miércoles, 11 de abril de 2007

Sonia 04: El día en que conocí a Gaby (1)

Sábado 23 de diciembre de 2006.

Me despierto. Ayer discutimos con Sonia 04. Las cosas, al final, quedaron en la nebulosa. Me levanto sin siquiera girar hacia ella, sin darle un beso. Camino hasta el comedor en calzoncillos. Cada paso es una odisea. Estoy como si no hubiese dormido en varios días, como si me hubieran cagado a trompadas los chicos de la Doce. Pongo a hervir el agua, más por costumbre que porque lo desee. El fuego calienta, hace calor. Voy hasta la computadora, enciendo el monitor -como tengo el emule andando, la máquina en sí está siempre prendida descargando-, me siento. Me tomo la cabeza.
Rato más tarde, escucho desde el dormitorio:
-Pipu...
Voy hasta la cocina, apago el fuego: el agua hervía hace rato. Voy, sí, hasta el dormitorio. Sonia 04 me ve y comprende enseguida que las cosas no están bien. Me siento a un costado, en el colchón, lo más lejos que puedo de ella. Me quedo en silencio unos segundos, paso las manos por el rostro, y finalmente digo:
-No doy más.
Ella me mira.
-Perdoname, sé que el otro día en lo de Silvina dije que valía la pena intentarlo, que iba a poner lo mejor de mí, pero te juro que no doy más. Cada cosa que intentamos hacer es un problema. Te quiero mucho, te amo diría, pero no puedo seguir así.
-Si me amaras no dirías esto.
-Está bien. No te amo. Como prefieras. Lo que te digo es que no puedo más. Paremos acá. Disculpame, en serio.
Ella me mira, sus labios finos se tuercen. Luego asiente, despacio.
-Está bien -dice.
Voy al comedor, me siento, miro por la ventana. Escucho que ella se levanta, va al baño. No sé cuánto tiempo pasa. Bastante. Cuando sale del baño, en bombacha, se queda de pie en el centro del comedor.
-Pipu -me dice.
Tiene los ojos llenos de lágrimas.
-Perdoname -dice.
-Está todo bien -digo-. No hay nada que perdonar. La cosa no funcionó.
-No, perdoname. Te juro que recién, en el baño, me di cuenta de todo lo que me dijiste ayer. Tenemos que estar más tiempo juntos, solos, tranquilos. No lo había entendido así, pensé que me querías coartar los movimientos, pero recién me di cuenta.
-¿En el baño?
-Cagando -sonríe.
La miro. No sé qué decir.
-No quiero arruinarlo todo -dice-. No quiero perderte.
Me tiende las manos. En bombacha, descalza, me tiende las manos.
Me levanto de la silla.

Las reconciliaciones, por lo general, implican buen sexo. El de hoy es mejor que eso. Sus pies sobre mis hombros, ella grita como si se le fuera la vida. Acabo. Ella, sonriente, se mueve como para que salga. La freno con las manos en su cintura.
-Esperá.
Reinicio. Ella abre los ojos, no lo puede creer. Evidentemente, nos hemos tomado el ritmo. Acabo, grito, y ella me mira maravillada. Se mueve, para salir. La freno de nuevo.
-No sé qué me pasa -sonrío.
Reinicio. Ella empieza a decir te amo y potro. Al finalizar, sí, caigo rendido a un costado, el pecho pura agitación. Ella, cabeza sobre mano, sonrisa que ilumina el cuarto, dice:
-Te amo, Pipu.
Miro sus ojos. Por primera vez, su mirada condice con sus palabras románticas.

Rato más tarde, dice:
-Hoy tengo que ir de Gaby, conseguí un turno.
Asiento.
-Me gustaría que vengas conmigo.
La miro. Dudo.
Digo que sí, claro.