domingo, 1 de abril de 2007

Sonia 04: Yo no te voy a dejar

Sábado 2 de diciembre de 2006.

El juego de poder que se desprende de las discusiones es, en el caso de mi relación con Sonia 04, bastante sencillo. Yo enumero problemas, ella los niega, luego intento acercar posiciones, ella las niega, luego comienzo a preguntarme si yo no seré el responsable de toda la situación. Quizás, en mi favor, con el único objetivo de que quien lea esto no me considere un infradotado, podré decir que, si bien en el transcurso de la relación registraba los problemas que surgían con Sonia 04 -o quizás debería decir en Sonia 04-, y prueba de ello es que los recuerdo y puedo plasmarlos en el blog, en el vértigo de los hechos se me diluían. Es decir: aparecían, los registraba, reflexionaba acerca de ellos, pero enseguida las negativas terminantes de Sonia 04, la seguridad que exponía en sus palabras, me hacía dudar. Quizás soy yo, pensaba. Sí, soy yo, concluía. Y ella, pensaba, lo que necesita es que reafirme lo mucho que la quiero, lo mucho que me juego por la relación. Ella debe haber pasado por mucho, pensaba, y necesita de mi apoyo, de mi soporte. Que conste que nunca me preguntaba, en términos generales, en estos primeros casi tres meses de relación, si ella se constituía en mi soporte, si podía serlo.
En fin, hago toda esta introducción porque la discusión de ayer terminó en la cama. Intenté acercar posiciones, coger, ella dijo que no porque en el Malcom yo había dicho que estaba cansado, me enojé, dije que ella nunca cedía, y nos despedimos. Con las luces apagadas, me dije que estaba siendo demasiado duro con ella, y que si las cosas no están bien una forma de solucionarlo es profundizar los lazos de la relación.
Una cosa: nunca hagan lo que hice.

Desayuno. Está por venir mi alumna que quiere escribir el Harry Potter argentino. Yo digo, como al pasar, que hoy a la tarde, dado que no tenemos nada que hacer, podríamos ir a ver departamentos. En Mar de las Pampas nos llevamos bien, intento razonar, e ir no significa que vamos a alquilar, sino que veremos cómo está el panorama y, en una de esas, se da el milagro de que lo primero que veamos se adapte a lo que buscamos. Sonia 04, taza de café en mano, dice dale.

Mientras doy clase, Sonia 04 se va a comprar regalos para los hijos de un matrimonio amigo al que deberemos visitar mañana. Si tengo que contar la cantidad de oportunidades en que Sonia 04 fue a comprar regalos para niños de otros, no me alcanzan los dedos de la mano.

Sonia 04 vuelve al departamento. Miramos los avisos clasificados en internet. Yo propongo que sea un tres ambientes, así hay un cuarto que podemos utilizar de estudio, donde yo pueda escribir tranquilo. Ella acepta. Hay dos avisos, uno en Barrio Norte y otro en Caballito. Vamos primero al de Barrio Norte. El departamento está impecable, lo cual me sorprende. El dormitorio y el comedor dan a la calle, el otro ambiente al pozo de luz. Está recién plastificado, pintado. Yo, que soy inquilino desde hace rato, reconozco que este tipo de oportunidades no se dan con mucha frecuencia. La miro a Sonia 04, le hago un gesto con la ansiedad de quien cree que la convivencia limará las asperezas que tenemos. Encima, el depto está muy bien ubicado: Bulnes y Paraguay, a metros de donde vive la Trotamundos. Sonia 04 sale al balcón, largo, que comunica tanto con el dormitorio como con el comedor, y señala hacia enfrente:
-Hay un edificio -dice.
-Mi amor, es la Capital Federal. Los edificios suelen estar enfrente de otros edificios.
-Yo quiero vista abierta -dice, y le hace una seña al chico de la inmobiliaria para que baje a abrirnos.
Mientras bajamos, tomo conciencia de un hecho ineludible: si para comprar una remera Sonia 04 hace toda la ceremonia que efectúa, buscar departamentos podría enloquecerme. Digo, podría hacerme parecer a ella.
Ya en el coche, le pregunto si era tan grave lo de la vista abierta.
-A mí me gusta pasear en bolas por el departamento -dice.
Cerca de nosotros, un coche atropella a una paloma que tardó en levantar vuelo.

Vamos a ver el de Caballito. Casualmente -o no tanto-, está muy próximo al departamento en el que vive Sonia 04, donde atiende sus pacientes. Mientras bajamos del coche, capto sus intenciones, su búsqueda personal de la comodidad. Más como venganza que como realidad, digo antes de llegar al edificio:
-No, la verdad que no. Esta zona no me gusta.
-Pero si es relindo, retranquilo.
-Justamente, Sonia 04. Vos tenés coche y te manejás en el Volkswagen, por lo que no te significa problemas. Yo, en cambio, no. Esto me queda recontra a trasmano. Yo necesito un departamento próximo a una avenida, a algún subte.
Ella me mira. Endurece las mandíbulas. La búsqueda de departamento, por hoy, ha finalizado.

Estoy de mal humor. Vamos a su depto. Ni siquiera intento hacerlo. En un momento, le pregunto cuáles son las características que debe reunir el departamento. Ella enumera:
a) Tiene que estar en buen estado;
b) Tiene que estar en una calle tranquila, por la que no pasen colectivos;
c) Tiene que ser al frente;
d) Tiene que tener vista abierta.
e) Tiene que ser en Caballito.
Le explico que no estamos buscando para comprar, que un alquiler es algo distinto, temporario, y que se deben sacrificar ciertos parámetros de búsqueda para adecuarse a lo que ofrece el mercado.
-Yo quiero eso -dice.
Y yo estoy más de mal humor. Lo único que consigo, en la negociación, es que se anexen los barrios de Almagro, Palermo y Barrio Norte al listado de posibilidades.

Vamos al videoclub. En casa tengo varias películas que descargué con el emule, pero Sonia 04 quiere dormir en su casa. Las películas del videoclub son todas del año del pedo, las vi todas, las que no vi pertenecen al conjunto que nunca vería, y los pocos estrenos ya fueron todos alquilados. La verdad, ni me acuerdo qué alquilamos. Sí que ya estoy de mal humor. Muy de mal humor.

En su casa, de regreso, le digo:
-¿Te puedo hacer una pregunta?
Ella me mira.
-Digo, tenemos que hacer todo lo que vos querés. El fin de semana en Mar de las Pampas, una salida cualquiera, la búsqueda de departamento... Cada vez que yo planteo otra cosa, una modificación a tu plan original, vos ponés carita de culo, como si yo fuera un imbécil. Digo, ¿no sería más simple que me largues, si no me querés?
Ella me mira. Sus rasgos se han endurecido tanto que parece una esfinge. Luego de unos segundos, dice:
-Yo no te voy a dejar.
Y luego:
-Si querés, dejame vos.
Aún no lo sé, pero acaba de plantear de forma concreta y honesta cuáles serán las reglas de juego, de ahora en más.

Rato más tarde, le digo:
-Me parece que tendríamos que volver a ir de Silvina, la terapista de pareja, ¿no?
En la desesperación, uno siempre busca soluciones mágicas, olvidando que la magia no existe.