Sábado, noche.
Voy a la Casa del Queso caminando. Al final, terminé temprano de vestirme y arreglarme para una cita romántica. En realidad, terminé en hora pero Sonia 04 retrasó el encuentro. Encima, esa supuesta broma que intentó con Gladiola. Me quedo de pie junto a la puerta. Llego cinco minutos antes. A las 10 y 15, llamo al celular de Sonia 04. No contesta. Debe estar de viaje. Llega a las 10 y 25. La mesa que había reservado ya fue ocupada, hay que volver a esperar.
Detalle no menor: Sonia 04 está desarreglada. No es que yo sea un maniático de la pulcritud, nada más lejano, pero sé muy bien que, para una mujer, arreglarse para una cena con su pareja es algo importante. Bueno: o bien yo no soy su pareja, o bien Sonia 04 no es mujer. Trae un jogging, el pelo mojado y despeinado y un buzo. Yo, por mi parte, me siento incómodo con el saco de corderoy, el pantalón limpio. Me siento molesto, además, con el retraso de Sonia 04. Me siento en la silla, luego de que nos ubican.
Apenas nos sentamos, sin solución de continuidad, Sonia 04 empieza a contarme -a repetirme- la broma que había planificado con Gladiola. Miro el menú. En medio de la música ambiente del viejito que toca el piano en el primer piso, escucho que Gladiola estaba muy deprimida, y que por eso a Sonia 04 se le ocurrió inventar la broma para levantarle el ánimo (tal como yo sospechaba; podría decirle que la temática de la encuesta me resulta un tanto sospechosa, medio para medir mis sentimientos, pero no creo que una cena romántica sea el ámbito para tocar ese tema). Aparentemente, Gladiola estaba tan mal que Sonia 04 la invitó a cenar con nosotros, y Gladiola no aceptó. Alzo la vista del menú. Creo haber escuchado mal. Me hago el distraido, le pido que me repita lo que dijo:
-Que Gladiola estaba tan mal que la invité a cenar con nosotros, acá, pero no aceptó.
Carraspeo. Miro la calle. Miro el pelo revuelto de Sonia 04. Miro al pianista, lo envidio. Miro mi interior, y noto que mi paciencia, el dejar pasar todo (bueno, casi todo: el con afecto de la dedicatoria del libro no lo dejé pasar), pero una vez más siento que Sonia 04 está midiendo hasta dónde puede avanzar, cuánto puede tirar de la cuerda, como en las primeras citas. No me di cuenta, pero hasta hace un segundo la tenía tomada de la mano, sobre la mesa, y antes de decir lo que digo la suelto:
-Disculpame una cosita, Sonia 04, pero... ¿Yo la conozco, a Gladiola?
Ella me mira, sin entender.
-Digo, a ver... ¿Yo siento algo, por Gladiola?
Sigue sin entender.
-A lo que me refiero es a que no la conozco y no siento nada por ella. Es tu amiga y quizás está mal -siempre está mal, según vos me contaste, pienso-, por lo que hubiese entendido -mentira, no lo hubiese entendido, no tan sobre el pucho- que te quedaras haciéndole el aguante. Ahora bien, ¿a vos te parece que tengo que estar en una cena romántica con mi novia y con su amiga depresiva? ¿No te parece que en esa imagen hay al menos una persona de más?
-Bueno, yo no pensé que era una cena romántica.
-Te dije que te quería invitar a un lugar que me gusta porque vos me gustás mucho.
-Bueno, no era la idea.
-Mejor. Y disculpame que te lo haya dicho así, pero la verdad me pareció necesario empezar a aclararte cuáles son mis límites.
Que conste en actas que dije empezar a aclararte cuáles son mis límites.
Sonia 04 asiente, pero evidentemente no le gustó lo que escuchó.
Como se dice en inglés: no more mister Nice Guy.