jueves, 3 de mayo de 2007

Sonia 04: Sos malo, tan malo, malo como...

Martes (cont.).

Regreso del trabajo. No hubo más mensajes de Sonia 04, ni tampoco míos hacia ella. Escribir la carta me hizo, ordenar un poco las cosas. La sensación más íntima es de que deseo patear todo a la mierda, pero sé que hay una mudanza de por medio, hubo promesas que no me gustaría incumplir, y la carta deja una puerta entreabierta, que es el que Sonia 04 se haga cargo, se ponga las pilas.

A eso de las 6, Sonia 04 llama. Pregunta por mi día de trabajo. Intenta aparentar que no pasó nada, aunque se le nota por el tono cuidadoso que no es así. De mi parte, respuestas secas, formales. Cortamos. Nos despedimos con un beso. Por primera vez en mucho tiempo, en la despedida no le digo ni te quiero ni te amo. Ella tampoco lo dice, pero no es su primera vez, claro.

Aprovecho el reproductor de DivX. Aprovecho, también, que Sonia 04 no está. El sábado intenté ver "Flags of our fathers" como se ven las películas cuando uno tiene home theater: fuerte. Sonia 04 me hinchó tanto las pelotas con que podíamos molestar a los vecinos que tuve que cortarla por más que estábamos en el horario supuestamente permitido por el consorcio. Ahora, solo, pongo los parlantes a un volumen considerable. La batalla de Iwo Jima suena como debe sonar.
Solo, disfruto. La película no es tan buena, el actor que hace de indio americano sobreactúa todo el tiempo, el mensaje es un tanto forzado para el gran Clint.

Veo, también, "Blood Diamond", con Di Caprio y la hermosísima Jennifer Connelly. Las únicas partes interesantes son aquellas en las que se les ve el rostro angelical, puro. Dicen que es torta, ¿será así? De ser así, ¿me permitiría mirar?

Sonia 04 llega cuando promedia "Blood Diamond". La apago sin mucho problema: es un bodrio. Sonia 04 se sienta junto a mí en el sommier que hace las veces de sillón del comedor. Me toma de la mano.
-Vamos, Pipu, dale -dice.
-Sí, cómo no.
Sé cuándo tengo cara de culo. Lo siento en los músculos endurecidos del rostro, en que me cuesta hablar, modular las palabras. Debo tener una cara de culo impresionante, en este momento. Simplemente, saco mi escrito del bolsillo trasero del pantalón, le informo que es para llevar mañana a lo de Silvina, y que, como de costumbre, se lo quiero leer antes para no tomarla por sorpresa en el encuentro/sesión, por si quiere reflexionar al respecto, por si quiere elaborar una respuesta. La idea, le digo, no es que quede en off side sino que encontremos una solución. Hay un problema, y no pienso mirar al costado, hacer de cuenta que no existe. Sonia 04 hace de cuenta que yo no existo, por momentos. Yo no pienso hacer de cuenta que el problema, es decir ella, no existe.

Leo, entonces. Leo de corrido. Las manos no tiemblan. La voz es firme. Leo. Leo con la inocencia de quien cree obrar de buena voluntad, de quien cree que si obra de buena voluntad nada malo puede pasar. Esas pocas cosas que me enseñaba mi abuelo y a veces parecen estrellarse contra el cinismo de la realidad.

