Domingo 25 de febrero de 2007.
Despierto, compro el diario, desayuno en La Maie. Definitivamente, este lugar me gusta. Estoy medio boleado, el Rivotryl combinado con la música de anoche, pero aún así aprecio las medialunas de grasa -las verdaderas, no esas mierdas que tienen dulce arriba para tapar el gusto de si las hicieron bien o no-. Para futuro incentivo del Libanés, las camareras están muy bien. Un poco lentas, pero muy bien.
Voy a almorzar a lo de mi vieja. Ella y mi abuela me preguntan qué tal la primera noche, cuando les cuento del boliche mi abuela se lleva la mano a la boca, horrorizada, y lanza un iiiiiiiiii con el aire hacia adentro que le es característico y por el que siempre la cargamos. Mi vieja dice que bueno, preferible esos ruidos y no otros. Es la forma que elige para referirse a Sonia 04.
Vamos con mi hermano al Easy. Compramos la alacena para armar, y lámparas para colocar. En lo eléctrico, ayudará el Preceptor el próximo martes. Hoy, mi hermano.
Con él armamos una mesa para el televisor, home theater y el reproductor de DivX. Ambos somos lo que usualmente se define como inútil hogareño, pero nos las ingeniamos. El manual con las instrucciones, además, es sumamente práctico. La terminamos, queda perfecta, casi diría que linda.
-Me tengo que comprar una -dice mi hermano-. Está buenísima. Y la armamos nosotros.
-Somos homo faber, nene. Finalmente, somos homo faber.
Con la ayuda de un manual de instrucciones, claro.
Mi hermano se marcha. Le digo que puedo armar solo la alacena. Es alta, angosta, blanca. Desarmo la caja, separo los componentes, leo las instrucciones. Lo hago en la cocina, que está un poco más fresca que el resto del departamento. Pongo manos a la obra, y de repente las acciones toman el valor de lo simbólico: pedazos sueltos de madera a recomponer, ensamblar. Mi vida hoy, pienso. Tomo el destornillador, la base de la alacena. Obro febril, concentrado, como si se me fuera la vida en esto, como si armar esta alacena fuese una representación de las posibilidades que tengo de levantarme luego de la caída estrepitosa que significó Sonia 04 en mi vida. Pongo música, los Redondos, sigo. Colocar un estante y que se sostenga entre las paredes, que las gotas de transpiración caigan sobre la madera. Ponerlo de pie, ensamblar la puerta para que pueda abrirse y cerrarse. Terminar la alacena, mirarla ahí, de pie, en el centro de la cocina, pura materialización de esperanzas. Está ahí, pude armarla, solo. Está ahí, de pie, como yo. Con la puerta un poco torcida, es cierto, pero a esta altura uno no le puede pedir tanto a la vida, ¿no?
viernes, 11 de mayo de 2007
Sonia 04: Homo faber
Etiquetas: Mamá, Mi abuela, Mi hermano, Sonia 04