jueves, 19 de abril de 2007

Sonia 04: El regreso de Humberto, el señor de la noche

Domingo 7 de enero de 2007.

Ayer dormimos en casa.
Despierto, voy a comprar el diario y facturas, regreso, preparo el desayuno. Tomó un café y leo el diario. Escucho, desde el dormitorio, la voz consabida:
-Pipu...
Voy. Lo hacemos. Tranqui, hace mucho calor.

Preparo el almuerzo. Sonia 04 se baña. Cuando sale, aún falta un poco para que esté todo listo. Me dice que va a llamar a su casa para escuchar los mensajes. Le digo que no hay drama. Llama. Salgo de la cocina, me acerco a ella y la veo que sonríe con efusión.
-¿Pasa algo?
-¡Llamó Humberto!
-¿Humberto?
(si no se acuerdan de él, vayan acá).
-Sí, Humberto.
-¿Humberto, el que te cojiste para levantar la autoestima?
-Sí, ese.
-¿Y qué dice?
-Nada, que está en Buenos Aires, que nos veamos.
-Ah.
Me alejo de Sonia 04. Lo primero que me pregunto es para qué me dijo que la llamó el forro este. Mientras camino, doy con la respuesta: porque en un rato iremos para su casa, y cuando ponga los mensajes lo escucharé.
-¿Y qué le vas a decir? -pregunto, mientras hago como si estuviese interesado en cocinar.
-Le voy a escribir un mail diciéndole que estoy muy ocupada y que no podré verlo. Un mail secote. ¿Te parece bien?
-Sí, me parece bien.
-Tonto -dice, y me besa el cuello.

Llegamos a lo de Sonia 04. Ella tiene que preparar no sé qué documentación para la prepaga. Apenas entramos, ella presiona el botón para que se escuchen los mensajes. El primero es de un paciente. El siguiente, la madre. Luego, Humberto. La voz se nota muy entusiasmada, para alguien a quien vio tan pocas veces como ella dice. Dice, en varias partes, veámonos. Dice, en varias partes, no te pierdas. Dice, también, su nuevo número de teléfono para que lo llame, y dice en qué horarios lo puede ubicar.
Sonia 04 toma un post it y anota el número de teléfono.
Yo estoy de pie junto a la ventana. Quizás me tendría que hacer el boludo. Quizás no es definitivo.
-Disculpame, Sonia 04, una preguntita.
Sus labios se tuercen. Me mira.
-¿No me dijiste que le ibas a mandar un mail secote para no volver a tener contacto?
-Sí.
-¿Y para qué carajo anotás el teléfono, entonces?
-¡No empieces, eh!

El día está lindo, aunque el calor es por momentos abrumador. La idea, según Sonia 04, es ir a un lugar con verde, lindo. Parque Rivadavia, a media cuadra de su casa, está descartado por superpoblación. Lo mismo sucede con el Parque Centenario.
-Podemos ir al Parque Chacabuco -dice Sonia 04.
Yo, que no emito palabra desde lo del teléfono, asiento.

El Parque Chacabuco es, probablemente, descubro ahora, uno de los sitios más espantosos de toda la ciudad de Buenos Aires. El pasto está descuidado, lo atraviesa una autopista que llena de ruido el ambiente, todo está roñoso. Compramos bebidas, y nos dirijimos al Parque. Dar con un lugar que le guste a Sonia 04 nos lleva media hora. Nos sentamos. Desde lo del teléfono de Humberto, yo no emito palabra.
-Dale, Pipu, no te pongas así por eso -dice ella mientras se acomoda sobre la lona.
-¿Yo? Si yo estoy bien -miento.
-Dale, no te pongas así.
-¿Sabés lo que pasa? No entiendo.
-¿Qué cosa, no entendés?
-Si me decís que el pibe es un pelotudo, alguien que no soportás, ¿para qué anotaste su número de teléfono?
-Vos no confiás en mí.
-No es eso, tratá de seguir mi razonamiento. Primero me negaste que hubiera sucedido algo, después se te escapó cuando leimos lo de las runas, después me dijiste que te lo cogiste, después empezaste con que era un pelotudo, ahora me decís primero que lo vas a despachar y después anotás el teléfono. ¿Qué tengo que pensar?
-Vos no confiás en mí.
-Bueno, en relación a eso, dos cosas. La primera, toda persona que mete los cuernos emite como caballito de batalla la frase vos no confiás en mí, es casi como una declaración de culpabilidad. Segundo, que sí confío en vos.
-No, no confiás, mirate la cara.
-A ver. Confío en vos en el sentido que creo que no querés volver a mandarte las cagadas que te mandaste en el pasado. Pero no soy pelotudo, sé lo que pensás en relación a la pareja y a la fidelidad porque me lo dijiste muchas veces.
-Eso fue el pasado.
-Y yo te hablo de leyes probabilísticas. Es más probable que una persona cometa una error por segunda vez a que otra lo cometa por primera vez. El ser humano es así. Y, fundamentalmente, creo que Rafael te quiso, probablemente te amó. De seguro, te toleró. Y lo cagaste a mano alzada. No quiero ser otro Rafael.
-Era un teléfono...
-No quiero ser otro Rafael. Si seguiste todo lo que te dije, creo que fui claro. Si no, bueno, mala suerte.
Sonia 04 tuerce los labios. Está molesta. Supongo que cree que estoy tratando de afectar su libertad. Su libertad o su esclavitud me importan tres carajos, en este instante. De hecho, no tengo ganas de hablar.
Me pongo a leer el diario.