miércoles, 9 de mayo de 2007

Sonia 04: El regreso de Gladiola

Miércoles 14 de febrero de 2007.

Llego al trabajo, miro los avisos clasificados. Increíblemente, salió uno que por el aviso parece potable. Llamo. El precio, increíblemente, es el mismo que el del aviso. Acuerdo ir a visitarlo a las 17, cuando salga del trabajo. Llamo a mi vieja, le pido que me acompañe porque, lo sé, en la situación en que me encuentro cualquier bosta me vendrá bien, y después tendré que vivir dos años ahí.

Mail del Libanés. Me propone vernos. Atento, como de costumbre. Arreglo ir a cenar a su nuevo departamento.

Mi vieja me pasa a buscar por el departamento de José María Moreno. Cuando bajo, enseguida me dice que trajo plata por si hay que señar -me prestará ella, claro, ése es el resultado de todo el proceso con Sonia 04-. Vamos. Es el edificio del Hogar Obrero, a una cuadra de José María Moreno y Rivadavia. Lo primero que pienso es que queda cerca del depto actual, con lo cual la mudanza se debería facilitar. Mi vieja enseguida me pregunta si me parece bien quedarme en este barrio, arriesgarme a un cruce por la calle con la bruja de Sonia 04 -son sus palabras-. Le digo que me tengo que mudar cuanto antes, no es una variable que resulte definitoria, hoy. Subimos. Piso 22. ¿Alguna vez vieron la ciudad desde un piso 22? Vista abierta, la llamaría Sonia 04. Sonrío por la ironía. El departamento aún está ocupado por una familia -él es policía, hay fotos con su uniforme, y los parientes que lo rodean orgullosos, supongo que es su graduación-. La cocina está bien, es un dos ambientes y pico. Los ambientes son grandes, y hay un tercero chiquito, que bien podría utilizar para la computadora. El baño, correcto. El edificio es horrendo, está deteriorado, pero el depto en sí es digno; no lindo, pero sí digno. Le pregunto a la chica de la inmobiliaria cuándo se mudarán los ocupantes, me dice que a fin de mes, le pregunto a mi vieja qué le parece, ella dice -con cierta reticencia- que está bien. Le digo a la chica de la inmobiliaria que ok, lo reservo. Vamos a la inmobiliaria, que está a veinte metros del depto que alquilamos con Sonia 04. Pagamos $400, nos dan un recibo, les damos la promesa de que mi vieja sacará su depto de bien de familia antes del lunes. Cuando salimos, la acompaño hasta el coche. Al despedirnos, pregunta:
-¿Contento?
-Cuanto antes me vaya de acá, mejor.

Siete y media de la tarde. Suena el teléfono. Atiendo. Sonia 04. Dice que quiere pasar por el depto. Le pregunto si no puede ser mañana, que tengo que salir. Dice que no. Digo que ok.

Ocho y cuarto de la noche. La llave está puesta en la cerradura, por lo que Sonia 04 debe tocar el timbre. Abro, quedo entre la puerta y la pared. Sonia 04 entra, no me saluda con un beso -tampoco es que yo lo pretendiera-. Cierro la puerta. Supongo que lo hago como siempre, pero de repente, en simultáneo, escucho que Sonia 04 grita cuidado y siento que la puerta choca contra algo. La abro, asustado, y descubro que acabo de estrellarle la puerta en la cara a Gladiola, quien se acaricia la nariz como si así pudiese aliviar el dolor. Me disculpo, intento que se perciba que fue sinceramente sin querer. No sé si me creen. Gladiola sí, Gladiola, se nota, está acostumbrada a recibir golpes de la vida, por lo que los de una puerta no son nada.

Sonia 04 trajo varios bolsos. La acompaño al dormitorio, no tengo ganas que se afane nada -la creo capaz-. Ella está molesta ante mi vigilancia, se mueve con violencia. Cuando va hacia el baño, le digo que creo que ya se había llevado todo. Toma su cepillo de dientes y lo enarbola como un sable, me lo muestra como si dijese ¿ves? Luego, de vuelta al dormitorio. Allí, grita:
-¡Gla! ¡Dale, vení!
Gladiola viene. Yo estoy parado, mudo. Sonia 04 busca unos corpiños con armazón que le hacen las tetas inmensas. Los toma, se los muestra a Gladiola:
-Ahora los voy a usar bastante, ¿no? -pregunta.
Yo sonrío ante el patetismo. Ése es su máximo efecto, ahora.

Antes de irse, dice que el sábado va a pasar a buscar el resto de las cosas.
-¿Pero todo? -pregunto, sinceramente asombrado.
-Sí, todo.
-¿Pero vos no te vas a quedar a vivir acá, cuando yo me mude?
-No -dice.
Arreglamos un horario para el sábado por la mañana. Las diez.
Le digo que conseguí departamento, que me mudaré a fin de mes. Ella me mira asombrada de que lo haya conseguido tan rápido.
-Es que lo conseguí hoy -digo-. Es el día de los enamorados, así que creo que corresponde.
Tuerce los labios.

Mientras ceno con el Libanés, lloro. Él, por primera vez, se despacha contra Sonia 04. Él, siempre tan medido, dice hija de mil putas y atorranta de mierda. Luego me acompaña a casa.

Estoy solo. Son la una de la mañana. El Rivotryl aún no hace efecto. Miro el sommier, recuerdo. Meneo la cabeza. Voy al comedor, tomo los clasificados del diario, los mismos que me sirvieron para encontrar departamento. Hago un llamado, descubro un sauna cerca. Y me voy de putas.
La verdad, no lo disfruto.