jueves, 12 de abril de 2007

Sonia 04: Nochebuena

Domingo 24 de diciembre de 2006.

Nos despertamos tarde. Yo antes, como de costumbre. Compra de diario, de facturas. El consabido Pipu desde el dormitorio. No hay sexo: le duele, después de lo de ayer -a la noche reincidimos-.

Dedicamos la tarde a comprar regalos. En verdad, quien más compra es ella. Sobrinos, padre, madre, abu... Duda si comprarle a la hermana -es una amarga, nunca regala nada, dice-, y hablamos sobre si corresponde comprarle al cuñado o no. Ella dice que no, que es un hijo de puta. Yo le digo que, por más hijo de puta que sea -que lo es, seguramente-, es una situación muy incómoda para el resto que sí reciben regalos. Finalmente, no le compra. Luego, hay que comprar también para los hijos de sus amigas. Otra vez ir a "Apio Verde", el que queda en José María Moreno casi Rivadavia.

Por la tarde, llamo a mi vieja para preguntarle qué gusto de helado prefieren. Me dice, anoto mentalmente. Conseguir helado, en un día como hoy, es una odisea. Yo voy a comprarlo, Sonia 04 se va a su casa a llamar a todas sus amigas para saludarlas. Llego una hora más tarde, y ella aún está hablando por teléfono. Y seguirá un buen rato. A mí no me gusta, hablar por teléfono. Intento mandar saludos por msm, en vano: siempre da error.

Vamos a cenar a lo de mamá. Mi hermano está en Mar del Plata, mi hermana en Santa Clara. Cuando entramos, mi perra se abalanza sobre mí. Nos arrojamos al suelo, mientras Sonia 04 mira.
-Le gustan mucho los perros -le dice a mi madre.
-A todos en esta casa nos gustan mucho los perros -delimita mamá el territorio de lo que se puede decir y lo que no.

Durante la cena, mi perra se queda sentada junto a mi regazo. Apoya la cabeza sobre mi pierna izquierda -la misma sobre la que se quedó dormida años atrás, y la presión a lo largo de la noche me generó la primera trombosis-, pongo un repasador sobre el pantalón para que no se manche con la baba. Cada tanto, le doy de comer. Sonia 04 mira.
-Yo no puedo creer cómo le gustan los perros -dice Sonia 04.
-A todos en esta casa nos gustan los perros -vuelve a delimitar mamá.

Durante la cena, no sé cómo, surge el tema de mi estadía en Italia. Mamá le cuenta a Sonia 04 que me fue a visitar y recorrimos el norte de la península. Mi abuela añora el viaje que hizo, años atrás, con mi abuelo, cuando cobraron el juicio de la jubilación. Sonia 04 dice:
-Yo también fui a Europa.
Y luego dice:
-Estuve dos meses.
Y luego dice:
-Bah, estuvimos.
Y luego dice:
-Porque viajé con mi pareja.
Y luego dice:
-Porque yo estuve seis años en pareja.
Y luego dice:
-Dos de los cuales convivimos.
Mamá mira a mi abuela. Mi abuela mira a mamá.
Yo, mientras agradezco que al menos no contó que le metió los cuernos a Rafael con un compañero de trabajo, le doy de comer a mi perra, que mueve la cola.

Doce de la noche. Feliz navidad.
Voy a buscar los regalos al consultorio de mi vieja, donde los dejé al llegar. Cuando regreso, Sonia 04 tiene en sus manos lo que le regaló mi abuela -jabones, las abuelas siempre regalan esas cosas- y un paquete que le dio mamá.
-Es para los dos -aclara mi vieja.
Sonia 04 lo abre. Es una cafetera Volturno. Tamaño para dos cafés.
-Para cuando se vayan a vivir juntos -dice mamá.
Estoy por aclararle que el proyecto quedó postergado hasta el regreso de las vacaciones, pero miro por la ventana, el cielo límpido y, finalmente, digo:
-¿Vieron? Este año hay pocos petardos.

Vamos a lo de Sonia 04. En el coche, dice:
-Tu mamá es terrible.
-Tiene su carácter -digo.
-Me dio el regalo y cuando lo agarré dijo que esperase a que estuvieras vos para abrirlo. Obvio, que te iba a esperar a vos.
Bueno, a ella no le pareció tan obvio, pienso. En vez de eso, digo:
-Tiene su carácter.

Llegamos. La beso. La desvisto.
-¿Te sigue doliendo? -pregunto.
-Me arde un poquito, pero podemos probar.
Buena noche.