martes, 29 de mayo de 2007

Sonia 00: Prólogo 08: Cómo el Editor Más Fachero me cambió la vida (1)

Marzo del 2005. Me escribe una escritora amiga -que, ya lo relataré cuando corresponda, es Sonia -(aún no lo calculé)-. Me cuenta que hay un muchacho que está preparando una antología de nuevos escritores argentinos, que es importante haber publicado algo y haber ganado un premio y tener menos de treinta y cinco. Ella, lo sabe, reúno las condiciones. Me cuenta que la citó a ella, y que le pidió que si sabía de alguien le pasase la data. Ese alguien soy yo.
Me paso medio día meditando si escribirle o no. La novela que publiqué es vomitiva. Me la premiaron, pero tiene errores groseros de redacción. Estructural y temáticamente está bien, ése es mi fuerte, pero no me pueden compilar entre nuevos valores literarios si mi redacción es lamentable, pienso.
Al final del día le escribo al Editor Más Fachero.

Me cita. Voy. Le llevo un ejemplar de la novela, uno de los que tiene la faja donde indica el premio -de paso, la faja impedirá que la lea, espero-. Me cae bien de entrada. Tomamos un café, hablamos de los desastres de la industria editorial argentina, de la desastrosa industria editorial argentina, de la fe que él tiene en que hay nuevos escritores que puedan generar un recambio. Me pide que le envíe cuentos.
-Dos o tres -dice.
Durante mi estancia en Bologna escribí una novela desastroza y un libro de cuentos aceptable. Los cuentos rondan, todos, el tema del exilio. Los releo apenas llego a casa luego de la entrevista con el Editor Más Fachero.
-Dos o tres -pidió.
Le envío seis.

Pasan los meses.
Sonia -(aún no lo calculé) me avisa que ella ya quedó en la antología.
Mierda, estoy descartado, pienso.

Un sábado, mail del Editor Más Fachero. Dice que está terminando de elegir los cuentos que quedarán. Que hay uno mío que le gusta, pero que le falta corrección.
Por sus palabras, estimo que de los veinte cuentos que compondrán la antología ya debe tener más de quince. Es mi última chance.
En el mail también me solicita enviarle el cuento con correcciones cuanto antes.
Es sábado.

El lunes, cuando llego al trabajo, mis compañeros me miran.
-Qué cara -dicen.
-Es que no dormí en todo el fin de semana -digo.
Y es verdad. Reescribí todo el cuento y se lo envié al Editor Más Fachero ayer por la noche.

A medida que pasan los días, calculo que ya debe haber dieciséis cuentos elegidos, luego diecisiete, luego dieciocho, luego diecinueve.
Cuando ya pasaron dos semanas, pienso que ya fue.
Qué cagada, pienso.

A los veinte días, recibo mail del Editor Más Fachero.
Mi cuento finalmente queda en la antología.
Recibo el mail en el trabajo, lanzo un grito.
Manotas, un compañero que me quiere, se acerca y como no puedo hablar le hago leer el mail. Lo lee, y él también grita.
Me abraza.

Yo, un tipo que hace meses sólo sale de su casa para ir a trabajar, que el contacto más profundo que tiene con otro ser humano es con prostitutas, quedé en la antología.
Y, encima, con un cuento humorístico.