Domingo 26 de noviembre de 2006.
Me despierto tarde. Sonia 04 aún duerme. Me pongo la bata de toalla -cómo me gustan las batas de toallas, cuando vuelva a Buenos Aires me tengo que comprar una- y llamo a la recepción del hotel para pedir el desayuno -ya casi está por terminar el horario en que lo sirven-. Lo traen poco después. Desayuno en el deck, solo, mientras leo un libro. Segundos más tarde, los cinco perros -los cinco amigos, diría- están cerca, esperando. Cuando les digo que aún falta que desayune Sonia 04, se ofenden.
Sonia 04 despierta. Caliento su desayuno en el microondas. Ve mi libro, dice que ella no se trajo nada. Sonrío. Saco de mi bolso unas hojas impresas: mi última novela, la que generó que utilice el nombre Sonia en este blog. Son, en verdad, los primeros tres capítulos, unas sesenta páginas. Ella sonríe, se acomoda en la hamaca paraguaya a leer y yo le alcanzo el desayuno. Acerco una silla a la hamaca, y la empujo con suavidad, el vaivén le gusta.
Vamos a la cama.
Almorzamos algo frugal. Ya es tarde.
Vamos a la playa. El día es ventoso, hay muy poca gente -me gusta la playa con poca gente-. Intentamos leer acá, pero es imposible. Recostados, en un momento Sonia 04 me pregunta qué cosas no hice nunca. No lo digo con doble intención, es sólo la arena que me pica la piel, pero lo digo:
-Nunca cogí en la playa.
-Mirá, de tanto coger medio que me duele, pero mi boca está bien -dice Sonia 04.
Sonríe. La miro. Sonrío. Se levanta, me tiende su mano. Me levanto tomado de su mano. Vamos a los médanos.
Hoy está particularmente inspirada para el sexo oral.
Vamos a una despensa. Compramos carne, se supone que a la noche haré asado en la parrilla del deck. Compramos carbón, también. Chorizos. Y, aunque onia 04 duda, le digo que no se puede hacer un buen asado sin provoleta. El carnicero asiente, como si yo tuviera toda la razón del mundo.
Vamos a Cariló. El ingreso, los árboles que parecen caer sobre el camino de tierra, me fascina. Ya más adentro no. Las casas parecen sacadas de un country. Un country caro, encima. Sonia 04 me cuenta que la amiga que le queda del secundario siempre viene a Cariló. Aparentemente, la chica tiene mucho dinero. Aparentemente, tiene una vida perfecta: el marido es buen tipo, la plata les sobra, es hermosa.
-No sabés -dice Sonia 04 mientras señala una mansión que le gusta y a mi me repele-, cuando éramos adolescentes y yo salía con ella me sentía remal, porque los pibes siempre la miraban a ella y yo pasaba inadvertida. Yo siempre fui fea. Y siempre quise preguntarle, a ella, qué se siente ser linda.
Caminamos por Cariló. Sonia 04 quiere comprarle un regalo a Ornella por el cumpleaños, mañana. Recorremos los distintos centros comerciales. No se decide por nada. En un momento, paramos en una marroquinería. Sonia 04 mira unos cinturones, hay uno que le gusta mucho, dice, me lo muestra, dice que el precio es carísimo. Y yo elaboro un plan.
Refresca, paramos a tomar un café con torta de chocolate. Riquísimo y, contra lo que podía suponer, más barato que en Buenos Aires.
Salimos del bar, Sonia 04 se dirige a una casa de regalos, yo le digo que tengo que ir al baño.
-Bueno, Pipu, te espero acá.
Me alejo. Cuando ella no me ve, entro en la marroquinería. La vendedora me reconoce. Le hablo en voz baja, quizás porque me creí que esto tiene que ver con espionaje. La vendedora sonríe, dice:
-A tu señora el cinturón le va a encantar.
Me gusta que diga "tu señora". Pago. Salgo. Me asomo. Sonia 04 está concentrada mirando la vidriera de la casa de regalos. Me acerco por atrás, ella me siente y estira su mano para que la tome. En lugar de darle la mano, sin que me vea pongo el regalo entre sus dedos. Ella gira, sonriente.
-¿Qué hiciste?
-No me gusta que te quedes con las ganas de las cosas que te gustan.
Me besa. Me abraza. Abre el paquete. Mira el cinturón. Se lo prueba.
-¿Estás seguro de que yo te había señalado este?
-Sí, segurísimo.
Se lo coloca. Se mira ante el reflejo de la vidriera. Gira. Comienza a caminar hacia la marroquinería.
Entramos. La vendedora me saluda. Le pregunto si se puede cambiar el regalo, mientras Sonia 04 ya está mirando otros cinturones. La vendedora dice sí, claro.
No exagero: pasamos más de una hora en la marroquinería, con Sonia 04 que se prueba un cinturón tras otro. En ese lapso, ella me mira varias veces y me dice yo soy así no me compres esta clase de regalos. En un momento, escucho que la vendedora le dice a su ayudante:
-Pobre el marido.
Y, si bien estoy de mal humor, me gusta que me hayan llamado "marido". Al final, Sonia 04 elije otro cinturón -en el intervalo, casi se queda con el que yo le compré, el mismo que ella antes había marcado-, que resulta más barato que el otro. No nos devuelven el dinero. Con la diferencia, alcanza para unos aros.
Otros cuarenta minutos.
Una hora y cuarenta minutos. Tiempo total en la marroquinería.
Cuando salimos, el resto de los locales están cerrados.
-Uy, no le compré el regalo a Ornella -dice Sonia 04.
-Y yo tengo que hacer un asado -digo.
Hago el asado. Por lo general, me gusta hacer un fuego bastante fuerte. Supongo que es la herencia piromaníaca de mi abuelo. Ya cuando estoy acomodando el carbón los perros se acercan, y se recuestan alrededor de la parrilla. Como Sonia 04 lava las verduras, me pongo a hablar con ellos. Y juro que ellos me entienden.
Sonia 04 se recuesta en la hamaca paraguaya. Hace frío, pero el calor de la parrilla nos reconforta. Pongo la carne, los chorizos, la provoleta.
Sonia 04 dice:
-Cuidado, Pipu, que se va a arrebatar.
Lo repite unas nueve veces. En un momento le digo:
-¿No sabés alguna otra palabra del vocabulario parrillero?
Ella se ríe.
Comemos. Sonia 04 reconoce que salió riquísimo, que no se arrebató.
Cuando terminamos, salgo con lo que sobró al deck. Sonia 04 me grita desde adentro que no se me ocurra darle a los perros. Yo le digo a mis amigos que ella es así, que no se preocupen. Y les doy la carne que quedó. En medio de la noche, diez ojos brillan con agradecimiento.
Vamos a la cama. La beso. Estoy cansado, no tengo fuerzas ni para sexo. Sonia 04 dice exactamente eso, que le arde, que tuvimos demasiado. Yo la beso, me hago el todopoderoso y digo que no importa.
Le digo, también, que la quiero.
Nos dormimos abrazados, mientras afuera, en Mar de las Pampas, hace frío.
viernes, 30 de marzo de 2007
Sonia 04: Mar de las Pampas (2)
Etiquetas: Sonia 04