Cuando termino de leer, miro a Sonia 04. Sus labios no están torcidos, no son una cruz: a esta altura, podría decir que conforman un nudo. Un nudo gordiano, por así decirlo. Toma la hoja. Lee, o hace como que lee.
-¿Así que el ciego empieza a ver? -dice.
-Es una figura literaria -aclaro, como si hiciera falta.
-¡Pero es que vos no ver nada! ¡No me reconozco en nada de lo que decís! ¡Todo el mundo me dice que soy demasiado afectuosa, cómo vos me vas a decir que soy fría! ¿Fría, yo?
-¿Te puedo preguntar algo?
Me mira, en sus ojos hay fuego. Mi tono es calmo, tanto como puede serlo el de aquel que finalmente se siente seguro ante lo que lo rodea.
-Ponele que mis conclusiones sean erradas. Ponele que mi subjetividad esté equivocada, que mi apreciación acerca de vos sea errónea. ¿Los hechos que relato son falsos? ¿Es mentira que a veces ni me hablás, que te quedás pensando en pelotudeces como lavarropas y todas esas cosas?
Me mira, en silencio.
-Mirá, Sonia 04. Estoy cansado. Estoy harto. Una de las opciones que tengo es agarrar mis cosas y mandarme a mudar. Sin embargo, tengo un atisbo de duda, ínfima, que me dice que vos podés intentar hacer las cosas mejor de lo que las hiciste hasta ahora. Lo que estoy diciendo es que te hagas cargo, que remes vos porque yo no lo hago más. No lo hago más, por lo menos, hasta no ver que vos estás haciendo algo. Digo, necesito que hagas al menos una cosa bien. Nadie puede mandarse cagadas en el cien por ciento de sus acciones, es estadísticamente imposible. Tiene que haber algo que hagas bien, y quiero que me lo muestres, que me demuestres que vale la pena seguir con esto. Y te lo digo tranquilo, sereno, con buenos modos. No quiero mostrarte enojo y que después te agarres de eso para refutar lo que pasa. Pasan cosas. ¿Y sabés qué? No estoy enojado. Estoy cansado.
Me mira. En un momento, su boca se abre. En simultáneo, sus ojos se abren, desmesurados. Lleva una mano a la boca, como si estuviese horrorizada. Con la otra mano, me señala.
-Sos malo... -dice.
-¿Qué? Sonia 04, te estoy hablando bien, estoy intentando que demos con una solución...
-Sos tan malo...
-Por favor, Sonia 04, no pongas esto en esos términos, no tiene sentido.
-¡SOS MALO COMO TU MAMÁ! -grita Sonia 04.
La miro, estupefacto.
-¿Qué decís?
-Yo me lo vengo preguntando desde hace semanas -dice Sonia 04-, cómo es posible que si tu mamá es tan mala vos seas bueno... Y sí, sos malo, malo como ella. SOS MALO COMO TU MAMÁ -grita.
Esta vez, luego del grito, se incorpora. Corre hacia el dormitorio. Escucho, desde el dormitorio, su llanto desconsolado, desesperado.
Llevo las manos a mi rostro. No lo puedo creer. Está loca. Está verdaderamente loca. Y yo, estoy harto.
Camino hacia el dormitorio, me quedo parado junto a la puerta.
-Voy a hacer de cuenta que no dijiste nada -digo.
-SOS MALO COMO TU MAMÁ -repite.
-Ok -digo.
Y luego digo:
-Andate a la reputísima madre que te parió.
Voy hasta el placard. Tomo una muda de ropa. El Libanés se fue a vivir solo hace poco, puedo llamarlo e ir a dormir allá. Quiero estar lejos de Sonia 04. Quiero alejarme de toda esta locura. Cuando salgo del cuarto donde están las computadoras -mi ropa está en este placard, la de Sonia 04 en el del dormitorio-, Sonia 04 aguarda en el pasillo. Por un instante, creo que va a sacar un cuchillo y me apuñalará.
-No te vayas -dice.
-Basta, Sonia 04.
Camino hacia el comedor.
-¡No te vayas, Pipu! -me toma del brazo, se tira al piso y me toma de la pierna.
-¡Pará, loca de mierda!
-¡No me dejes, te lo pido por favor! ¡Yo te quiero, no me dejes!

Hay momentos que funcionan como bisagra. Nada vuelve a ser como antes. Este es uno de esos momentos. Se trata de situaciones complicadas, confusas, que mezclan pasado, presente y futuro. No son racionales en lo absoluto. Lo que teníamos claro se desvanece, aunque luego regresará. Las acciones son, simplemente, dejarse llevar. Tanto es así, que resulta imposible recordar el curso exacto de los acontecimientos.
Sólo sé que en un momento Sonia 04 me besa, me quita la muda de ropa de las manos, me desviste.
Sólo sé que poco después estamos en el dormitorio, cogiendo, en uno de los polvos más bestiales que me heché en mi vida.
Y luego me quedo dormido.