-¿Te parece raro?
Mi hermano y yo en un taxi, que primero me dejará en casa, y luego seguirá hasta la de él. Como de costumbre, yo pagaré la totalidad del recorrido.
-¿Qué cosa? –pregunta.
-Nada, que todos ustedes están tan mal por la noticia y yo como si nada. No, como si nada no. Nada. No siento nada. Y se supone que es mi viejo, no el tuyo o el de María. Es decir, yo tendría que estar shockeado porque mi papá se volvió loco, y no ustedes. Mamá… Bueno, ella se deja seducir por todas las cosas que la pongan mal, así que no es raro, o no tanto. Y la abuela es vieja. Pero te juro que yo no siento nada. ¿Te parece extraño?
Mi hermano estudia psicología, sigue los pasos de mamá y de su padre, y supongo que quizás tendrá una respuesta interesante, o al menos útil. Hay momentos en que creemos que cualquiera puede tener una respuesta para la pregunta que nos angustia. Y esta noche incluso mi hermano es cualquiera.
Él se encoge de hombros:
-Si no lo sentís…
El taxi dobla, y entramos en una calle en que la iluminación es sólo el recuerdo de la avenida.
-Hay algo que no entiendo –digo-. Mamá dijo que está en un psiquiátrico, que se volvió loco.
-Algo así.
-Bueno, pero también dijo que antes de eso pasó un mes internado en el Vicente López. Hasta donde yo sé, es un hospital común. Y, hasta donde yo sé, el hospital común no es el destino de los depresivos o de los locos. Si fue hasta ahí, si lo tuvieron un mes internado antes de derivarlo, es porque había un problema orgánico. Y un mes… Tiene que haber sido grave. Si sumo depresión con algo grave, bueno… ¿No sabés si trató de matarse y por eso lo internaron en el hospital?
Mi hermano vuelve a encogerse de hombros.
Nos despedimos en la puerta de mi casa. Bajo del taxi y, cuando me dirijo hacia la puerta, luego del beso, siento que mi hermano me palmea la espalda. Dos golpes leves, con la mano abierta.
Aunque me cuesta conciliar el sueño, duermo como siempre. Cuando a las siete y media de la mañana suena el teléfono, al escuchar que mi abuela del otro lado de la línea me pregunta si estoy bien, comprendo que quizás no lo estoy.