Martes 12 de diciembre de 2006.
Por lo general, soy un tipo atento. No es que a mí me importe mucho cómo se viste una mujer, tampoco si un día está particularmente linda o no. Sin embargo, sé que a las mujeres les gusta -en especial si es su pareja- que les digan si están bien, que les digan que están bien, que se fijen en algún nuevo detalle que seguro les llevó largo rato decidir -en el caso de Sonia 04, larguísimo rato-. Desde que comencé a salir con Sonia 04, cada ocasión en que nos encontramos una de mis primeras frases fue qué linda que estás, y luego le marqué algo de la ropa que utilizaba. Hoy, cuando entro a su departamento, ella se acerca y me da un beso. Tiene puesto el cinturón que le regalé -bueno, mejor dicho el que ella cambió- en Mar de las Pampas. Y se lo señalo, y digo:
-Hoy estás muy linda.
Su respuesta, por lo general, es gracias. Hoy, sin embargo, gira y va hacia el baño. Una vez que está adentro, grita:
-Sí, debo estarlo, porque hoy un paciente me invitó a salir.
Creo haber escuchado mal. No, no escuché mal. Voy a la cocina, es lo máximo que puedo alejarme de Sonia 04 en este departamento diminuto. Apoyo las manos en la mesada. Las sensaciones son distintas, se entremezclan fundamentalmente tres: a) me va a cagar con un paciente; b) me va a dejar; c) estoy a punto de asesinarla.
Ella, minutos más tarde, se acerca y me abraza.
-¿Te pasa algo?
-No, nada -digo.
Caminamos hacia un restaurante. Yo no hablo. Lo que surca mi cabeza es demasiado, como para elaborar palabra alguna, frase coherente.
-¿Qué te pasa, Pipu?
Entonces pregunto.
-¿Quién te invitó a salir?
-¿Estás mal por eso?
-¿Quién te invitó a salir?
-El paciente dadivoso.
-Te dije.
-¿Qué cosa, me dijiste?
-Que se estaba haciendo el ampuloso, cuando te ofreció pagarte más que lo que correspondía por la prepaga.
-Ay, vos sos terrible.
-¿Y cómo te lo dijo?
-Nada, en la mitad de la sesión me dijo que yo le parecía una mujer inteligente y atractiva, que si nos hubiéramos conocido en otro lado me hubiese invitado a salir.
-Mirá vos. ¿Y vos qué le dijiste?
-Que lamentablemente nos habíamos conocido en el consultorio.
-¿Eso, le dijiste? ¿Que lamentablemente no iban a poder salir?
-Ay, Pipu, vos no entendés. Es un paciente, no tiene ninguna chance. Para mí son como animalitos.
-Bueno, pero parece que el animalito está alzado. ¿Y qué más te dijo?
-Durante la sesión, nada más. Después, cuando bajábamos en el ascensor para abrirle la puerta, me dijo que era un lindo día, que sería lindo ir a tomar un café.
-¿Y vos qué le dijiste?
-Nada, me quedé muda.
-¿Y así le decís que no?
Sonia 04 camina en silencio.
-Digo, primero le das a entender que si no se hubieran conocido en el consultorio, hubiese dado para algo. Después, no le decís que no.
-Tengo que manejar la situación, él tiene que seguir su tratamiento.
-¿A vos te parece que él puede seguir el tratamiento, después de eso?
-Bueno, hay que ver cómo se maneja, si intenta algo más, si se vuelve una traba.
-O sea, querés ver hasta dónde es capaz de llegar el paciente dadivoso.
Ella no me responde.
Esperamos mesa en el restaurante -elegí yo, por eso tardamos quince minutos-. Yo miro la calle, estoy callado. Sonia 04 se me acerca y me abraza.
-Es un paciente. No te hagas problema por pavadas, Pipu.
No le respondo. Debería decirle que son las pavadas que ella se las ingenia para entrometer en la relación, pero me quedo callado: nos avisan que ya tenemos mesa disponible.
De regreso en su casa. Cada tanto, vuelve el fantasma del paciente dadivoso. Cuando eso sucede, mi rostro se debe transformar, la cara de culo se debe notar a la legua. Me quedo callado, pensativo. Estamos acostados, y Sonia 04 me dice:
-Tenés que confiar en mí.
No respondo.
-En relación a lo de ayer -dice.
-¿Lo de ayer?
-Lo de ayer.
-¿Los mensajes de texto o tus contactos del MSN?
-El mensaje de texto no significaba nada, ya te lo dije.
-¿O sea que los contactos sí?
-Sí. No. No es eso, como vos lo querés decir. Lo que quería decirte es que te quedes tranquilo, están todos eliminados menos uno.
-¿Menos uno?
-No empieces. Es un pibe divino, que lo mantengo sólo porque en algún momento lo quiero enganchar con una amiga. Quería ser totalmente honesta con vos.
Me quedo callado. Luego de un rato, digo:
-Sonia 04.
-¿Sí?
-Hay algo que quiero aclararte.
-A ver -dice, como quien dice a ver qué pelotudez me dice.
-Te quiero, y quiero estar con vos.
Hago una pausa dramática.
-Ahora, lo que quiero aclararte, es que si vos me llegaras a ser infiel, por más que te quiera, por más que te ame, no quiero estar con vos.
-No entiendo.
-Lo que quiero que entiendas es que yo quiero estar con vos si ambos somos fieles. Lo mío lo doy por descontado.
-Lo mío no lo das por descontado.
-Sí, qué se yo. Lo que me parece importante es que quede constancia, que sea muy claro respecto a esto: si me llegaras a meter los cuernos, al menos tené la dignidad de cortar la relación. Si querés no me digas los motivos. Lo único que te pido, llegado el caso no me pongas en una situación de sorete.
-Pero una infidelidad no significa que te ponga en una situación de sorete.
-Ok, eso es lo que pensás vos y lo respeto. Esto que te dije es lo que pienso yo, y espero que lo respetes: si me llegaras a ser infiel (o si ya lo fuiste), no quiero seguir al lado tuyo. No lo perdonaría. Y me parece que en ese caso lo más decoroso sería que cortes la relación. ¿Estamos?
-Estamos.
Ella me besa.
-Quedate tranquilo, Pipu.
-Sí, todo bien -digo.
Apagamos la luz. Me cuesta dormir.
jueves, 5 de abril de 2007
Sonia 04: El paciente dadivoso (2)
Etiquetas: El paciente dadivoso, Sonia 04