sábado, 31 de marzo de 2007

Sonia 04: Tango, el baile seductor (2)

Viernes 1 de diciembre de 2006.

El otro domingo, durante el cumpleaños de mi hermana, ella mencionó que junto con su marido iban a dar una exhibición de tango. A Sonia 04 le gustó la idea, en especial porque se hacía en el Villa Malcom, el lugar donde ella aprende el baile seductor.

El recital será a las 12 de la noche, por lo que con Sonia 04 quedamos en comer en su casa y luego ir para allá y, más tarde, dormir en la mía. En casa de Sonia 04 me espera una sorpresa: me hizo un juego de llaves, para que todas las ocasiones en que nos vemos después de que ella trabaja en Lanús y se retrasa en volver yo la pueda esperar, en vez de en la puerta del edificio, adentro. Es una sorpresa agradable. Cenamos delivery: pedimos a Petra´s, donde hasta le reconocen la voz por teléfono.

Lo primero que me pone nervioso en la noche es el hecho de que comienza a retrasarse. Se baña, se cambia varias veces, me pregunta si algo le queda bien y, cuando le digo que sí, se desviste y vuelve a cambiarse. En un momento determinado, son las doce menos veinte, le digo que no quiero llegar tarde, que nunca fui a una exhibición de mi hermana y que no me parece lógico llegar con retraso. Ella asiente, dice sí claro, pero sigue retrasándose.

Llegamos a las 12 y media. Por suerte, mi hermana y su marido aún no comenzaron. Sí nos reservaron lugares en una mesa desde donde se aprecia la totalidad del salón. En la pista, numerosas parejas se dedican a bailar esos tangos modernosos, esa reinterpretación de los clásicos que harían regurgitar a más de un purista. A mí no me fascina el tango clásico, así que no es grave. Desde ya, este más moderno me gusta menos que el clásico.

En un momento, Sonia 04 se pone de pie y me dice:
-Voy a bailar, ¿no te molesta?
No tengo tiempo a responder, que ella baja del escenario donde estamos -ya dije que la ubicación es preferencial- y parte rauda en busca de un muchacho en remera sin manga, barba, petiso, barba de varios días. Lo saluda, lo invita a bailar. Hay algo que me resulta surreal, en toda la escena. ¿Yo estoy acá, y mi novia está sacando a bailar a otro? ¿Yo estoy sentado solo en una mesa y, mientras tanto, mi novia se fue a bailar con otro? ¿Esa que está bien apretada contra otro tipo es mi novia?
Hay un momento en que mis ojos se transforman es dos unidades de medida: comparo la distancia de los rostros de las demás parejas y luego la que hay entre Sonia 04 y su compañero de baile. La de ella es evidentemente menor, están casi frente contra frente, y luego oreja contra oreja, y se hablan. Termina el tema musical, agradezco al cielo, ellos se separan, hablan, bromean. Cuando empieza el siguiente tema, retoman. Mi mano izquierda se aferra al borde de la mesa, la derecha a la base de la silla. Ahora entiendo a qué se refiería Sonia 04 cuando me decía en repetidas oportunidades que el tango es un baile sensual, un juego de seducción. Digo, cualquiera que no sepa del tema diría que ese chabón se la está tratando de levantar. Y yo no sé del tema, claro. Termina el tema, y sigue hablando con el hijo de puta ese. Empieza otro, y vuelven a bailar. En ningún momento me dirige una mirada. Sólo lo hace cuando termina el quinto tema, cuando gira y me hace una seña de que va a seguir un poco más. Yo, con una cara de culo que debe haber visto hasta Gardel desde su tumba en Medellín, le hago una seña de que la corte. Ella frunce la boca, le dice algo al muchacho, y vuelven a bailar. Dos temas más. Ahí sí, terminan.

Sonia 04 vuelve radiante a la mesa, dice:
-No sabés lo bien que me hace bailar.
Yo no le respondo.
-¿Te pusiste celoso? -pregunta.
-¿Y a vos qué te parece?

Cuando llega la hora de la exhibición de mi hermana, no la disfruto. Ella y el marido bailan bien, casi diría excelente si supiera del tema, pero algo dentro mío quiere que salga cuanto antes de este lugar. Cuando terminan de bailar aplaudo, grito.
-Bailan bien -me dice Sonia 04.
Yo no le respondo.

Mi hermana se sienta con nosotros en la mesa. Quiero felicitarla, decirle que estuvo muy bien, pero no hay palabras que salgan de mi boca: quiero irme de acá. Sonia 04 sí, la felicita, le dice que estuvo bárbara. Mi hermana le agradece brevemente, como si en verdad no quisiera hablar con ella, y luego me pregunta qué me pareció.
-Lindo -digo-. Buenísimo.
-Está enojado porque estuve bailando con otro -le dice Sonia 04 mientras me palmea el brazo como diciendo mirá vos este tipo.
Mi hermana me mira. Yo la miro, señalo con los ojos a Sonia 04 y luego los revoleo, como diciendo qué pelotuda esta mina. Mi hermana se ríe. Sonia 04 gira, y no entiende por qué.

-¿Te jode si vuelvo a bailar? -pregunta Sonia 04.
-Por mí bailá, pero yo me vuelvo a mi casa.
-Pero si vinimos en mi coche.
-Si hace falta, me vuelvo de rodillas.
-Por favor, no hagas una escena.
-Me quiero ir, ¿entendés?
-Ufa.

