sábado, 26 de mayo de 2007

La peor cita de tu vida: Emilie (1)

En el verano del 2005 yo me decido a irme sola de viaje al norte del país. Pese al carácter solitario que adquirió ese viaje, la pasé bien hasta que, cuando faltaba una semana para mi regreso a Buenos Aires, me caí de un cerro y me lastimé la parte inferior de mi pierna derecha. El traumatismo sufrido no fue tan grave para lo que había sido la caída, se podría decir que la saqué barata, pero esto no me salvó de tener que pasar una noche en el hospital de Tilcara. Para ese momento yo ya me había separado de los chicos que había conocido la primera semana de viaje, así que estaba completamente SOLA. Cuando me dieron el alta al día siguiente decidí continuar con mi aventura. En ese lapso de tiempo seguí conociendo gente, la cual en su mayoría era mucho menor que yo, que en ese momento tenía 24 años, con lo cual no sólo me sentía sola, y aburrida por no poder subir a ningún cerro por el accidente sufrido, sino también desfasada en edad con respecto al viaje que estaba haciendo, en síntesis, me sentía un sapo de otro pozo. Por lo tanto emprendí mi vuelta a Buenos Aires días antes de lo previsto.

La sola idea de llegar de Humahuaca a Liniers un viernes a las 6 de la tarde era ya suficiente para angustiarme. Si a eso le sumamos que yo volvía con una pierna hinchada, tomando antibióticos y anti-inflamatorios, y con la indicación médica de que hiciera reposo por tiempo indeterminado, lo que en la práctica significaba entre otras cosas que no podía salir ni ese fin de semana ni el próximo y debía estar con la pierna levantada la mayor parte del día, mi estado ya era más que depresivo. Ergo la soledad que había sentido en la última parte del viaje no había sido nada; en Buenos Aires eran días enteros sin poder ir a trabajar ni a cursar, en consecuencia mi vida social era nula.

Durante mi reposo una de las pocas cosas que podía hacer era cruzarme al locutorio que quedaba enfrente de mi casa y comunicarme con mi gente a través de Internet. Así fue como una tarde me encontré conectado en el Messenger a M., un chico con el que yo había dejado de salir un año atrás y del que había estado enamorada. En esa charla le conté mis nuevas malas, y él remató la conversación poniéndome al día de sus cosas, de las cuales la única que retuve, y la que no me dejó pensar en otra cosa durante varios días, fue que se había puesto de novio. Sólo me faltaba enterarme de eso para terminar de hundirme por completo en un pozo depresivo. Además de no poder salir y por lo tanto de no poder conocer a nadie no podía recurrir a la atención de un ex. El mundo estaba indudablemente en contra mío, realmente todas las cosas que me ocurrían las creía tremendas, me sentía una desdichada, inútil y cada vez más horrible.

En pocas palabras el aburrimiento y la soledad que sentía en esos días me llevaron a meterme en un chat. No era la primera vez, ya lo había hecho de más chica, pero en esas ocasiones mi intención no era la de conocer a nadie, sólo me motivaba la curiosidad por el medio. Ahora me estaba metiendo en esos canales de Chat que tienen categorías que dicen de tal edad a tal edad, con la sincera intención de conocer a un hombre. Y esto, debo reconocerlo, me hacía sentir aun más perdedora.

(continuará)