión transcurre, y me doy cuenta de que estoy entre pares, que disfruto, que me gusta hablar de estas cosas, que me gusta provocar con frases altisonantes que sean entendidas sólo por algunos, que me gusta reírme de ironías que otros no captarían, que me gusta que el Libanés le mire el culo a Gajo cuando cree que nadie se da cuenta -y todos se dan cuenta-, que me gusta que la Cuyana y la Trotamundos hablen de ropas como si fuesen Ante Garmaz, que me gusta estar en un grupo de pertenencia, entre gente a la que valoro y me valora. En el transcurso de la reunión, cada cosa es comparada por mí, involuntariamente, con Sonia 04. Con ella esto no lo hacía, a ella esto no le gustaba, ella esto no lo entendía, ella esto lo despreciaba. En el transcurso de la reunión, capto que ella era muy distinta a mí, que pertenecíamos casi a planetas diferentes, a constelaciones opuestas -y no complementarias, lo cual, sí, sería muy recomendable-. Acá, lo sé, estoy con buena gente. Ella, comprendo, era otra cosa.

En un momento, el Libanés propone que el grupo se traslade a un pub, donde un amigo suyo da una fiesta. Todos dicen sí, claro. Yo me despido, no sin antes recordarle al Libanés que mañana lo espero a las 10 porque no quiero estar en casa solo cuando venga Sonia 04 -vaya uno a saber con quién viene, si la vez pasada la acompañó Gladiola-. Me insisten en que vaya con ellos, pero les digo que el Rivotryl me palma. Exagero. En verdad, lo que sucede es que soy de los prefieren recuperar sus cosas de a poco, con la intención de nunca olvidar que se perdieron.