domingo, 3 de septiembre de 2006

Agrandado

Antes de salir para el taller literario, me fijo si hay mensaje de Sonia 01. Nada. Recuerdo que tenía que almorzar con una amiga, y luego trabajar en algo que le había quedado pendiente.

Parto al taller.

Los que asistimos al taller somos: el Libanés, la Trotamundos, la Cuyana, el Tarta y yo. Cuando comienza la clase, el profesor siempre nos pide que narremos nuestra semana. Por lo general, nunca tengo nada que decir. Mejor dicho: nunca tengo nada que decir de lo que dice el resto, que son sus novias, sus salidas, las personas que conocieron. Por lo general, la narración de mi semana se reduce a problemas laborales, algún libro que leí, película o serie que vi y qué estoy escribiendo. Esta vez, en cambio, digo:
-Ayer conocí a una chica.
Digo que me fue bien, que estuvimos charlando desde las diez y media de la noche hasta casi las seis de la mañana. ¡Bien!, dice el profesor.
-Y hoy tengo que salir con otra.
En verdad, la salida con Sonia 02 es, a esta altura, un contratiempo. Desearía ver a Sonia 01, pero le dije que tenía que salir y ella, también, tenía un cumpleaños. Si voy es para no fallarle a la Petisa, y para hacer rendir los trescientos y pico de pesos del saco que me compré por su consejo. Digo la frase, entonces, para causar impacto, para sorprenderlos gratamente. El tipo que vivía encerrado en su casa ha comenzado a salir, y por su cuenta, sin ayuda de las fiestas de sus amigos (que son, justamente, ellos).
En un momento de la clase, la Trotamundos me dice algo, yo no la escucho bien porque leen un cuento, le pido que se quede callada y ella, por primera vez desde que la conozco, alza el tono de voz de forma tal que todo el mundo se queda en silencio:
-¡Vos estás re agrandado! -me grita.
No le respondo. No tiene sentido ponerse a discutir en público. Ya imagino que el resto piensa que le hice cualquier cosa, y por eso ella me grita.
Y no le respondo porque, fundamentalmente, algo de razón tiene.