martes, 24 de abril de 2007

Sonia 04: Una que sepamos todos

Domingo 14 de enero de 2007.

Me despierto. Hace calor. Las sábanas, pegoteadas al cuerpo. Sonia 04 duerme, la boca abierta. ¿Vuelve a resultarme fea porque estamos por irnos a vivir juntos? ¿Todo lo que siento de rechazo es por temor al compromiso? ¿Me estoy boicoteando? No sé, por lo pronto me levanto. Salgo, compro el diario, compro facturas. Cuando ya terminé de desayunar, cuando releo una reseña que me publicaron -¿por qué escribo tan mal, la reputa madre que me parió?-, la voz desde el dormitorio:
-Pipu...
Voy. El dormitorio está más fresco que el resto. La beso. Me besa. La pongo en cuatro. Embisto. Ella quiere que grite, desde atrás, cuando termine (ella ya lo hizo dos veces). Lo hago.
Bastante bien.

Boedo. Hiper Rodo. Según la madre de Sonia 04, ahí tienen el modelo de lavarropas que buscamos. Un Whirlpool. Tiene muchas funciones, entre ellas una que se llama "lavado a mano". Me resulta curioso, que ya desde la definición sea una estafa. El vendedor nos muestra otros lavarropas, también. El que elegimos con Sonia 04 es carísimo. Hay otros más económicos. Hay un nuevo sistema, nos explica el vendedor, que se llama oriental. Lavado por burbuja. Yo, que no entiendo nada, asiento.
-Mi amor -digo-. Los que garpan son tus viejos, que elijan ellos y listo.
-No, no, quiero algo realmente bueno.
Alrededor de quince modelos. Whirlpool, Drean (¿estás seguro de que es buena marca?), Eslabón de Lujo, Samsung (yo me inclino por éste, hacen buenos monitores; no sé qué tiene que ver, pero así elegí mi celular Sony, que lo pagó Sonia 04). El modelo que habíamos elegido al principio pasó al olvido. El vendedor nos explica las infinitas ventajas del sistema oriental, aparentemente las burbujas no dañan la ropa, aparentemente están queriendo imponer el sistema que acá se desconoce y por eso tiene bajo precio pero es mucho mejor. Luego, en un momento, el vendedor dice:
-Eso sí, los precios son de hoy.
-¿Cómo, de hoy? -preguntamos a dúo con Sonia 04.
-Sí, mañana no sé cuáles van a ser los precios -dice el vendedor-. Parece que se va todo a la mierda, como en el 2001.
Sonia 04 me mira espantada. ¿Nos subirán el contrato de alquiler? ¿Quedaremos en la calle?
-Está entrando todo con aumento -dice el vendedor.
De repente, nos desesperamos. Todo se puede ir a la mierda, dijo el tipo.
Y todo se fue a la mierda, sé hoy. Lo de la economía era sólo una falsa alarma producto de un aumento en el precio de la electricidad para los comercios. Lo que se iba a ir a la mierda era otra cosa, pero eso el vendedor lo ignoraba. ¿O lo habrá imaginado al ver los labios torcidos de Sonia 04?

Por la noche, vamos a cenar con Ornella y el marido. Son realmente macanudos. Vamos a una parrilla por Palermo Hollywood, que sirven carne como en cualquier parrilla pero la cobran como si se tratase de un palacio. Hablamos de cómo la pasaron en Las Gaviotas luego de que nos fuimos, nos preguntan por el departamento que alquilamos, prometo que cuando vengan a cenar cocinaré. Hablamos bastante de cine -a ellos no les gustó "Los infiltrados" y a mí sí, en general tenemos gustos disímiles pero aún así resulta interesante hablar con ellos-, de política -mi perfil más lavagnista choca con el más psicobolche bieintencionado de ambos, pero todo se maneja en un marco de respeto y buena onda-, del campo de él -no inviertas en conejo, le digo, es la nueva moda y se va a ir todo al carajo, le explico por lo que escuché en la Secretaría-. En un momento, Sonia 04, visiblemente nerviosa aunque en modo de chiste, dice:
-Ay, de todo eso que hablan yo no entiendo nada.
O sea: no entiende nada de cine, ni de política, ni de campos. Lo que nos queda son sus pacientes.
Y de eso hablamos, claro, porque de ese tema sí que sabemos todos. Y los que no, se van enterando.