Al rato nos vamos, volvemos a pasar por la esquina de su hogar materno (vuelve a señalar el balcón), después pasamos por donde vive ahora y no me invita a subir. Propone, en cambio, acompañarme hasta mi colectivo (dos cuadras) y acepto. Por fin me animo y sugiero que nos demos un beso. Dice no, por qué hay que hacer lo que hace todo el mundo, no quiero darte un beso, mejor un abrazo. No quiero un abrazo, digo y busco los cigarrillos. ¿Vas a fumar? Claro, en busca de mi compañero fiel. Termino de fumar, piso el filtro, guardo el paquete y el encendedor en mi pantalón junto con mi orgullo y acepto el abrazo. No hay beso pero después sí: sentados en un escaloncito de un PH, al final llegamos a unos besos tímidos. Ella me abraza por la espalda, me besa en el cuello y nos quedamos unos minutos así, como si fuésemos una pareja de varios meses que espera, una noche más, el colectivo. Me siento incómodo pero después me relajo (no todo tiene que ser sexual, ¿no?). Bueno, es original, digo. Son las tres de la mañana y el hermano de Elena pasa con su perro. Estabas ahí escondida, dice. Saludos (parece agradable). Se va. Y es cierto que, como ella dice, se parecen bastante (aunque se ve que el hermano se fue de vacaciones porque está bronceado y no tiene ojeras). Dejo pasar muchos colectivos y al final nos despedimos. Evidentemente, hoy no tenía que haber sexo.
lunes, 14 de mayo de 2007
La peor cita de tu vida: El Tarta (3)
Etiquetas: El Tarta, La peor cita de tu vida