jueves, 9 de agosto de 2007

Sonia 00: La primera amiga de la Petisa (1)

Llego al trabajo, temprano como siempre, solo como siempre, y tengo mail de la Petisa. Lo escribió por la noche, la trasnoche, cuando yo ya me había acostado. Insiste con lo de las amigas, dice que iba en serio. Dice que, en serio, ahora estoy demasiado lindo como para desaprovecharlo. Expone el perfil de una de las candidatas: 33 años, divorciada, moy linda, abogada. Bueno, con abogada la cagamos. Pero tengo que abrir la mente, no puedo ser siempre tan así, así tan siempre. Le respondo breve: ok, cómo sigue esto.

Llega Sonia 00, vamos al jardín. Cada uno de sus qué bueno que somos amigos suena, ahora, hoy, en este jardín, débil, sin ecos. Cuando me cuenta de que el Toti le mandó otro mail no digo nada. No digo nada, tampoco, de la posible candidata de la Petisa.
-¿Qué pasa que no me decís nada del Toti? -pregunta en un momento.
Me encojo de hombros.
-Hacé lo que creas que tenés que hacer -digo.
-Pero no debería, ¿no?
Vuelvo a encogerme de hombros.
Pronto, regresamos a nuestras oficinas.

Mail de la Petisa: dirección de la amiga divorciada. Dice que le habló moy bien de mí, que le dijo que escribo muy bien, que soy un soltero codiciado. Dice que me mande.
Suspiro.
Me mando. Escribo sin conocerla, para conocernos. Expongo que se supone que debería ser ingenioso y bla, bla, bla, comienzo a enumerar todos los recursos humorísticos que podría utilizar para hacerme el simpático (lo cual, supongo, cuando lea le resultará muy simpático), todas mis supuestas virtudes (entre las que no olvido, por el mérito, delgado), todas sus supuestas virtudes que me contó la Petisa. Envío el mail. Supongo que me responderá mañana.
No.
Me responde a los cuarenta y cinco minutos, confiesa que se divirtió mucho con mi mail, que le resulta muy difícil conocer hombres (dice hombres y no chicos, lo que me hace sentir mayor, como si hubiese madurado de golpe).
Respondo.
Responde.
Respondo.
Responde.
En dos horas, seis mails.

Jardín con Sonia 00.
Dice que Toti le envió otro mail.
-Es casado, no tiene vergüenza -dice.
Me encojo de hombros.
-¿Te pasa algo, a vos?
Carraspeo, entre incómodo y disfrutando el momento.
-El domingo voy a conocer a una mina que quieren presentarme -digo.
Ella me mira.
Pienso que va a decir qué bueno que somos amigos, pero no.