jueves, 24 de mayo de 2007

La peor cita de tu vida: El señor Crab (5)

El caso es que mi deseo de recuperar un amigo, de saber qué había sido de él durante esos largos años de separación, de compartir, ya en el final de nuestras vidas, experiencias buenas y malas, se veía de repente frustrado por la fatalidad.

Pensé entonces que una buena manera de rescatar al amigo perdido sería escuchar a quienes habían compartido con él todos estos años e intentar reconstruir parcialmente la historia a través de los retazos, necesariamente, inconexos, parciales y subjetivos.

Matilde

Poco es lo que mostró Matilde, excepto afán de impresionar al alguna vez dilecto amigo de su esposo. Pero no tenía nada con qué impresionar. Más bien de tipo vulgar, nada hermosa (aún haciendo uno una recomposición de lo que podría haber sido treinta años atrás), la pregunta era porqué Ricardo, porqué precisamente Ricardo, la había elegido, a no ser por la soledad. La soledad.

Hicimos con Ricardo un largo viaje. Recorrimos toda la provincia de Misiones. La verdad es que la pasamos muy bien. Hasta que al final, sucedió lo que ya te conté.

A pedido de Ricardo, lo cremamos. Traje sus cenizas a Buenos Aires, y las esparcimos en el Río de la Plata, en una ceremonia muy íntima, en la que estuvimos Juan, González, Remigio y yo.

Lo cierto es que Ricardo había cambiado mucho desde la muerte de Guillermo, su hijo, que murió de sida, tras una larga y dolorosa enfermedad. Durante meses estuvimos junto a él, en el sanatorio primero, y luego en el hospital. Con Ricardo, con Remigio, y muchas veces con Susana, su primera mujer.

Si, con la ex-mujer, a pesar de todo lo que pasó, nos seguimos viendo.

Yo con el jazz no tengo mucho que ver. A mí me gusta la ópera, que a Ricardo no le gustaba. A Remigio en cambio sí, y muchas veces vamos a ver alguna ópera juntos.

Con González y la señora hemos ido muchas veces de vacaciones, a distintos lugares. Nos llevábamos muy bien, y éramos muy amigos.

Y con Susana y su marido, que también murió hace unos años, poco antes de la muerte de Guillermo, también nos veíamos, a veces comíamos juntos los cuatro.

Yo al principio no me di cuenta de nada, pero un par de meses después de la muerte de Ricardo, reventó todo. Caí en una gran depresión, que me atacó también el hígado, me hinché toda, y estuve durante unos meses así, en tratamiento médico, hasta que hace poco comencé a recuperarme.

Yo ya te voy a llamar para entregarte los discos. No por ahora, ya que el departamento es un quilombo, y está muy sucio, pero dame un poco de tiempo: yo te voy a llamar.

(continuará)