Domingo 21 de enero de 2006.
Me despierto antes que Sonia 04. Salgo a comprar el diario. Es la primera vez que lo hago, en este departamento. Por lo general, cuando llego a un nuevo edificio soy medio paranoico: ¿se pensarán que soy un chorro? Al no saludar salvo con un buen día -soy tímido- y al andar mal afeitado, ¿me creerán un criminal? Por suerte, ayer ya saludé al suplente del portero, que es medio pelotudo pero no molesta. Compro el diario, compro facturas. ¿Pero las facturas no tenían una especie de precio común? ¿Por qué acá salen tanto más que en Almagro? En fin, parecen ricas -al llegar al depto comprobaré que las apariencias engañan-. Regreso al depto, preparo el café por primera vez en la cafetera que nos regaló mi vieja, sale riquísimo, tipo petróleo, como a mí me gusta. Me siento, leo el diario, encuentro el suplemento espectáculos. Por primera vez, figura mi nombre en la tapa del suplemento como uno de quienes escriben por la conmemoración de la muerte del Gordo Soriano. Por primera vez, mi nombre parece algo destacable. Probablemente mi amistad con el Editor Más Fachero haya influido, pero aún así me resulta reconfortante. Encima, leo mi columna y creo que está bastante bien. Encima, hablo bien de alguien que admiro. Eso me pone de muy buen humor.
-Pipu... -escucho desde el dormitorio.
Me incorporo. Doy un paso hacia la cocina, para prepararle el desayuno a Sonia 04. Me freno. Me quito los pantalones, medias, remera, calzoncillo. Llego al dormitorio en pelotas y enhiesto.
-Pero todavía no hice nada, para provocarte -dice Sonia 04, sonriente.
-Soy así -digo-. Además, tenemos que estrenar ese sommier cuanto antes.
Y lo estrenamos.
Creo que sus gritos se escuchan en todo el edificio. Y juro que no exagero.
Sonia 04 está muy orgullosa por la nota, la lee una y otra vez, me marca algo que no entiende. Releo, preocupado por haber redactado mal -escribo apurado, no conozco otra forma, y a veces se me puede pasar, pero el Editor Más Fachero siempre salva las papas-, y al releer encuentro que está bien, que es claro. Se lo leo, despacio, creo que la frase es prístina.
-No entiendo, Pipu.
Y entonces sí, me preocupo. Pero por otra cosa.
Por la tarde, vamos al Easy y a Jumbo, los que están en Pacífico. Resta comprar algunas cosas para el depto. En el Easy, terminamos por no comprar nada -en Once está más barato, dice Sonia 04, en Belgrano vi más lindos, y así-, lo que no significa que no hayamos estado más de una hora y media con Sonia 04 que comparaba entre productos. En el Jumbo, otro tanto. Pasamos por la sección de textiles, ella insiste con que con las sábanas no hay apuro, yo le digo que hoy me desperté todo pegoteado sobre el colchón, que voy a llevar cualquier juego al menos para ir tirando. Ella tuerce los labios, pero acepta.
Desgraciadamente, el Easy y el Jumbo disponen de un shopping. Almorzamos ahí, y luego Sonia 04 me dice que quiere ver una blusa en un local de ropa. Le digo que lo haga rápido, que tenemos todo el depto hecho un quilombo. Entramos. Sonia 04 comienza a comparar entre blusas. Cuarenta minutos. Sonia 04 pide que le traigan otros ejemplares de las mismas blusas, así se los prueba. Veinte minutos. Me siento en uno de los confortables sillones que dispusieron en el local para novios hastiados, lo que me da un indicio de que Sonia 04 no es tan enferma, que hay otras como ella. Entra en los probadores con una blusa. Diez minutos. Veinte minutos. Treinta minutos. Cuarenta minutos. En un momento, tengo miedo de que le haya pasado algo. Me acerco al probador para golpear la puerta, para preguntarle si está bien, y por la rendija que queda entre la puerta y la pared veo un espectáculo que me aterra.
Sonia 04 tiene la blusa puesta. Se mira de perfil unos veinte segundos, luego gira y se mira del otro perfil un minuto, luego vuelve a girar y otro minuto, luego vuelve a girar y otro minuto... Es decir, hace cuarenta y pico de minutos que está encerrada en el probador mirándose una y otra vez de distintos perfiles.
Está loca, pienso. Vivo con una loca de mierda, pienso. Golpeo la puerta del probador.
-Ya va... -dice ella.
Y sigue con los perfiles en el espejo. Vuelvo a golpear, no espero a que responda que entreabro la puerta.
-Sonia 04, me voy a casa en taxi, vos perdé el tiempo como prefieras.
-Ya voy, Pipu, ya voy...
Ahora sí, se apura. Salgo del local, espero afuera. Sonia 04 sale. Dice:
-Disculpá.
-Por favor, cambiá de analista. Vos estás muy mal.
-Bueno, tampoco la pelotudez.
-Sonia 04, vinimos a comprar cosas para el depto y, si no fuera porque me puse firme con lo de las sábanas, no habríamos comprado absolutamente nada, y ya ayer nos había pasado lo mismo. Y digo, el lugar estaba lleno de cosas lindas, que vos comparaste una y otra vez... Además, tenemos el departamento hecho un quilombo, tengo que ordenarlo y vos te quedás pelotudeando más de una hora y pico delante de un espejo por una blusa...
-Ya sé, Pipu, perdoname...
Me doy cuenta de que la piel me hierve. Debo estar todo colorado. La gente del pasillo, los que pasean y dominguean, me miran. Deben pensar que soy esa clase de novio que maltrata a su novia. Me callo. No hablo más. Igual, la piel sigue hirviendo. Sigo todo colorado.
En el coche, de regreso, Sonia 04 dice:
-Pipu, no te pongas así.
-¿Y cómo querés que me ponga? Me sacás.
-Ya lo sé, y está muy bueno que vos me cagues a pedos, que me pongas en mi lugar...
Suspiro.
-A ver si me entendés, Sonia 04. Yo sé que vos necesitás esa clase de hombre, esa clase de maltrato. El tema es que yo no quiero convertirme en esa clase de hombre. ¿Me entendés?
El resto del trayecto, no hablamos.
domingo, 29 de abril de 2007
Sonia 04: Una cuestión de prioridades
Etiquetas: Sonia 04