En el pasillo del teatro me encuentro con un conocido, un joven escritor y traductor (que parece gay) y al que algunos atribuyen cara de psicótico. La obra trata de dos hermanos mellizos que viven juntos en una casa alejada, en un balneario de la costa atlántica; nunca salen, y un día llega de visita una prima y desestabiliza su fóbica seguridad. Los actores, que parecen mellizos, a su vez se parecen a mi conocido gay. Todos jóvenes Burroughs. Después de la obra caminamos por Corrientes (cerca de la casa de Elena) sin saber qué hacer. Deslizo que aceptaría una invitación a tomar algo en su casa y dice que está todo muy desordenado (¿por qué las mujeres creen que esa es una excusa válida?), así que vamos a tomar algo a un bar peruano (estoy iluminado para elegir lugares). Pero antes entramos al shopping porque ella tiene que ir al baño. Cuando vuelve le doy una moneda (tengo una de diez centavos y otra de cinco y a ella le doy la de diez) y le digo pedí tres deseos. La fuente está un piso más abajo y unos metros delante de nosotros. Tirá por mí, dice. Bueno. Los míos son: estar bien con una chica; conseguir un trabajo decente; éxitos académicos. Acierto las dos monedas. Mientras caminamos hacia el bar peruano (ella señala un balcón y dice: mirá, ahí vivía yo con mi madre y mis hermanos), comento que de chico fui a Estados Unidos y me metía en las fuentes a sacar monedas (ella se ríe y aclaro, para no quedar mal, que tenía once años). En este tipo de bares, por una cuestión instintiva de sentirme visitante, elijo mesas cercanas a la puerta. Pero ella elige casi la más lejana. No importa, el ambiente es amigable. Cerveza y papas fritas. Ella es abstemia pero insisto en que me acompañe con al menos medio vaso y acepta (aunque apenas toma unos sorbos). Me encantan estos lugares: además de los precios bajos y de la gran porción de papas fritas, hay dos salsas picantes muy originales. Como intuyo que el alcohol es un elemento esencial para poder llegar a acostarme con una chica en la primera cita, empiezo a hacer una extensa apología alcohólica y hablo de estadísticas y de que casi todos los adultos (en el mundo y en este bar) ingieren alcohol, y si el 99.9% de las personas (ponele) lo consumen, es porque algo interesante debe tener. Además, veo que, quizás por mi inseguridad ontológica, al menos en las primeras citas me vuelvo insistente sobre los puntos débiles de mis partenaires: me aparece la imagen del boxeador bajito y perseverante que trabaja round a round, con golpes cortos, como el leñador con su árbol, las partes bajas del torso del adversario. Dos televisores transmiten un partido de fútbol y cada tanto no puedo evitar mirarlo (es
lunes, 14 de mayo de 2007
La peor cita de tu vida: El Tarta (2)
Etiquetas: El Tarta, La peor cita de tu vida