Martes 26 de diciembre de 2006.
Sonia 04 despierta de buen humor. De hecho, como estoy en el baño, por primera vez va a la cocina y prepara el café. Durante el desayuno, acordamos que yo me haré cargo de tramitar el depósito para reservar la cabaña en Nono. Nos despedimos con un beso, con varios. Suena el timbre.
-Uy, el neurótico de mierda, siempre llega tan puntual -dice Sonia 04.
Bajamos. Marco el primer piso, para bajar antes y que el paciente no me vea.
-No, dejá -dice Sonia 04-. Está todo bien.
Antes de salir del ascensor, me toca el culo.
Hacer una transferencia bancaria debería ser más simple de lo que es. Tengo que parar en un cajero automático, tramitar la habilitación de un código de ocho cifras -¿y cómo hace uno para memorizar un número de ocho cifras, en especial si no es capaz de acordarse de su propio número de celular?-. Para eso, me tengo que bajar en Plaza de Mayo, e ir caminando después hasta la Secretaría, junto a la Facultad de Ingeniería. Sin embargo, me sale relativamente fácil: estoy contento.
El sistema de utilización de internet es, en la Secretaría, una bosta. Cada tanto hay que reingresar el código de usuario, y eso a veces impide completar un trámite, o navegar con comodidad. La página del banco se cuelga, a veces llego a completar los datos del destinatario del depósito y se corta. Tengo que intentarlo más de cinco veces, pero finalmente está cumplimentada la transferencia que nos acredita la reserva de nuestras vacaciones en Nono. Así que allí estaremos, desde el 18 al 25 de febrero.
Le envío un mensaje de texto a Sonia 04 para avisarle que ya está. Sorprendentemente, a los pocos minutos suena mi celular. El identificador de llamadas dice que es ella. Atiendo.
-¿Viste, mi amor? Ya está lo de las vacaciones.
-¿Estás sentado?
-Sí, ¿vos?
-Estoy en el baño.
Las últimas dos frases hacen que me baje la presión. Está en el baño, y tiene algo importante para decirme; tanto, que llamó apenas le envié un mensaje de texto. Relaciono baño con noticia importante, imagino evatest. No debería, pero nunca se sabe. ¿El sexo oral embaraza? Creo que empalidezco, porque el Chancho me mira desde su escritorio con preocupación.
-¿En el baño? -pregunto.
-Cagando.
-Ah. Menos mal.
-¿Menos mal?
-Nada, no importa. ¿Qué tenías para decirme?
-¿Estás ocupado?
-No, todo bien. Me preguntaste si estaba sentado, supongo que era por algo que me ibas a decir.
-Me acaban de llamar de la inmobiliaria.
-¿Cuál?
-La del depto a estrenar, el que dejé pasar, sobre José María Moreno.
-¿El que sólo un loco no hubiese alquilado?
-Ese mismo. Yo después de que lo reservaron, mientras nosotros seguíamos buscando, llamé para avisarles que si se caía la reserva me avisaran.
-Las reservas no se caen, Sonia 04.
-Bueno, me acaban de llamar. Esta se cayó.
Me mantengo en silencio.
-¿Qué hacemos? -escucho del otro lado de la línea.
-Bueno, habíamos dicho que postergábamos lo del depto hasta después de las vacaciones...
-Sí, claro. Yo pensé lo mismo. Pero este departamento era tan lindo...
-¿No era que no te convencía?
-Era muy lindo.
-Ah.
-¿Entonces no les digo nada?
Una fracción de segundo. Pensamientos en una fracción de segundo. Lo que sucede es inusual, las reservas no se caen. Además, las últimas veinticuatro horas con Sonia 04 fueron idílicas, por decirlo de algún modo. Es un milagro, que la reserva se haya caido. Una especie de señal divina. Un cartel de neón que indica que habría que jugarse, una vez más.
-¿Qué querés hacer? -pregunto.
-Ah, no sé. Decidilo vos.
Otra fracción de segundo. Dios no sólo existe, sino que quiere decirme algo. La pregunta es qué. Los ángeles me rodean. Bueno, estoy delirando. Y, en medio del delirio, digo:
-Dale, mi amor. Metámosle para adelante.
(continúa)
viernes, 13 de abril de 2007
Sonia 04: Señales, milagros y pruebas (1)
Etiquetas: El Chancho, Sonia 04