sábado, 5 de mayo de 2007

Sonia 04: Lo pálido

Domingo 4 de febrero de 2007.

Me despierto. Salir a comprar el diario, más allá del sol abrazador, es un soplo de aire fresco. Salir del departamento, es un soplo de aire fresco. Compro facturas, también. Regreso, me preparo el desayuno. Leo el diario, hay una reseña mía. Por primera vez, hice pelota un libro. No me costó demasiado, pues se hacía pelota solo, más allá del premio que ganase. Lo que me costó, sí, fue incumplir con lo que me había propuesto en un principio cuando me convocó el Editor Más Fachero: hacer reseñas sólo de lo que me guste, para resaltar lo que creo es buena literatura. Cuando elegí el libro en la redacción pensé que iba a ser bueno, y lo leí, página por página, línea por línea, con el deseo de que lo fuese. Sin embargo, se trataba de un bodrio insalvable. Cuando entregué la reseña, cuando presioné enviar en el gmail, me dije que a veces, por mejor buena voluntad que uno le ponga, hay cosas que son insalvables. Como esa novela, por ejemplo. Como otras cosas.

-Pipu... -me llama Sonia 04 desde el dormitorio.
Le pregunto, desde el comedor, si desea que le prepare un café.
-Sí, Pipu, hoy es domingo. Los domingos sí.
Nueva regla, entonces: domingos puedo preparar desayunos para ambos, resto de los días de la semana no.

Espera el desayuno en la cama, lo sirvo en la mesa del comedor y le aviso que ya está, como para que entienda que hoy, al menos por ahora, el sexópata no tiene demasiadas ganas. Lee la reseña, me dice que no es tan dura, que hablo peor del jurado que la premió que de la autora, y eso le parece muy bien.
-Bueno, la piba se presentó a un concurso con lo que creía era lo mejor que podía ofrecer -digo-. Es su primera novela, y se nota. No es culpa de ella que sea un bodrio, sino de quienes se la premiaron.
Algo así como "la culpa no es del chancho sino de quien le da de comer", pienso. En ese mismo instante, miro a Sonia 04 que come el desayuno que acabo de prepararle.

El calor es fuerte, impide los movimientos. Sonia 04 quiere limpiar el depto, yo aprovecho para ir a Parque Rivadavia a llevar los libros que, descubrí en la mudanza, no tiene sentido guardar: nunca los releeré. Son, fundamentalmente, manuales de economía, algunos libros de sociología -lo bueno de la sociología es que aún no se efectúan manuales que puedan explicarla en su totalidad-. Voy, no me gusta regatear con esos seres decadentes que tienen ahí sus puestos -quizás porque durante toda mi adolescencia yo fui puestero en ese mismo parque-, pero al fin consigo algo así como cien pesos. Vuelvo contento. Le digo a Sonia 04 lo que conseguí, ella dice:
-Bien, Pipu.

Hay, a lo largo de todo el día, un aire cansino. Como ayer. Como si ambos aún estuviésemos golpeados por todo lo que sucedió en la semana.

Almorzamos, nos acostamos a dormir la siesta. Al despertar, lo hacemos. Olvidable. Un pálido recuerdo de los buenos polvos que nos echábamos.

Todo, cada uno de los pequeños detalles, parece ser un pálido recuerdo.

Al despertar de la siesta, Sonia 04 se pone a llorar. Dice que su vida no tuvo demasiado sentido, que desperdició muchos años en pelotudeces, que su trabajo no la satisface, que los pacientes la tienen harta.
Yo espero. No sé bien por qué espero lo que espero. Espero que en algún momento me diga que engañar a Rafael fue un error. Espero que en algún momento me diga que acostarse durante dos años con un tipo casado fue un error. En vano, espero.
Sonia 04 insiste en lo profesional, pero va más allá de eso. Dice:
-Desperdicié mucho, dejé pasar muchas oportunidades.
Le digo muchas cosas, para tranquilizarla. Sin embargo, no le digo que está equivocada. Mi discurso se centra, esta vez, no en embellecer un pasado que reconozco horrible sino en algo mucho más simple:
-Con que no desperdicies más oportunidades alcanza.

Por la noche, la intención es hacer una maratón de películas. Las tres de "El Padrino". Vemos sólo una, la primera. Sonia 04 dice que no la entiende. No entiende por ejemplo qué simboliza la última imagen, Michael/Pacino con sus nuevos súbditos que lo llaman Padrino, Diane Keaton que lo mira desde el otro cuarto, y la puerta que se cierra para siempre.
Lo dije ayer: para mí que exagera.