sábado, 26 de mayo de 2007

La peor cita de tu vida: Emilie (2)

Decidí ponerme un nick raro que sirviera de filtro, ya que no me interesaba conocer a alguien que de entrada me hiciera las típicas preguntas de prontuario y de manera consecutiva, “¿Cuántos años tenés?, ¿De dónde sos?, y la peor de todas éstas “¿Cómo sos?”. Así es como me puse Hipérbole, realmente quién podía hablarme con ese nombre si ni siquiera determinaba mi sexo. En fin, el nick era efectivo si yo no quería que se me abrieran montones de ventanitas con pajeros “hablándome”, pero como dije antes yo quería conocer a alguien por lo tanto si nadie me hablaba la idea del nick era un fracaso.

Finalmente me titiló una ventanita en la que me conversaba un tal Juan, que si mal no recuerdo a lo primero que se refirió fue a la originalidad de mi nick. En el instante en el que le contaba a Juan el por qué de mi nick concluí que en ese momento de mi vida todo lo que me pasaba yo lo llevaba a su máxima exageración, así que si en nuestra vida tuviéramos que definirnos a partir de una figura retórica mi elección de aquella vez hubiera sido, sin duda alguna, la de hipérbole.

Volviendo a Juan, me acuerdo que a cualquier cosa que me preguntaba le anteponía o agregaba el término “linda”: “Linda, ¿a qué te dedicas?” o “¿Cuántos años tenés?, linda”. Esa forma de llamarme me desmotivaba a continuar la charla, ya que una de las cosas que más me desagrada es que un tipo te llame “linda”, y más aun cuando una no le ha dado la confianza para que te nombre de esa manera. Pero debo reconocer que soy una neurótica obsesiva con esas cosas y en definitiva lo que importaba es que el que me llamaba “linda” había sido el único que me había hablado, además usaba todas las tildes y no me había preguntado “¿Cómo sos?”. Por lo tanto mi tolerancia hacia Juan aun no había llegado a su límite.

Esa tarde habremos hablado 30 minutos, antes de despedirnos lo agregué al msn, y sí, yo seguía firme en mi objetivo de conocer a alguien a toda costa. A partir de ahí empecé a chatear con él siempre que lo encontraba conectado; esas charlas consistían en una mera descripción de lo que estábamos haciendo cada uno en ese momento o de cómo había sido nuestro día. Fue así como pasó el tiempo y yo finalmente me reintegré a mis actividades usuales y me recuperé un poco de mi crisis depresiva, con lo cual Juan podría haber quedado relegado al mundo virtual. Sin embargo, yo seguía sin conocer a nadie y sintiéndome sola; entonces Juan estaba cada vez más cerca de pasar al escenario del mundo real.

(continuará)