Martes 27 de febrero de 2007.
Voy al trabajo. Los preparativos del casamiento del Flaco están a full. Recuerdo que él y su novia empezaron a salir casi al mismo tiempo que Sonia 04 y yo. Él mañana ya empieza su licencia -se casa el viernes, lloraré en la iglesia, mataré a un perro, pero eso es otra historia-, viajará a Ushuaia con su flamante esposa. Ése es el resultado de ambos y sus casi seis meses de noviazo. El mío, es muy distinto. Pero soy de esa clase de persona, descubro, a la que el otro lo haya conseguido le resulta placentero.
A la tarde, el Preceptor viene al depto nuevo. Tiene que instalar plafones de luz en el comedor, el dormitorio y el baño. Trae una caja de herramientas, como si fuese un profesional. Cuando lo veo manipular los cables a cada segundo temo que haya un corcocircuito. Él, en cambio, teme otra clase de cortocircuito:
-¿Y no te volvió a llamar?
-El sábado, la madre. Para ver si había dejado el depto.
-¿Y para qué carajo llamó la madre?
-Qué se yo. Andá a saber qué les dijo a los viejos, como motivo de ruptura.
-Pero Elementalito, con todo lo que hizo, para echarte el fardo a vos tiene que tener una imaginación más fértil que la de Julio Verne.
-O ser más hija de puta que Hitler -digo.
Una vez que los plafones de luz están instalados, el depto comienza a tomar forma. Ya están las cortinas, que quedan muy bien. Ya está la mesa del televisor, la alacena en la cocina. Ya está, el depto es ahora un hábitat, y no una simple edificación. Aunque aún no tengo internet -la vienen a instalar el próximo miércoles-, la computadora está enchufada.
-¿Te gusta? -le pregunto al Preceptor.
-Claro, tiene tu onda.
¿Mi onda? No sabía que había algo así como mi onda. El Libanés, el sábado pasado, cuando vino, dijo algo parecido: el depto de José María Moreno era el de un pusilánime y una dictadora, esto es otra cosa.
Y quizás sea cierto.
Vamos a comer pizza. El Preceptor sigue repitiendo lo de nuestros encuentros anteriores:
-Esta mina se equivocó mucho, demasiado, nadie hace algo así, es un monstruito, te juro que nunca le tomé bronca a tus novias, pero con esta, te juro, es para desearle lo peor...
Yo asiento. En cierto sentido, que hable tan mal de ella me hace bien. Pero, también, me duele. No por ella, claro, sino por mí: ¿cómo estuve tanto tiempo con alguien así? ¿Por qué me dejé arrastrar a algo semejante?
-Y cuidado -dice el Preceptor, mientras me apunta con una porción de muzzarella.
-¿Cuidado con qué?
-Esto no terminó. Es demasiado conchuda. Algo más va a intentar, seguro.
-¿Te parece?
-Ponele la firma.
Nos despedimos. Regreso al depto. Con luz nueva, acomodo libros en la biblioteca. La mayoría de los libros van al placard, en las dos bibliotecas que tengo entrará, como mucho, un tercio. Coloco, por así decirlo, lo que considero más importante. Cuando introduzco el último libro, suena el celular. Un número que no conozco. Atiendo.
-¿Hola?
-¿Elemental?
-Sí, ¿quién habla?
-La madre de Sonia 04.
-Ah.
-Mirá -dice en tono de pocos amigos-. Te llamo porque nosotros ya entregamos las llaves del departamento en la inmobiliaria. Tendrías que pasar a dejar tu juego.
¿Para qué mierda llama ella, por esto? ¿Quién carajo me la manda? Comienzo a enojarme.
-Bueno, yo ya volví a trabajar, y no sé cómo hacer para coincidir los horarios. Me parece que lo más práctico es que yo le dé las llaves a mi madre y ustedes pasen por su casa a retirarlas.
-¿Nosotros pasar a buscarlas?
-¿No son los garantes? ¿Sonia 04 no es la titular?
-Sí.
-Bueno. Eso. Yo no puedo pasar -ni tengo ganas, pienso: además, si mandamos papis en representación, andate a la puta que te parió.
-Bueno, está bien.
Le paso el teléfono de mi vieja, para que se comunique. Ella anota. Yo espero la despedida con tanta ansiedad como ustedes el final de esta historia.
-Bueno -dice, en tono cada vez más hostil.
-Bueno... -digo, como quien dice chau.
-Quería decirte otra cosa.
Cagamos, pienso.
-Quería decirte que tuvimos que pagar una multa por devolver el departamento antes de tiempo. Los dueños pusieron muy buena voluntad, pero nos cobraron dos meses de alquiler en concepto de multa.
-Mire usted, qué terrible.
-Sí. Eso es lo que nos costó este chiste.
La imagen se detiene.
Yo miro el teléfono. ¿Acaba de decir "esto es lo que nos costó este chiste"? ¿Acaba de decir que la consecuencia de la relación Sonia 04-Elemental es una multa de dos meses de alquiler? ¿Acaba de calificar la relación como chiste? Y, más importante aún, ¿para qué mierda me lo dice? ¿Por qué no se va a la reputísima madre que la parió?
Debería putearla, debería mandarla a la reconcha de su hermana. Pero es una mujer mayor, recuerdo. No corresponde, me digo.
La imagen vuelve a movimiento.
-Mire usted, qué terrible.
-Ah, Elemental, quería decirte que le pasamos a Sonia 04 el libro que le habías prestado al padre. ¿Te lo dio?
-No, pero no importa.
-Bueno, no faltará oportunidad de que se encuentren.
-Eso lo dudo, señora. Hasta luego.
Corto.
Estoy furioso. El departamento se tiñó de rojo. La hija de puta esta no sólo hace llamar a la madre, sino que la madre es una infeliz que me viene a decir que la relación fue un chiste, que me dice cosas que en verdad debería decirle al bagarto de su hija, la reputísima madre que la parió...
Tomo el celular. Tengo que hacer algo.
Y de repente comprendo lo que tengo que hacer: llamar a Sonia 04 y terminar con esto de una vez por todas.
viernes, 11 de mayo de 2007
Sonia 04: Final (1)
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