jueves, 12 de abril de 2007

Sonia 04: Navidad

Lunes 25 de diciembre de 2006.

Nos despertamos tarde. No lo hacemos, le arde. Lo que sí hacemos es ponernos a buscar cabañas para irnos de vacaciones. A Sonia 04 le dijeron que un lugar muy lindo es Nono, en Córdoba. Se lo dijeron sus amiguitas que tienen entre cincuenta y sesenta años, lo cual me hace temer la acepción de "muy lindo". Pero bueno, con el correr de los meses he ido aprendiendo cuándo Sonia 04 se encapricha, y cuán fútil es intentar que dé marcha atrás. Entramos a cabanias.com, miramos la foto.
-Tiene que ser rústica, ¿no?
-Claro, Pipu.
Le acaricio la mejilla. Casi no me doy cuenta, pero lo hago igual que cuando le acaricio el cogote a mi perra.
-Y tiene que estar en un complejo con pileta.
Encontramos dos. Llamamos. Nos dicen los precios. Mis ahorros morirán en Córdoba, pienso, aunque de ninguna forma ello indica que el precio sea caro, sino que mis ahorros son exiguos. Pedimos los datos para hacer la transferencia, preguntamos para cuándo hay lugar: mediados de febrero. No está mal. Calculo: vamos, vemos si nos llevamos bien y cuando regresamos, casi marzo, nos ponemos a buscar departamento. O, claro, si nos llevamos mal voy a renovar el contrato del mío.

Vamos al country nordelta. En la Panamericana, Sonia 04 putea al resto de los automovilistas que no entienden que ella -nosotros, en realidad- llega con retraso al almuerzo navideño con su familia.
-¿Viste que hace lindo día? -señalo a través del parabrisas-. Vamos a poder ir a la pileta.
A ella se le endulzan los rasgos. Sí, quizás di con una forma de manejar las situaciones.

Cuando llegamos, ya empezaron a comer. No llegamos tan tarde, deben ser la una y media. El cuñado de Sonia 04 hace un comentario acerca de la impuntualidad, el cual me jode particularmente: soy muy puntual.
-Bueno, también a quién se le ocurre hacer un almuerzo de navidad a esta hora -digo como si hablara conmigo mismo, aunque me escuchan todos-, si la gente se queda hasta las doce de la noche esperando los regalos, después brinda, se mama... Ah, casi me olvido -y ahí sí me dirijo a él-. Ustedes no festejan la nochebuena porque en Estados Unidos no se festeja, ¿no?
El tipo me mira. Sonia 04, contenta de que me haya enfrentado a su enemigo natural del ámbito, me toma del brazo con cariño. Nos sentamos a comer.

El almuerzo es tranquilo.

Luego, los regalos. Sonia 04 le da a los sobrinos, padre, madre, abu e incluso sorprende a la hermana. Casi diría que disfruta el momento en que pasa de largo ante el cuñado. A mí, más allá de que es insoportable, que cada tanto se levanta para hablar por celular en voz baja como sólo se hace con amantes, que tiene bigote marcial y pensamiento fascista, me parece mal. Pero bueno, pienso, es su familia.
A mí los padres de Sonia 04 me regalan un perfume. Lo abro. Lo huelo. Es horrible.
-Le dije a mi mamá que te comprara ese, es el mismo que usa mi papá -dice Sonia 04.
-Mmmmmm, riquísimo -digo.

Luego de comer, pileta. Hoy sí. Me meto, juego con Sonia 04, la hundo en el agua. Nado bastante bien, cuando adolescente coqueteé con la idea de estar en el equipo del club Ciudad de Buenos Aires, pero cualquier cosa que implicase entrenamiento constante me espantaba. Juego, también, con los sobrinos de Sonia 04, que están asombrados de mi tatuaje en los omóplatos -y todos los demás también están asombrados, compruebo de reojo- y ante el hecho de que no tengo ningún prurito en arrojarlos por el aire para que aterricen en el agua.
La pasamos bien.

De regreso, acaricio el cuello de Sonia 04.
-Tuviste pileta -digo.
Ella asiente.
-Lo ubiqué a tu cuñado -digo.
Ella asiente.
-Encontramos cabaña en Nono -digo.
Ella asiente.
La beso mientras maneja.
-Estás contenta, ¿no?
-Sí, Pipu. Te amo.
-Feliz navidad, mi amor -digo.