Viernes, trasnoche. Llego al Villa Malcom, puntual, a la 1. Hace frío. Espero en la puerta, no se ve nada de adentro, y no tengo ganas de entrar a buscar a Sonia 04, para que parezca que la saco a la fuerza. Sin embargo, como dije, hace frío. A la 1 y 10 llamo a su celular, no responde. Está bailando, supongo. Quien pidió que la venga a buscar es ella, recuerdo. 1 y 15 aparece, por suerte sin sombrero. Me hace señas para que entre, le digo que no: estoy relativamente cansado, y el tango no me gusta. Insiste, no me queda otra. Me asomo, le digo que deseo ir para casa.
-Es que no cené -dice, y se manda para la barra, donde la atiende la camarera.
Pide un sandwich.
-¿Cómo te fue? -pregunta.
-Bien, bien -digo; podría confesar pensando en vos, con ganas de verte, pero acá no da-. ¿En serio no comiste?
-Llegué re-tarde a la clase, y después enseguida empezó la milonga.
Escucho. Pasan esos tangos remixados, que me parecen horribles, una forma de readaptar un estilo a las demandas de la ignorancia turística.
-Ese tema me encanta -dice Sonia 04.
Y encima tardan en traer el sándwich.
Llegamos a casa. Ella desempaqueta el sándwich, y cuando voy hacia la cocina para servirle algo de tomar, escucho que abre el bolso.
-Te traje una sorpresa -dice Sonia 04.
Voy, sonriente. Hace mucho que no me hacen un regalo, no en plano de pareja por lo menos. Sonia 04 saca un paquete que no me cuesta adivinar como libro.
-Me costó mucho conseguirlo, pero acá está.
Regalarme libros es, por lo general, poco recomendable. Leí mucho, lo que no leí en general fue porque no despertó mi curiosidad, aunque cada tanto caen en mis manos gratas sorpresas. Gracias a mi último cumpleaños y al Libanés y la Cuyana, por ejemplo, descubrí a Coetzee y desde entonces soy adicto. Pero ellos escriben y leen mucho. Y Sonia 04 lee a Osho y, como mucho, Saramago -eso vi en su rapiestant que funciona como biblioteca- y, según cuenta, una vez le prestaron un libro de Paul Auster. Abro el paquete con mi mejor sonrisa, que no deje traslucir mis temores.
Leo el título: "Espigas de la vida". Veo la autora: la desconozco.
-Es mi analista -dice Sonia 04-. Vas a ver qué bien que escribe.
-Qué bueno -digo, y no creo que haya logrado impostar mucho entusiasmo.
Sin embargo, voy a lo que más me importa: la dedicatoria. La página está en blanco.
-No vale -digo-, tenés que dedicarlo.
-Pero yo no sé escribir como vos -dice Sonia 04.
-Los sentimientos no necesitan de talento literario -digo, y lo creo firmemente.
-Uy, qué difícil...
Sonia 04 toma el libro, una birome, me pide que vaya a otro lado mientras escribe. Voy a la cocina: el agua hierve, tardo todo lo que puedo en preparar el café hasta que escucho:
-Ya está.
Llevo los cafés con Baileys. Tomo el libro. Leo la dedicatoria:
Este libro fue muy importante para mí, y espero que también lo sea para vos. Con afecto, Sonia 04.
-Gracias -digo.
-¿Pasa algo? -dice, evidentemente vio mi cara.
-¿Con afecto? -cito.
Lo dicho: los sentimientos no necesitan talento literario.
miércoles, 7 de marzo de 2007
Sonia 04: Con afecto
Etiquetas: El Libanés, La Cuyana, Sonia 04