Jueves 31 de mayo de 2007 (cont.).
Alzo la mano, saludo, le indico que yo soy yo. Sonia 08 asiente, creo que incluso suspira, y se acerca a la mesa. Ella no había exagerado: es petisita. Por "petisita" quiero decir que es aún más baja que Chichón de Suelo. Está de rosa. A ver: cuando digo que está de rosa digo exactamente eso. Está de rosa. Un tapado (bueno, no sé si es precisamente un tapado, la Editora Mais Bonita siempre me carga con que no sé los nombres específicos de las prendas femeninas) rosa. En la cabeza, una vincha (bueno, no sé si precisamente vincha, esos cositos de metal en forma de u) rosa. En el cuello, una bufanda rosa. Por un instante, me siento el inspector Clouseau.
Cuando ella avanza hacia mí -entro en el otro salón de Crónico- con pasos acelerados, es tan baja que la tapan, a mis ojos, las cabezas de los demás parroquianos. Se detiene junto a mí. Me levanto apenas del asiento, ya estamos a la misma altura, nos saludamos con un beso.
-Hóla -dice Sonia 08, para quien todas las palabras parecen ser gravemente graves en su acentuación, con su voz finita, igual a la de ayer por teléfono.
-Hola, cómo va. Sentate, ponete cómoda.
Ella se sienta del otro lado de la mesa. La miro. Es linda, de cara. Tiene unos ojos que podrían iluminar todo Palermo, si no fuera porque para los turistas parece que funciona mejor eso de la penumbra. Se quita el tapado-que-no-sé-si-se-llama-tapado. Miro cómo está vestida. La verdad, no me gusta, pero tampoco me importa.
-Estás muy linda.
-Grácias -sonríe.
Le pregunto qué quiere tomar. Una coca light. Yo pido un cortado en jarrito. El mozo se aleja. Ella dice:
-Bueno, primero lo primero.
Por un instante creo que me va a besar. No. Se fija en su cartera -que, por suerte, no es rosa-, la abre y extrae con movimientos ampulosos, con sus manos pequeñas, mi novela. Se fue hasta la editorial para conseguirla. Me enternece. Me la tiende con las dos manitas. Me tiende, también, una birome.
O sea, estoy en un bar con una lectora devota por primera vez en mi vida. La novela es una mierda, lo sé, pero ella parece no darse por enterada. Me resulta increible, estar en una situación semejante. Digo, no soy famoso. Digo, no soy nadie, apenas un pibe -por favor permítanme decirlo así, de forma tal de no sentirme viejo- que escribe y la rema. Pero resulta que para alguien soy algo así como importante.
Tomo la novela, la abro, escribo: "Para Sonia 08 y sus ojos, y sólo para sus ojos, con el cariño de Elemental". Ella lee, sonríe, me esquiva la mirada, guarda la novela en la cartera.
Vuelve el mozo con nuestro pedido.
Empezamos a hablar. En verdad, habla ella. Me cuenta su vida con palabras asombrosamente acentuadas como graves, en ritmo frenético. La escucho, al principio. Luego, me concentro en sus ojos. Luego, pienso que estoy con una chica de 26 años en un bar, una chica que, dice, me admira -sí, dice que me admira, a dónde hemos llegado-, y yo estoy a horas de cumplir 36 años. Un viejo verde, soy. Un viejo verde que ni siquiera la escucha del todo, que apenas si atina a aferrarse de ciertas palabras de su monólogo para introducir preguntas que den cuenta de que está prestando atención.
En un momento ya terminé mi café. Sonia 08 habla tanto que no va siquiera por la mitad de la coca light. Suben la música, en Crónico. Es mi oportunidad, pienso. Me toco la oreja, digo que no escucho bien y me siento junto a ella. La miro a los ojos, fijo. Soy un zoquete, pero sé que mis ojos son lindos, quizás lo único, y a esta altura del partido, de la vida, he aprendido a sacar provecho de esas cosas. Ella me desvía la mirada. Me resulta una niña. Me siento un degenerado. Le pregunto si está nerviosa, que me desvía la mirada.
-Sí, no sé -dice Sonia 08.
-A ver si esto te saca los nervios -digo.
Y la beso.
No besa mal. Tampoco bien. La verdad, el beso me desilusiona un poco. Pero no es que bese mal, es otra cosa. Y no sé qué es esa otra cosa.
