miércoles, 23 de mayo de 2007

La peor cita de tu vida: La Otra Neurótica (1)

Comencé a trabajar a los 18 años como recepcionista en una empresa, y allí conocí a La Rubia, más grande que yo (22 años). Pronto se convirtió en una gran amiga. Ambas, sin novio ni grandes compromisos, comenzamos a salir seguido y poco a poco ella fue sacando el “diablito” que yo tenía en mi interior (así apodó ella a mis ganas de divertirme). Después de unos pocos meses, La Rubia se puso de novia con un canillita que tocaba la guitarra en una banda de heavy metal, y decidió comenzar una nueva vida, más seria y comprometida. Por supuesto, no podía dejar a la nena sola, así que comenzó la ardua tarea de buscarme un novio. Su candidato perfecto era el mejor amigo del suyo: el cantante de la banda de heavy metal: “es re lindo, tiene un humor muy inteligente, estudió cine, canta re bien, no le gustan las relaciones ocasionales, es re bueno, súper sensible...”. Finalmente logró convencerme, y es así como accedí a salir una noche con La Rubia, su novio y Augusto (el cantante).

El siguiente viernes por la noche me dirigí hasta la casa de La Rubia (en ese momento yo vivía en Ituzaingó, mi barrio natal, y ella en Congreso, capital), dispuesta a concurrir a mi primera cita a ciegas (y por suerte la última). Conversé un rato con mi amiga y su novio mientras esperábamos que Augusto nos pasara a buscar con el auto. Por fin llegó. Se presentó tímidamente, y partimos. Primera impresión: linda cara, una melena que le llegaba casi hasta la cintura (cierto que era cantante de heavy metal), un poco bajito para mi gusto (de todas formas no puedo decir nada, yo también soy bajita). Fuimos a comer a un lugar en Costa Salguero con mucha (demasiada) onda. Pero hasta ahí, todo bien. Pedimos pizza y comenzamos una charla entre La Rubia, su novio y yo; Augusto miraba pero no emitía palabra. ¿Qué le pasa a este chico? ¿Canta pero no habla?.

(continuará)