martes, 10 de abril de 2007

Sonia 04: Los que es importante y lo que no

Viernes 22 de diciembre de 2006.

Me dieron franco en el trabajo. Ayer, al enterarme, tuve un leve arranque de amor kirchnerista. Fue breve. Por la mañana despierto y, en vez de irme a la cocina a desayunar, beso a Sonia 04. Primero en la frente, luego las mejillas. Acerco mi cuerpo, acaricio bajo su remera. Ella entreabre los labios, paso la punta de mi lengua por ellos. No conozco otra forma de reafirmar la incipiente recomposición que comenzó ayer. Entreabre los ojos, sonríe. Me acaricia. Abre los ojos del todo, sorprendida.
-¡Qué dura que está, Pipu!
-Como un adolescente al despertar -digo-. Una de las ventajas de ser infantil.
Lo hacemos. En un momento, se me ocurre innovar. Le digo que se ponga en cuatro. No, en la cama no. En el piso, las manos aferradas al colchón, para que pueda resistir mis embestidas tan desesperadas como mi deseo de estar bien de una buena vez.

Desayunamos. Sonia 04 me pregunta qué voy a hacer.
-Te voy a acompañar hasta Lanús, si no te molesta.
Ella sonríe.
-¿Para?
-No sé, como trabajo nunca te acompañé, y hoy tengo el día libre y puedo aprovechar.
-¿Y en qué te vas a volver?
-En bondi, ¿alguno me acerca?
-El 160, pero el viaje es como de una hora.
-Listo, no se hable más. Te acompaño.
-¿En serio?
-En serio. Atendés al de las 11, yo pelotudeo por ahí y después podemos almorzar juntos.
Me besa.

Vamos en el coche. Salimos retrasados -ella tardó en elegir la ropa y, además, volvimos a practicar la nueva pose del perrito aferrado a la cama mientras ella grita perforame, perforame-. Maneja rápido, Sonia 04. Muy rápido, teniendo en cuenta el tráfico. Putea a tacheros y otros choferes. Yo estoy relajado.

Atiende. Yo espero en el bar de enfrente al consultorio. Estoy leyendo "Arte menor", la novela que ganó el premio Clarín, que está muy pero muy mal. Luego de atender, Sonia 04 cruza. Almorzamos.

Al terminar el almuerzo, ella me dice que vaya a tomar un café al consultorio.
-¿Hoy a la noche qué vas a hacer? -pregunta (tiene cena de fin de año con sus compañeras de la prepaga que no fueron a la cena de la prepaga del viernes pasado, todas amiguitas de entre cincuenta y sesenta años).
-Viene a cenar el Libanés -digo.
Mientras prepara el café, suena el celular de Sonia 04. Mensaje de texto.
-¡Mañana es el cumple de Noe! -dice entusiasmada.
Yo no digo nada. Ella se da cuenta.
-¿Qué pasa?
-Nada...
-Dale, qué pasa.
-Nada, que tuvimos una semana de mierda. Las discusiones, el cumpleaños de tus sobrinos, hoy vas a cenar con tus amigas, el domingo es nochebuena con mi familia, el lunes navidad con la tuya... No sé, me parece que necesitaríamos un tiempo solos, tranquilos, para recuperarnos. De hecho, para eso me vine hasta Lanús.
Ella duda.
-Podría no ir a cenar con mis amigas...
-No, dejá, no importa. Mala suerte. Además, ya arreglé con el Libanés.
Suena el timbre. Llegó la paciente de Sonia 04.
-Hinchapelotas... -dice ella.
Nos despedimos, me indica dónde tomar el colectivo. Salgo, camino, espero. Una vez que estoy en el colectivo, le envío un mensaje de texto que sé que leerá cuando tenga alguna pausa entre pacientes: en serio, no te preocupes, andá a cenar con tus amigas.