Lo que digo a continuación la Trotamundos no lo sabe, o no lo sabía hasta que se lo dije antes de postearlo. Como es una mina inteligente, supongo que lo sospechaba. Es decir, sospechaba este pasado que relato en presente y que, en el presente, es tan distinto.
En el grupo de taller hay dos mujeres. Una flaquita que escribe historias de putos, a la que el profesor le dice que son geniales, que escriba todo un libro de cuentos acerca de putos, y cada vez que los lee me resultan horrendos. No porque traten de putos, no soy homofóbico, sino porque son aburridísimos. La otra mujer es la Trotamundos. En sus escritos trata la soledad femenina, los desencuentros. Hay, en su prosa, una sensibilidad que no está trabajada desde el estilo sino, se nota, desde lo humano.
Digo: uno al leer esas cosas de la Trotamundos, esas historias de mujeres que se disfrazan de angelitos y van a un strip tease para una despedida de solteros, al detectar los detalles de piedad de la narradora para con sus personajes, se da cuenta de que es una buena mina.
Digo: un tipo que no tuvo contacto con el mundo exterior por casi dos años no puede sino engancharse con una mujer así.
El Profesor me pregunta -siempre llego primero- si me gusta alguna de mis compañeras. Me pongo colorado. Tartamudeo.
-¿La que escribe de putos? -profundiza.
Niego con la cabeza. Imagino que es muy fácil de seducir, que si la imagen que tiene de los hombres son putos sin amor, con sólo acostarme con ella, con hacer dos o tres cosas que sé, la doy vuelta como una media. Pero no me resulta atractiva.
-¿La Trotamundos? -pregunta.
Me encojo de hombros.
-Es una copada -dice.
Eso ya lo sé.
Con el paso de las clases, a las que voy siempre con ropa distinta, en las que me emprolijo ex profeso, en las que explayo mi arsenal de estupideces machistas efectivísimas para espantar mujeres y cualquier posibilidad de exponerme al dolor afectivo que implicaría un rechazo, descubro que ella sonríe maternal ante mis irrupciones de infantilismo.
No sé cómo, en algún momento deja de gustarme como mina. Digo, la veo como candidata ideal para muchos hombres que conozco, los que son buenos tipos.
Con el paso del tiempo, comienzo a verla como mucho más que una mujer. La veo, entonces, como una persona de una sensibilidad exquisita, alguien que quiero tener cerca para jamás perder, nunca poner en riesgo.
La veo como amiga.
Y, milagrosamente, ella también comienza a verme como amigo.
Al igual que con el Editor Más Fachero, aquí corresponde el final de Casablanca como paralelo.
jueves, 31 de mayo de 2007
Sonia 00: Prólogo 21: Confesión en relación a la Trotamundos
Etiquetas: La Trotamundos