Miércoles (cont.).
Nos despedimos de Silvina, la terapista de pareja. Caminamos hacia el depto. Yo estoy mudo. En distintas ocasiones Sonia 04 trata de tomarme del brazo, lo cual esquivo con energía. No quiero que me toque, no quiero que esté cerca mío. No sé si me da más bronca o más lástima, su patético intento por atacarme a partir de lo que, por primera vez, le dijese la irresponsable de su analista oficial. Cuando llegamos al departamento, Sonia 04 me pregunta si quiero que duerma acá.
-Quiero no verte -digo.
Supongo que es la oportunidad que ella esperaba desde hace tiempo. Casi contenta, aunque contenida, va al dormitorio a buscarse algo de ropa. Yo me siento -mentira, me dejo caer, no puedo sostenerme- sobre el sommier del comedor. Miro la pared. Segundos más tarde, estoy llorando. Primero en silencio, luego el dolor me atraviesa y hasta tengo que doblar el cuerpo. Sonia 04 viene desde el dormitorio, con parte de su ropa en la mano, y me descubre. Se acerca, me acaricia el rostro:
-Pipu...
No respondo. Lloro en silencio.
-Pipu, te juro que lo hice por los dos.
-Cada vez que hacés algo por los dos, terminás por hacerme mierda. Me destruiste, hija de puta.
El llanto aminora, la furia crece. La miro a los ojos, y repito:
-Me destruiste, hija de puta. Me quisiste destruir.
-¿Pero qué decís, mi amor? Con todo lo que yo te quiero...
-No digas pelotudeces, vos no querés a nadie. Ni a vos, te querés.
-¿Pero qué decís?
-Te dije que me leyeras eso antes de ir a lo de Silvina. Tal como hice yo siempre con vos. Porque yo no buscaba atacarte, sino dar con soluciones a los cientos de trabas que vos pusiste en todo este tiempo. Pero no. Vos estabas demasiado contenta con esa estupidez... Vos creiste que al final dabas con algo para recriminarme, porque en el fondo sabés que cuando me quejo de la relación tengo razón... Vos creiste dar con algo y apuntaste a atacarme. Y lo que me dolió no fue lo que dijiste, que son todas pelotudeces de la burra esa que estudió en la Universidad de Belgrano, sino que gozabas. Disfrutabas el hecho de atacarme. Tenías que escucharte la frialdad con la que leías.
-Lo hice así para no ponerme a llorar.
-Lo hiciste así porque sos un monstruo, Sonia 04. Un pobre monstruo manipulado por la loca esa, que te manda a hacer las runas, que te elige el gimnasio... Sos una pobre mina. Una pobre mina con una dosis considerable de maldad. Y esa maldad te la maximiza la conchuda ésa. Y quisiste destruirme. Y fue éso, lo que me destruyó, lo que me hace sentir para la mierda.
-Pipu, yo te quiero...
-Piedad, lo único que te pido es un poco de piedad.
Sonia 04 me acaricia el rostro. Yo lloro, pero no desesperado. Lloro porque me duele algo que no sé qué es, pero sí qué lo provoca.
-Pipu, yo te quiero -dice ella.
Yo no le respondo.
Ella me besa, trata de desvestirme. La freno. Hoy no. Hoy, así, no.
-Vos sos lo mejor que me pasó en la vida -dice Sonia 04.
-Vos no -digo.
Me levanto. Voy a la cama, me dejo caer, vestido. Ella se recuesta junto a mí. Me abraza. Llora.
-Perdoname -dice.
Y yo me quedo callado. Hasta que me duermo.