martes, 27 de marzo de 2007

Sonia 04: Se viene el estallido (2)

Viernes 17 de noviembre de 2006.

Mañana. Me despierto temprano, voy hacia el trabajo. Si Sonia 04 escuchó algo de lo que le dije ayer, se pondrá las pilas. Me llamará, me dirá que me quiere. Estoy arriba del colectivo 24, y cada movimiento me hace fantasear con que suena el celular. No suena. Me bajo en San Telmo, como siempre, y miro la hora. En media hora Sonia 04 comienza a atender a sus pacientes. O sea, que no tiene demasiado interés por llamarme.
Mi cabeza hierve. Doy una vuelta a la manzana, espero. Faltan quince minutos para que comience. Llamo. Atiende, dice que se está bañando, que enseguida me llama. Camino. Recorro San Telmo, vacío es más lindo, aunque no aprecio demasiado. Pasan quince minutos. Sonia 04 no llama, ya debe haber llegado al consultorio y no llama. Mi cabeza estalla. Marco llamar. Sonia 04 atiende de muy mal modo.
-¿Qué pasa? -dice.
-Que dijiste que me ibas a llamar, y enseguida empezás a atender por lo que no ibas a llamarme.
-Vos me pedís demasiado. Tengo que llevar a mi abu al mercado.
-A mí me chupa un huevo tu abu, el mercado y todo lo que se te ocurra -casi grito.
-¿Pipu? -por primera vez, hay temor en su voz.
-Estoy harto, Sonia 04. ¿Me entendés? Harto. Harto de que pases la pelota, de que creas que tu psicóloga tiene la solución mágica, o que la fórmula la tenga la terapia de pareja. Acá pasa algo, y es que a vos no te pasa nada.
-Tenemos problemas de comunicación.
-¡Para de repetirme lo que te dijeron las pelotudas esas! -me freno, trato de serenarme, un linyera que dormía en la calle me hace una seña para que baje la voz-. Ayer te dije que estoy cansado, que necesito que tomes la posta, y vos hoy ni llamás. Me hartaste, Sonia 04.
-¿Qué quiere decir que te harté?
-Que se terminó. Basta.
-Tengo que llevar a mi abu...
-¡Tu abu me importa tres mierdas! -el linyera se da vuelta, molesto.
-Tenemos que hablar en persona.
-Me parece bien.
-¿Cómo hacemos?
-Pasá por casa. Y por favor traeme tu parte de la plata que tiré en la reserva de las cabañas.
-¿No puede ser en la mía?
-No. Pasá por casa.
(este partido no lo juego de visitante ni en pedo, pienso).
-¿A qué hora?
-Alguna hora en la que no vayas a llegar tarde.
-Pero yo no sé.
-¿A las cuatro de la mañana estarás libre, como para no llegar tarde?
-No me tomes el pelo.
-Bueno, entonces decime vos.
-Nueve y media.
-Diez y media, mejor. Tengo que cenar con mi vieja.
-¿Pero en serio querés cortar?
-Hablamos a la noche, Sonia 04.
Corto. Miro San Telmo. El linyera me hace una seña de que está todo bien.

En el trabajo, el Chancho se da cuenta de que estoy mal.
-¿Qué te pasa, loco?
-Se terminó.
-¿Te larga?
-No. Me cansé yo.
Le cuento algunos de los pormenores.
-Esta mina no sabe qué carajo quiere -dice el Chancho.
-Y, parece que no.
-No se puede fantasear con vivir juntos, asumir una responsabilidad, y después pasarle la pelota a sus analistas. No es serio.
-Sonia 04 es como la Dirección en la que trabajamos -interviene el Flaco-. No resuelve nada, y en el mejor de los casos deriva.
-A la mierda, la voy a derivar -digo.

Recibo mail de la Bella Poetisa.
Elemental, estuvo bueno conocerte! Sos parecido a la foto, pero más lindo. Suerte en mar de las pampas... Un beso,
Y yo con esta infeliz, pienso.

Por la noche, ceno con mi vieja. No deseo contarle, pero ella saca el tema de que mi hermana cumple años el domingo, que quizás sería buena ocasión para conocer a Sonia 04.
-Creo que no habrá Sonia 04, para el domingo -digo.
Entonces sí, le cuento. No todo, claro. Los ahogos, los supuestos problemas comunicacionales, la propuesta de terapia de pareja.
-¿¿¿¿Terapia de pareja???? -grita mamá, y el resto de los comensales del restaurante giran hacia nosotros-. Pero por favor, si ustedes todavía no son una pareja. Eso es para matrimonios que llevan años, no para dos meses de noviazgo... Elemental, escuchame bien. Vos estás empezando a triunfar en lo profesional, sos un lindo tipo, todas mis amigas me lo dicen...
-Tus amigas tienen cincuenta y pico, mamá.
-No importa, son mujeres. Y dicen que sos un churro bárbaro. Cuando le cuento a las residentes del hospital todo lo que estás haciendo, se mueren... Encima vos querés algo comprometido, no pelotudear. Te digo: estás a punto caramelo, te transformaste en un buen partido. Vos podés elegir a quien quieras. Y además, esta chica tiene 35 años, tu misma edad, es grande para vos.
Y eso que mamá no sabe que Sonia 04 tiene, en verdad, 37. Casi 38.
Podría aclarárselo, pero no quiero arruinar más la cena.

Sonia 04 llega puntual. Bajo a abrirle. Está con jogging, demacrada. Nos saludamos con beso en la mejilla. Cuando sube, lo primero que nota es que en la mesa del comedor están sus pertenencias que había en el departamento: remeras, fundamentalmente. La invito a sentarse. Ella me mira en silencio. Tomo aire, y luego hablo.
-Bueno, lo mejor es hacer esto lo más breve posible. Me parece que estamos tratando de alargar algo que no va. Vos me querés, yo te quiero, pero me parece que cada uno necesita algo distinto que lo que el otro le puede ofrecer. Lo que yo necesito, vos no lo tenés. Lo que vos necesitás, que yo me borre, que sea una sombra, no te lo puedo dar. Y me parece que lo mejor es que frenemos acá, cuando la cosa no pasó a mayores, cuando si se da un corte aún nos resta algo de respeto por el otro. Si seguimos y cortamos, va a ser cien veces peor, porque habrá resentimiento. En serio, te deseo lo mejor.
Ella me mira. Se pone de pie. Se pone a llorar. En menos de un segundo está sobre mi regazo, llorando, y repite una y otra vez la misma súplica:
-No me dejes, por favor.
En medio del llanto también dice:
-Vos sos lo que yo necesito, te prometo que voy a cambiar.
¿Por qué creerle? ¿Por qué suponer que la esencia de las personas puede cambiar? Quizás porque a veces uno necesita creer en eso. Quizás, simplemente, porque uno es idiota.
Ella repite el no me dejes, y su llanto es cada vez más desesperado. La abrazo, intento calmarla. Digo lo único que se me ocurre que la puede tranquilizar:
-Está bien, lo vamos a intentar.
Y volví a caer en la trampa.