En casa, de regreso.
Hay muchas palabras que vengo acumulando, desde el Villa Malcom, y me las callé todas. Sé que voy a quedar como un celoso, como un tipo de la edad de piedra, pero a esta altura no me importa.
-Sonia 04 -digo.
Ella me mira, sabe lo que se viene.
-¿Por qué no hablamos en otro momento?
-Fundamentalmente, porque no se me canta en el quinto forro del culo, hablar en otro momento.
-Elemental, yo te dije que bailaba tango...
-Me lo dijiste, sí. Y me dijiste ochocientas veces, también, que es un acto de seducción. Y seguiste yendo a bailar y yo no te dije un carajo. ¿Me molestaba? Claro que me molestaba. Y no te dije un carajo porque tenía miedo de quedar como un pelotudo. Pero hoy, ahí, mirándote bailar con el otro tipo, pegaditos, haciéndose chistes al oído, me di cuenta de que ahí era un pelotudo.
-Todo el mundo, baila así.
-Primero, que no todo el mundo baila así. Segundo, que me importa tres carajos como baila el resto. Tercero, que estaba tu novio mirándote. Yo no sé qué es lo que buscás, pero desde que empezamos que no hacés más que refregarme todos los machos que tuviste. ¿Yo te hablo de mis novias? ¿Yo te dije que tuve una época de descontrol, que hice menage a trois, que me cogía varias minas distintas en una semana? No señor, no lo hice porque creí que te iba a joder. No lo hice porque pensé que si te lo decía vos te ibas a preguntar si yo seguía siendo así, e ibas a sufrir. Es decir, no lo hice para cuidarte. Pero vos no, con ese manto de supuesta honestidad no hacés más que recordarme, cuando llegamos a un lugar, si estuviste con tal o cual tipo. Después, los beneficios amatorios de Edgardo, que me tienen los huevos por el piso.
-Ya te dije que vos cogés tan bien como él.
-¡Es que no tengo ganas de que me compares! -grito-. Yo no sé vos, pero a mí los celos me espantan. Yo puedo entenderte que si una mina está en pareja con un tipo poco demostrativo, cada tanto le dé celos para ver su reacción. ¿Pero sabés una cosa? No hay nada más alejado de un tipo poco demostrativo que yo: te llamo, te digo que te quiero, que te amo, te digo que siempre te voy a ser fiel. Y, sin embargo, vos necesitás inventarme celos. ¿Y por qué carajo yo estoy celoso, si nunca lo estuve en mi puta vida?
-Quizás porque nunca estuviste tan comprometido en una relación.
-¿Ves? Ahi tenés una flor de pelotudez. Yo te dije que nunca había querido tanto para que vos estuvieras tranquila, para que sintieses que eras la mujer de mi vida. ¡Por supuesto que otras veces estuve tan enamorado como ahora! La diferencia entre vos y yo es que yo te protejo de lo que hice que te puede incomodar, y vos, en cambio, vas al precipicio con la quinta a fondo.
-¿Vos estuviste muy enamorado?
-Sí. No. No viene al caso. Es un tema del que no voy a hablar. ¿Sabés cuántas veces que fuimos a lugares a los que yo había ido con alguna otra mina? Montones. ¿Te enteraste alguna vez? No. ¿Sabés por qué? Porque yo pensé que no tenía sentido arruinarte la noche, que te quedaras pensando en otra mina que, hoy, para mí no significa nada.
-Pero para mí todos ellos significan nada.
-¡Pero entonces dales el lugar de nada, la reputa madre! ¡A la nada no se la trae a colación a cada rato!
-Vos estás así porque bailé tango.
-Sí, entre otras cosas sí.
-Hay muchos hombres que aceptan que sus esposas se vayan a bailar tango.
-Y hay muchas parejas que son swingers, también. No los valoro moralmente, simplemente que yo no lo haría.
-Estás diciendo cualquier cosa.
-Te estoy diciendo varias cosas. La primera, es que no me pongas celoso porque eso me incomoda, hace que me pregunte si me vas a meter los cuernos, y si me pregunto eso me voy a terminar por ir a la mierda, de puro cagón.
-¿De dónde sacaste que yo te voy a meter los cuernos?
-¿Vos me meterías los cuernos?
-No sé.
-¿Ves?
-¿Veo qué? No, no te metería los cuernos. Si algún día me enamorase de otro, te lo diría.
-¿Pero no te das cuenta, enferma? Es obvio que si algún día te enamorases de otro, me lo dirías. Bueno, tan obvio no. Pero es obvio que vos algún día te podrías enamorar de otro. La cuestión está en que no me lo podés decir. Yo te digo que te quiero para toda la vida, y es lo que siento en serio, pero sé muy bien que puede llegar un día en que no te quiera más.
-¿Cómo?
-Es parte del juego de pareja, de proteger al otro. Yo no soy un pelotudito que se cree que las cosas son para siempre, no soy tan infantil. Pero, hoy, siento que te voy a querer para siempre. Bueno, hoy, ahora, no, pero ponele hasta hace un rato, antes de ir a la exhibición de tango de mi hermana.
-¿Tanto, te molestó?
-Tanto, me molestó esto. Y tanto me molesta todo lo demás. Te quiero, y el hecho de que bailes con otro me da inseguridad, me hace sentir como el orto.
-Pero yo voy a seguir yendo.
-Eso es lo otro que te quería decir. Vos inventaste, impusiste toda esa mitología de la seducción del tango como baile, ¿no? Vos la repetiste hasta el hartazgo, ¿no?
Ella me mira, sus mandíbulas son dos tenazas que transforman su rostro en un conjunto de ángulos agudos.
-Bueno, hasta que no estemos bien estabilizados, hasta que yo no esté seguro de lo que vos sentís por mí, se terminó el tango.
-¿Qué?
Y la discusión no hizo más que comenzar.