miércoles, 8 de agosto de 2007

Sonia 00: Paso al costado

Trasnochat.
Sonia 00 empieza con que está aburrida, yo la escucho (la leo), la dejo descargar sus penurias acerca de su familia disfuncional, hablo (escribo) sólo de tanto en tanto, le digo que todo se va a solucionar, que quizás debería analizar seriamente la posibilidad de irse a vivir sola. Ella me cuenta que le avisaron de que su contrato está listo, que mañana deberá ir a firmarlo. Me pongo contento, se lo digo. Ella dice que me va a devolver el dinero que le presté, yo le digo que no estoy contento por eso, que no hay apuro, que lo importante es que se está afianzando en el trabajo. La palabra trabajo obra como detonante para derivar en el Toti, el tipo casado del trabajo que la invita a salir. Me pregunta, Sonia 00, si debería aceptar. Primero le digo que haga lo que crea, luego digo que no, que no me parece apropiado. Expongo los riesgos evidentes de salir con un tipo casado, le explico que lo que sucede es que ella se siente mal y desea sentirse mal, que desea recuperar la autoestima sólo suponiendo que otra mujer -la esposa del Toti, para el caso- esté peor. En un momento, ella dice que cree que sus dudas se deben a que necesita tener sexo, que ella es una mina muy sexual. No digo nada. Dice que necesita que se la cojan bien cogida, que le gusta chuparla y que se la chupen, que le gusta que se la cojan con sus pies en los hombros del partenaire de turno. No digo nada. Cuenta todos y cada uno de sus gustos sexuales, se explaya en los detalles, en que le gusta, a veces, por ejemplo, tragarse la leche, que le gusta ir al baño y ver la leche que quedó en su cara. Estoy a punto de masturbarme, pero sé que el patetismo es un camino de ida, y me detengo. La charla dura poco más. Cuando me voy a dormir, me hago flor de paja. Pienso en Andrea Pietra.

Al día siguiente, jardín en varias oportunidades. Lo que se repite: está contenta por el contrato, tiene dudas acerca de las invitaciones de Toti, y, claro, qué bueno que somos amigos.

Por la tarde, le doy clase de taller a La Petisa. Tiene un familiar enfermo, por lo que no nos vemos hace varias semanas. Cuando bajo a abrirle, observo que me mira del otro lado del vidrio y sonríe. Cuando abro, me saluda con sonoro beso en la mejilla y apoya una mano en mi espalda.
-¡Qué flaco que estás, Elemental! ¡Qué lindo!
Aclaro: la Petisa es casada, y es esa clase de persona que una afirmación como la que antecede no significa en lo absoluto un interés de su parte. Es muy linda, y es así. Cuando preparo el café y ella acomoda sus escritos -escribe muy bien, es una pena que no le dedique más tiempo-, escucho, en la cocina, desde el comedor:
-¿Seguís solo?
-Me gusta una mina, pero qué se yo... Es mucho más chica que yo, no tiene las cosas en claro...
-Vos necesitás una mina de treinta o más.
-Sí, puede ser, pero no conozco ninguna.
-Yo tengo dos para presentarte.
No digo nada, sirvo el café.
-Te lo digo en serio, Elemental.
Sirvo las galletitas en la bandeja.
-En serio, te lo digo, Elemental. ¿Y? ¿No querés que te presente a mis amigas? Son las dos moy lindas.
Mientras camino hacia el comedor, me pregunto por qué no. Quizás sea momento, en relación a Sonia 00 y nuestra imposible relación, de dar un paso al costado.