Mi lengua se pierde en su boca, la recorre como si fuese un soldado que reconoce el terreno para una futura avanzada de su propio batallón, y cuando nos separamos ella sonríe.
-Pensé que yo no te iba a gustar -dice Sonia 08.
Es linda, de cara. No sé por qué pensó eso. Tontita, pienso. Vuelvo a besarla. Ella acerca su cuerpo al mío, en esta oportunidad. La abrazo, paso una mano por su cintura.
-¿Te estás fijando si tengo rollitos? -pregunta ella, entre besos.
-No, nena, nada que ver.
Y es la verdad. Claro que esa pregunta dispara mis alertas. Me fijo, entonces, si hay rollitos. Sí, los hay. Pequeños, calculo. Una diminuta masa blanda que rodea su cintura, que cede ante la presión de mis dedos.
La atraigo hacia mí. La beso con más fuerza. Paso la punta de la lengua por sus labios. Creo que tengo la lengua suave, al menos eso suelen decirme.
-Tenés la lengua re suave -dice Sonia 08.
Vuelvo a introducir la lengua en su boca, vuelvo a pasar la punta de la lengua por sus labios. Ella se aparta, desvía la mirada.
-¿Pasa algo? -pregunto.
-Que éso que hácés me caliénta.
Sonrío. Vuelvo a hacerlo, una, dos, tres veces. En uno de los besos, ella introduce su lengua en mi boca, me acaricia el paladar. Eso es lo que me calienta a mí. Encima, sin solución de continuidad, hace lo otro que me pierde: cuando introduzco por enésima vez la lengua en su boca, succiona. Y succiona bien. Y ahí ya llegamos a un punto sin retorno.
-¿No querés que vayamos a otro lado, mi casa por ejemplo? -digo.
Ella asiente, sus ojos hermosos clavados en los míos.
Luego desvía la mirada hacia la mesa.
-Todavía me quéda cóca-cóla -dice.
-Tomala, tomala.
Giro y, en un movimiento inusualmente ágil, le hago una seña al mozo para que traiga la cuenta. De reojo alcanzo a divisar que Sonia 08 termina su coca-cola -en su caso, cóca-cóla-. Sonia 08 recibe un mensaje de texto, y lo responde veloz. Es el tercero de la noche. Una amiga, supongo. Le preguntan si está todo bien, calculo. Pago. Salimos. Hace frío.
Caminamos. Paso una mano por su hombro, y dada su estatura es casi como si estuviese apoyado en la barra de un bar. Caminamos. Sonia 08 dice:
-No entiendo por qué Sonia 04 te dejó pasar -lo dice así, Sonia 04, me suena extraño, para mí es, en la mayor parte del tiempo, el nombre real y no Sonia 04, las palabras de Sonia 08 me recuerdan que estoy, quizás, en una dimensión alterna, la dimensión que escribo acerca de lo que me sucede y no lo que me sucede en sí.
-¿Estámos cérca de tu cása? -pregunta Sonia 08.
-Sí, unas cuadras apenas.
-¿Me citáste ahí por si íbámos a tu cása?
-Claro -reconozco, no sé por qué habría que mentir.
Cuando estamos llegando a la esquina de mi casa, otro mensaje de texto para Sonia 08. Ella hace un gesto de contrariedad, y responde, veloz. Sólo entonces me cae la ficha.
-¿Vos estás de novia? -pregunto.
-Álgo ásí -dice.
-Ah, mirá vos.
Comienzo a sentirme incómodo. Ya estamos ante la puerta de mi edificio. Tiene novio. Eso, por lo general, va contra mis principios. No me gustaría que a una novia mía se la coja otro flaco, por lo que trato de mantener nivelados el ying y el yang. O algo así. Tengo un impulso: le digo que bueno, que entonces no, que mejor lo dejamos acá.
-Igúal éstá en la puérta de salída -dice.
-¿Cómo? -pregunto, llave en mano, duda en la garganta.
-Éso.
Ah, está por cortar, pienso. Intento convencerme de que, si está por cortar, eso constituiría una salvedad a mi imperativo categórico. Miro la llave en mi mano. Son segundos, son años. Introduzco la llave en la cerradura de la puerta de calle.
Entramos.
Y se viene el porno, nomás.
lunes, 2 de julio de 2007
Sonia 08: La cita
Etiquetas: Sonia 08