lunes, 16 de abril de 2007

Sonia 04: Arranca el 2007

Lunes 1 de enero de 2007.

Nos despertamos tarde. No tanto como deberíamos por la hora a la que nos acostamos ayer: el calor es agobiante desde temprano. Beso a Sonia 04, le digo que cuando vivamos juntos deberíamos tener aire acondicionado. Ella dice que hay otras prioridades. Estoy a punto de preguntar cuáles, pero enseguida su cuerpo desnudo no aplaca lo que el calor intenta apagar, que es otra clase de calor.
-El primero del año -digo, como si esos datos estadísticos importasen.
-Hace mucho calor, Pipu -dice ella, a quien, evidentemente, esos datos estadísticos no importan.

Almorzamos luego de darnos un baño. Al hacerlo, ponemos una película que descargué con el eMule: El diablo viste a la moda, con Meryl Streep, Anne Hathaway (¡qué linda que es!) y Stanley Tucci. La historia resulta amablemente predecible, divertida diría. En un momento de la trama, la protagonista (Hathaway), que ha escalado posiciones en pos de vender el alma al supuesto diablo (Streep), comienza a alejarse del novio, con el que convive. Ya no tienen sexo como antes, ella le da poca bola. De hecho, el día del cumpleaños de él ella llega luego de que la reunión terminó, y él está molesto y se va a dormir.
-¿Te imaginás si yo te hago algo así? -dice Sonia 04-. No me hablás por una semana.
-Si hacés algo así tenés las valijas esperándote en la puerta -digo.
Sonia 04 me mira, en busca de si se trató de un chiste. Yo estoy serio.
La película continúa. Hathaway tiene un tipo que le va atrás, muy pintón él, periodista consagrado. Ella le histeriquea, un poco. Surge un viaje a París. Ella, antes de viajar, y con la relación de la que sólo quedan vestigios, le dice al novio que quiere tomarse un tiempo. Se va a Paris, coge con el pretendiente, quien la engaña laboralmente -esto es una novedad cinematográfica: ahora los engaños son laborales, no amorosos-. Ella decide finalizar su carrera como arribista y chupamedias, vuelve a New York. Allí, se reencuentra con el novio y en un diálogo un tanto difuso plantea volver a estar juntos. La cosa no se resuelve. Fin.
-Bastante hipócrita, la película -digo.
-¿Por?
-Primero, porque si bien dice que el arribismo es deleznable, ella comienza a ser respetable, en términos cinematográficos, cuando comienza a ascender. Hasta entonces es un sorete. Bien yanqui. Y después, es hipócrita en el sentido más tradicional del término: ¿para qué quiere volver con el novio, si estaba caliente con el otro, si se fue a coger con el otro?
-Vos no entendés nada, Pipu. A veces las cosas se dan así.
-Las cosas no se dan así, Sonia 04. Las cosas se hacen así, y hay que hacerse cargo de lo que se hace. ¿Uno está caliente con otra persona? Perfecto. Puede pasar. ¿Uno quiere coger con otra persona? Si la pareja tiene un trato de monogamia, eso es imposible sin traicionar la confianza del otro. Y si se traiciona la confianza del otro, lo mejor es tener un cachito de dignidad y picárselas.
-Las relaciones humanas son complejas.
-Son complejas si se quiere salir ganando siempre. A veces hay que perder. Vas a ver cómo entonces las cosas no son tan complejas.
-Vos sos terrible. Si hubieras sido Rafael... ¿Vos sabés que una vez me acompañó a Mercedes para unas jornadas, me vio hablando con el chabón con el que sabía que le había metido los cuernos, y no me dijo absolutamente nada?
-Rafael era un buen tipo. Demasiado. Demasiado racional, casi te diría frío.
-Él entendía de esas cosas.
-Él las aceptó, que es algo muy distinto. ¿Y para qué? Para que al final le dieras una patada en el culo, le hicieras el juego del amigo y empezaras a contarle que te acostabas con un tipo casado. ¿Ese, es el tipo de cosas que hay que entender?
-Tu razonamiento es muy infantil.
-Me encanta, cuando los que meten los cuernos acusan a los fieles de ser infantiles. Hasta donde yo sé, el problema que tienen los chicos, mayormente, es que quieren hacer todo lo que se les ocurre. Que no tienen límites, y que un adulto tiene que ponérselos. Autofijarse límites es adulto. Cagar a otro es quebrar los límites. ¿Ves? No es tan complicado. Se lo complica cuando conviene. Y te digo otra cosa. No me llames más infantil, que está empezando a romperme las pelotas. Vos y la otra pelotuda, Silvina, la terapista de pareja, están dale que dale con que soy infantil. ¿Y sabés una cosa? Yo me pongo los pantalones largos, me hago responsable de mis acciones y te lo digo. Y te garantizo que nunca te voy a meter los cuernos.
-Y vos sabés que yo no te lo puedo garantizar.
-¿Vos me estás jodiendo?
-Puede pasar, que me enamore de otro.
Me paso una mano por el rostro. Tengo ganas de meterle un bife. Por suerte, me controlo.
-¿Puede pasar? -pregunto.
-Como pasar, puede pasar.
-¿Y para qué me lo decís?
Ella me mira. Tuerce los labios.
-¿Para joderme, me lo decís? ¿Para hacerme sentir inseguro? ¿Para ponerme como la mierda? Yo no hago eso con vos. Yo te tranquilizo.
-Y a mí me encanta que me tranquilices, Pipu -dice ella mientras me abraza.
-Bueno. Va siendo hora de que pienses en cómo tranquilizarme, también.
Ella me mira.

Vamos a cenar de sus padres. En el transcurso, nos preguntan por el departamento. Ponemos piloto automático, y explicamos los detalles.
-Nosotros les regalamos el lavarropas -dice la madre de Sonia 04.
-¿Necesitan alguna otra cosita? -pregunta el padre de Sonia 04.
A partir de entonces, comienza un interrogatorio de cuántas cosas tenemos y cuántas necesitamos. Hay, en la generosidad de los padres de Sonia 04, algo que me inquieta. Es demasiada. Nos vamos a vivir juntos, no debería ser nada del otro mundo. Sin embargo, para ellos es muy pero muy importante. Tanto como para llenarnos de electrodomésticos.
Como si fuera mucho, pienso.
Como si se estuvieran sacando un clavo de encima luego de mucho tiempo, pienso.
No lo digo, claro.