Ojo chicas, Lecter vive en Baires...
Venía de mi primer divorcio, y después de meses de alimentar mi fobia social con cariño y dedicación exclusiva, casi casi como a un dulce cachorro, mi amiga Laura decide que es tiempo que abandone mi dieta de libros y chocolate alone y salga a la conquista.
Para su experimento, elige a un compañero de trabajo, un ingeniero en sistemas, no muy guapo pero según ella "viaja un montón, es super divertido, y tiene un excelente trabajo". Esta última aclaración tenía que ver con que siempre tuve una propensión por enredarme con artistas de toda laya, y ella creía que dado el resultado final, debía probar con alguien de una profesión
"como la gente".
El pibe en cuestión, a quien llamaremos Pablo, me escribió un par de mails divertidos y me invita a comer. Llegado el día de la velada, me pasa a buscar por casa. La primera impresión: no es lindo, y calza náuticos que desarticulan cualquier noción de deseo que pudiera despertarse en mi, pero me autoreté: "date la oportunidad de conocerlo" en una combinación de Bucay y mi madre.
Parrilla elegida por él en Palermo Soja, mesa para dos no fumador cerca de la ventana. "Es que no aguanto el humo" (qué increíble! esta oración ahora es anacrónica, pero bueh, continuemos). No fumo pero no soy una fundamentalista del antihumo, en mi casa los que llegan lo hacen sin problemas, de hecho descubro que mientras él hace una defensa del derecho de todos al aire
limpio, mi oído comienza a notar una nota aguda en su voz (una nota más irritante que el humo de medio paquete de Parliaments al hilo en vagón del Sarmiento en horario pico).
Traté de serenar el ambiente, y en especial mi inconciente, cambiando el tema de conversación, y le pregunté por su último viaje, una visita por trabajo a un país caribeño que poco me importaba, pero quería darle aire al tema del cigarro.
Venía explayándose bastante bien, incluso pudo llegar a interesarme por unos minutos, cuando en la ventana del lugar se asoma una familia de cartoneros que esperaban las sobras que les otorgaban desde la cocina.
Ahí su cara se transformó (de hecho creí ver que le nacía un espeso bigote negro) y me dijo:
-Yo tengo un plan para que esto termine.
Medio harta ya de las miradas mesiánicas sobre el problema (defecto profesional si quieren), intenté con un "es complejo buscar soluciones pero necesario" saldar la cuestión y saltar a la carta de vinos. Pero Pablo estaba empecinado en contarme su teoría, y así lo hizo. A partir de aqui voy a reproducir casi textualmente "la política de estado" que había presentado a varios
legisladores según sus propios dichos, y que advierto puede llegar a perturbar a personas impresionables:
"Las cárceles están llenas de delincuentes, se derivan muchos fondos que son necesarios en otras áreas, mirá si no esta gente (señala a la familia en espera). Yo estudié que la carne humana es muy nutritiva. Mi plan establece la producción de hamburguesas realizadas a partir de la carne de los delincuentes, no todos, qué se yo, pueden ser sólo asesinos violadores y secuestradores, y su posterior reparto entre los indigentes. Solucionamos el hambre de esta gente y nos sacamos la lacra de encima".
Todo esto lo relató muy circunspecto, con una fluidez y corrección que hubiera sido la envidia de cualquier catedrático que tuviera que exponer ante un gran público.
A esta altura, y luego de una inflamada (e inflamable) adolescencia, hay muchas cosas que ya no discuto. Por lo que me levanté lentamente.
"Vas al baño? te espero para pedir", dijo.
Agarré la cartera, con mi mejor sonrisa saludé al mozo que salía con unas buenas porciones para la familia (voy a venir seguido, en definitiva son buena gente) y despacio me deslicé hasta la
esquina.
Un taxi providencial, una pasada por el Cantón en busca de cosas ricas y mi cama esperando hicieron el resto.
No sé cuánto esperó Pablo Lecter, ni en qué estado parlamentario estará su proyecto de ley.
domingo, 20 de mayo de 2007
La peor cita de tu vida: Emma Peel
Etiquetas: Emma Peel, La peor cita de tu vida