viernes, 6 de julio de 2007

Sonia 08: Feliz cumpleaños

Domingo 3 de junio de 2008 (cont.).

Camino por Santa Fe, voy hasta la escuela Úrsula Llames de la Puente, sobre Charcas. Entro al cuarto oscuro. Siento pena. Estas elecciones me dan pena. La lucha tripartita por el podio del patetismo me da pena. Pronto dirán que Macri es Hitler, que Filmus Gandhi, que Telerman Piñón Fijo. Ése, es el nivel de debate. Unos intentan identificar al mal como si así, en forma automática, se ubicaran en el bien. Otros no dicen nada, saben que el silencio, cuando quien habla es un imbécil, es la mejor herramienta dialéctica. Pronto, las calles empapeladas con gente de la cultura a favor de votar a Gandhi. Gente de la cultura que, de acuerdo a la lógica publicitaria, funcionaría como "yo que soy grosso y mi voto es calificado lo elijo a él, usted que no piensa y su voto es una mierda debería elegirlo a él". Es así, la gente de la cultura, acá. Supuestos elegidos. Quizás debería decir "esa generación de la gente de la cultura". Ojalá sea así, ojalá los que se vienen rompan todo. Ojalá los que vienen no sean "los que piensan" frente a "los que no piensan", ojalá los que vienen no enarbolen, ante sus estrepitosos fracasos literarios, que "la gente no sabe leer" cuando, en verdad, ellos no saben escribir. Ojalá la siguiente generación no precise ubicarse en un podio del saber para protegerse de las críticas de los que, supuestamente, no saben. Ojalá que la siguiente generación de la gente de la cultura no piense más en becas o subsidios que en la propia obra, que en el contacto con el lector. Ojalá que la siguiente generación de la gente de la cultura sea menos onanista, se mire menos el ombligo. Digo, los que tienen mi edad para abajo, todos, sufrieron los 90 desde el desempleo. Los antecesores escribían pelotudeces en Página, no elaboraban una puta palabra coherente en contra de lo obvio, de lo que se caía con un simple soplido. Era tan simple, fueron tan obtusos como para recluirse en claustros, en el gueto, en la bequita. Ojalá que esa generación que se viene no sea un salvavidas de amianto para el candidato mediocre de turno, para el supuesto progresista que no dudó en trabajar para corruptos si le facilitaba su carrera, para el supuesto buenito, así, buenito, porque se tiene que identificar como buenito, como perseguido en los 70, como tipo bueno, viste, porque si rascás un poco en la superficie queda poco, queda nada. Ojalá que los que se vienen en la cultura se caguen en la mediocridad. Eso, votaría hoy, ante la tríada de infames. A la final, voto a Lozano.
Mientras introduzco el sobre en la urna -sobre que en la siguiente elección, en el ballotage, estará vacío y será mucho más difícil de introducir porque se doblará para todos lados-, miro a los fiscales de mesa. Figura extraña, la del fiscal de mesa. Siempre que los veo me pregunto por qué están ahí. Por qué militan, por así decirlo, si el discurso de sus líderes está vacío de contenido simbólico. Recuerdo, entonces, que aún resta el contenido económico, monetario. Los imagino, entonces, a la hora del recuento de votos después de las seis de la tarde, haciendo cálculos para saber si conseguirán o no algún carguito en el próximo gobierno. Eso, pienso al ver a los fiscales de mesa.
Las autoridades de mesa, en cambio, me dan pena por tener que perderse un domingo para la fantochada de otros.

Regreso a casa. Las elecciones me deprimen. Pero no es sólo eso. Me revolotea la imagen de Sonia 08. Errores que comprendo ya cometí y son, a esta altura, insalvables: a) le dije que pasara hoy a la noche para darme el regalo de cumpleaños que ya me había comprado; b) le dije que el próximo sábado podía venir a mi cumpleaños, al cantobar. No sé por qué dije algo así. Mejor dicho, lo sé: porque soy un imbécil, un idiota que no sabe ocupar el rol que le corresponde, que cree tanto en el amor, espera tanto del amor, que se esperanza de que puede estar en cualquier parte, incluso cuando sabe que es imposible. Por eso me identifico con Locke, de Lost: él es un tipo al que la vida lo hizo mierda, en el fondo carece de fe, carece de sentido en su propia vida, y cada vez que sospecha que puede haber una verdad se manda hacia ahí con todo, con toda la fe del devoto reciente, y cuando comprueba que ahí tampoco está reacciona airado, como si la ausencia de verdades generase culpas. Y la ausencia de amores tampoco debería generar culpas.

Seis de la tarde. Por primera vez, no miro la transmisión de los resultados. Me meto en la bañadera, inmersión con agua hirviendo, Diana Krall suena de fondo, café con Baileys junto a la bañadera. Suena el celular, que por suerte lo ubiqué próximo. Atiendo. Mi vieja. Hay cierta euforia, en su voz:
-¿Viste? ¿Telerman no entra al ballotage? Filmus le ganó.
-Pero qué bien -digo, cansado-. Cambió el curso de la historia.
-Sí, ahora se va a tener que enfrentar en segunda vuelta con el hijo de puta de Macri, pero por ahora hay que festejar.
-Claro. ¿Y cuánto sacó, Filmus?
-Parece que el 24, y Telerman el 21.
-...
-...
-Esperá, eso me da el 45. ¿Cuánto sacó Macri?
-Parece que el 46.
-¿¿¿Cuánto???? -enchastro todo el baño con agua.
-Sí. Mucho, ¿no?
-Mamá, si te interesa Filmus no deberías festejar un carajo.
Ella me dice que soy un pesimista.

Miro un poco la tele. En el búnker de Filmus festejan la victoria sobre Telerman como los aliados deben haber festejado los resultados del día D, como los amantes del fútbol el gol de Maradona a los ingleses. Han confundido una trifulca de barrios -yo no te apoyo porque me acuesto con la hermana del tipo con el que estás peleado, y eso está muy mal- con la contienda real. Encima, Filmus -rodeado del sempiterno gabinete- dice que van a ganar. Que así como no le creyeron que llegaba al ballotage, ahora dará vuelta el resultado.
Parece que el muchacho no entiende, con todo lo que estudió, con todo lo que piensa, que este acto de la obra fue un chiste, y ahora le van a llenar la cara de dedos.

Sonia 08 llega a eso de las diez de la noche. Pronto comprendo que no es mucho, lo que podemos hablar. Nada, diría.
Minutos más tarde estamos en la cama. El problema radica en que no tengo ganas de coger. Empecé a verla como un objeto, y un objeto no me excita. Ella se ofende por pavadas. Ella me dice que cortó con su novio. Yo no hago ningún comentario, sobre esto último, ya le había dicho "si lo largás, que no sea por mí", así que hago la gran Poncio Pilato.
Doce de la noche. Me entrega el regalo. Es muy lindo: un portalapiceras de madera, con mi nombre grabado. Le agradezco. Ella quiere coger. Yo estoy cansado. Pienso en el último viernes de zombie en el trabajo, no quiero otro día así, no en mi cumpleaños. Se lo digo sutilmente, y ella entiende enseguida. Punto a su favor. Se pide un taxi, y yo no veo la hora de que pase a buscarla.
Quiero, necesito, preciso que se vaya.
La despido en el hall, la saludo con la mano mientras se va en el taxi.

Subo al depto. Es la 1 de la mañana. Tengo 36 años.