Al rato Elena dice que cuando era chica sus padres le pegaban. Se sentaba a la mesa de la cocina a hacer la tarea con su madre y si no le salía, la madre le pegaba un cachetazo (y ella cumple el día de la mujer, recuerdo). Tiene lógica, digo, ahora entiendo mejor un par de cosas. Por momentos extraño a mi ex: no puede ser tan difícil encontrar a una chica interesante que no esté demasiado loca. Pienso en ir al baño a masturbarme, lo comento pero al final no voy. Es raro, digo, por momentos conectamos tan bien y en otros momentos nada. Después jugamos a hacer terapia. Hablamos de nuestros respectivos ex (no sé por qué, si todavía ni siquiera tuvimos relaciones). Nos miramos: alguna vez le dije que me resultaba interesante la mezcla de indígenas y europeos que se advierte en sus rasgos; es sexy sentir sobre mi cuerpo los ojos de una mujer segura, inteligente y atractiva. Estás gordito, dice (lástima que tiene ese tipo de comentarios). ¿Y? Nada. Se queda pensativa. Todos mis novios adelgazan. Siempre. ¿Y? ¿Es una oferta? Seguro que con este regimen de sexo feminista-nazi adelgaza cualquiera. Le doy la espalda y se enoja. ¿Siempre que estás en una cama con una mujer te ponés de espaldas? Sí. Pienso en irme pero falta poco para el amanecer y decido esperar un rato. Ahora entiendo por qué te gustó mi cuento, digo. Pero los personajes son adolescentes, tienen menos de veinte años (y vos tenés veintinueve). Y con mi ex ex, con quien viví la situación en la que se basa ese cuento, al menos teníamos sexo manual. Le pregunto si nunca le atrajo la idea de hacer terapia. No... ¿a qué viene esa pregunta? Curiosidad. Dice: ¿preferís el sexo vaginal o el anal? Como sé que no va a haber ninguno de los dos, digo anal (y como la esperanza subsiste hasta el fin, agrego que si lo prohibido y lo que te regalan las novias para los cumpleaños fuese sexo vaginal, preferiría ese). Vos anal nunca, ¿no? Una vez mi ex lo intentó mientras yo estaba dormida pero no pudo. ¿Pero lo habían planeado así o te violó? Dice algo que no entiendo (y que tampoco me importa) y después hay un largo silencio hasta que por fin suena el despertador. Nos levantamos, tomamos café, comenta que el próximo fin de semana es largo y que podríamos ir al casino. Odio el casino. Pili vuelve a molestar. En la puerta de la heladera, un cartel de la hermana indica las instrucciones para la supervivencia de Pili: cada tres horas, una rebanada de zapallito junto con otras verduras, todo cortado chiquito con algo de comida para perros. Otro cartel grafica el recorrido que debe hacer varias veces por día (hay un mapita dibujado de las calles exactas del barrio por las que Pili debe transitar). Recuerdo lo que sé de la hermana: trabaja en turismo, es muy atractiva, según Elena es imposible llevarse mal con ella y entre las dos no se parecen en nada pero sin embargo se llevan re bien (de hecho viven y duermen casi pegadas a los treinta años, y la hermana además duerme con Pili). Tu hermana no tuvo muchos novios, ¿no? No (pone cara de comprensiva y superada)... es que ella es... más idealista. Ah, digo. Salimos del departamento (una oleada de felicidad me invade al cruzar la puerta). Nos tomamos de la mano (esas idioteces a las que se llega por inercia después de una mínima intimidad física). La acompaño hasta su colectivo, comento que un chico acaba de mirarla como si tuviese visión de rayos x -es lo bueno de ir al gimnasio en vez de a análisis-, ella comenta que el chico tenía quince años y yo digo que el gusto es el mismo, que en unos años va a ser un hombre (es decir una potencial victima). Llega el colectivo. Ella sonríe y aplica su mirada tierna, yo desvío la mirada (como siempre: gracias, padre) y nos abrazamos, dice que la pasó muy bien, digo que yo también y nos despedimos. Todos los humanos salen de sus cuevas con cara de sueño, todos a trabajar salvo el parásito que se va a dormir (cierta sensación de envidia en mi espíritu malherido). Pero fue una noche intensa (algo del universo de las mujeres debo haber aprendido). Enciendo un cigarrillo y pienso en las diferencias, en los traumas, la locura, la manipulación, los padres, la agresividad, la histeria, el deseo, qué carajo habrá pedido en sus tres deseos, más o menos lo que pedimos todos, supongo, pero somos dos personas complicadas que se parecen a dos pilas que tienen sólo polos negativos (por eso deben buscar gente más sencilla, para simplificar). Tomo el subte, por suerte tengo mi mp4 y el random me regala un poco de satisfacción (AC/DC: It’s a high way to hell). Días después Elena envía un mail donde cuenta algunas cosas de sus últimos días. Respondo que empecé teatro (no comento que antes de entrar a la clase bebí un litro de cerveza), que me encantó, que empecé la facultad y listo. En su siguiente mail dice que siente que me debe unas disculpas, que se hace cargo de su parte. Pienso en responder y preguntar: ¿disculpas por qué y cuál es tu parte? Pero mejor no.
martes, 15 de mayo de 2007
La peor cita de tu vida: El Tarta (y 7)
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