sábado, 28 de abril de 2007

Sonia 04: El día de la mudanza (y 4)

Sábado (cont.).

Cuando regresamos al depto, acomodamos los contenidos de las bolsas. Mucho al freezer, bastante a la heladera, algo de despensa -hay que acordarse de pedirles que compren la alacena, dice Sonia 04-. Salgo hacia el comedor, y la visión de los canastos apilados en el medio me marea.
-¿En serio hay que limpiar los libros? -pregunto.
-En serio -dice Sonia 04-. Además, tenemos que decidir dónde poner las bibliotecas.
La negociación acerca de la ubicación de las bibliotecas es ardua. Sonia 04 es partidaria de mantenerlas separadas -dos en el cuarto/estudio, una en el comedor, "porque es lindo"-, yo soy partidario de colocarlas juntas donde sea -porque es práctico para ubicar los libros, cuando los busco-. Sonia 04 no parece escuchar lo que digo, repite lo anterior como si de mi boca sólo hubiese salido monóxido de carbono.
-Sonia 04 -digo, bastante molesto-, son bibliotecas, son libros, no tienen por qué responder a un patrón estético.
-En la biblioteca del comedor tendrías que poner los libros más lindos.
-¿Más lindos de contenido? -pregunto en tono irónico.
-No, los más lindos de lomo, los que se vean mejor cuando las visitas entren al depto.
Me está jodiendo, pienso, me esperanzo. Ella continúa, como si nada.
-Y tu novela y la antología donde participaste, eso también, que esté bien a la vista. Tus libros y los libros lindos y los libros raros.
-¿Para qué? ¿Para que los que entren nos envidien?
Sonia 04 sonríe. Pero no sonríe como si festejara mi chiste. Sonríe con la picardía de los niños a los que pescaron en una travesura.

Salgo al balcón, el mismo del que Sonia 04 se había quejado por no poseer vista abierta. Veo el cielo límpido, la tranquilidad de las estrellas. Me siento mal, molesto. Recuerdo lo que me dijo el padre de Sonia 04, una de las ocasiones en que lo visitamos:
-Quiero cambiar de sillones hace nueve años pero mi mujer no me deja porque no se decide.
¿Me convertí en eso? ¿Me estoy convirtiendo en eso? ¿Me está convirtiendo en eso?

Vuelvo al comedor. Sonia 04 no está. Regresó a la cocina, a limpiar otra vez la heladera. Cuando llego a la puerta, la veo concentrada. ¿Quiero vivir con esta mujer? ¿Quiero formar una pareja con esta mujer? ¿Quiero formar una familia con esta mujer? ¿Quiero que mis hijos se parezcan a esta mujer? Imagino llevar hijos míos al jardín de infantes, son idénticos a Sonia 04, son horribles, los compañeritos se burlan de ellos, ellos los ignoran porque están limpiando sus mochilas.
Me siento mal. Me siento ignorado. Pero no sólo por Sonia 04: siento que estuve ignorándome durante un buen tiempo.

-¿Qué comemos? -pregunta Sonia 04.
-No sé para qué preguntás, si vamos a hacer lo que se te cante -digo.
Ella me mira. Tuerce los labios.
-Comé lo que quieras. Yo no voy a comer.
Ella frunce el ceño. Ceños fruncidos, labios torcidos, se ha transformado en una inesperada reproducción porteña del Guernica. Toma su cartera. Va hasta la puerta. La abre.
-¡Linda primera cena de convivencia! -dice.
Sale, cierra la puerta tras de sí. Furioso, voy hasta la puerta, la abro y grito:
-¡Esto es lo que vos provocás arrasando con todo!
Cuando termino de decirlo, comprendo que acabo de gritar en el pasillo, y que esa frase fue mi carta de presentación ante los vecinos del edificio.

Solo en el depto nuevo. No me va a manejar como un títere, pienso. Ubico las bibliotecas donde ella dijo. Las pongo donde ella dijo pero lo hago cuando yo quiero, intento consolarme. Luego, comienzo a sacar libros de los canastos, los vacío uno por uno y los voy metiendo en el cajón. La noche es más fresca que el día agobiante. Disfruto un rato del comedor. Luego, comienzo a ubicar los libros en las bibliotecas. Mi novela y la antología de la que participé, en el primer estante de la biblioteca del comedor, donde ella dijo pero lo hago cuando yo quiero. No sé cuánto tiempo pasa. En el comedor hay pilas y pilas de libros. Bajan de nivel a medida que acomodo, pero han bajado muy poco: separo por lengua original (español en una biblioteca, otras en la otra) y allí por orden alfabetico del autor.
Suena el teléfono. Sonia 04.
Dice que está en su casa, que fue a comer allá. Dice su casa.
-¿Vos estás en tu consultorio? -pregunto.
Dice que sí. Dice que fue un día agotador, que ambos estamos de mal humor y que se va a quedar a dormir ahí.
-¿Vos me estás jodiendo? -digo, y no sé cómo se lee pero lo digo calmo-. Ahora me avivo de una cosa: vos te dejaste armadito el consultorio para situaciones como ésta. Si te mandás una cagada y yo me caliento, te vas a dormir allá. ¿Te puedo decir algo? Olvidate. Vivimos juntos, esta es nuestra casa y, te guste o no, te venís ya mismo a dormir acá.
-No voy.
-¿Vos te escuchás? Parecés una nena de cinco años.
-Si voy vamos a discutir.
-¡Y claro que vamos a discutir! ¡Por supuesto que vamos a discutir! ¡Porque me ignorás por completo a la hora de tomar decisiones, vamos a discutir!
Se queda callada.
-¿Te creías que te iba a decir que si venís no vamos a discutir? Error. Te ordeno que vengas, y te prometo que vamos a discutir.
Un segundo de silencio.
-Bueno, voy.

Y viene, media hora más tarde.

Y discutimos.

Y nos reconciliamos (sin sexo).

Y así termina nuestro primer día de convivencia.