domingo, 6 de mayo de 2007

Sonia 04: Freddy Krueger siempre vuelve (y 4)

Suena el timbre. Miro por el visor, es Sonia 04.
-Ya bajo -digo.
Y bajo. Como si ver a Sonia 04 fuese, siempre, bajar.

Una vez que llego a la puerta, la saludo con un beso en la mejilla. Ella se separa y se queda de pie, me mira. Varios segundos. Luego se acerca y me abraza. Se separa con una sonrisa de misión cumplida. Sí, se lo deben haber dicho Malena o Gaby, sus analistas suplente y titular, pienso, aunque recuerdo que Gaby está de vacaciones, así que tiene que haber sido Malena. Vaya uno a saber qué le dijo a Malena, para que le aconsejara algo así como encontrarse para darme un abrazo. Vaya uno a saber qué significa un abrazo, para Malena. Y para Sonia 04. Y para mí, que me siento incómodo. Que siento miedo.

-¿Vamos a tomar algo? -propone Sonia 04.
-Bueno -digo.

Caminamos por José María Moreno, doblamos en Pedro Goyena y caminamos hasta Puán. Hay un bar abierto. En el trayecto, hablamos de nimiedades. Me pregunta por mi visita al diario, me pregunta por el Rivotryl, me confiesa que ella también lo está tomando. Esas cosas.

Nos sentamos uno a cada lado de la mesa. Sonia 04 comienza un monólogo que, se nota, estuvo practicando:
-Quería decirte que te quiero mucho. Lo que siento por vos fue como una escalera -no aclara si ascendente o descendente-. Sos un gran tipo, alguien a quien admiro, que se bancó cosas muy duras y sin embargo siempre salió adelante. Me gusta que escribas, que a veces transformes tu dolor en escritura. Me gusta todo, de vos, y no quiero perderte. El otro día, cuando te veía llorar, cuando te escuché decir que no querías vivir más porque el dolor era mucho, me quería morir. Yo no te quiero hacer eso. Yo te quiero hacer bien, y creo que podemos estar bien. Lo tenemos todo: trabajos donde ganamos bien, un buen departamento, ganas de formar una familia, respeto por el otro. Lo tenemos todo, y no quiero perder esa oportunidad que los dos nos dimos cuando nos conocimos. Te extrañé muchísimo, estos días, me despertaba a la noche y me faltabas. No quiero que faltes en mi vida. No quiero.
Su tono es pausado: el Rivotryl hace esas cosas. El que yo me tomé, antes de bajar, me ha dado un poco de sueño. Siento mis sentidos aletargados, y quizás sea por eso que escuchar a Sonia 04 decir todo esto me ablanda, me hace bajar las defensas, me hace olvidar la promesa que me hice cuando quedamos en encontrarnos: no me arreglo con ella, no puedo ser tan boludo.
-Pero no entiendo -digo-. ¿Qué es lo que querés?
Ella sonríe, triunfal, como si hubiese esperado esa pregunta toda la noche.
-¿Qué quiero?
Se pone de pie. Camina alrededor de la mesa, se sienta junto a mí, me toma de las manos.
-Esto, quiero.
Y me besa.

Caminamos hacia el departamento, esta vez tomados de la mano.

Subimos. Lo hacemos. Bastante mal. Cuando acabo, no sé si por el Rivotryl, apenas si puedo mantener los ojos abiertos. Entreveo, sí, que Sonia 04 se levanta de la cama y se viste.
-¿Qué hacés? -pregunto con voz pastosa.
-Voy a dormir a mi casa -dice.
Termina de vestirse. Me da un pico.
-Te quiero mucho -dice.
Y se va del cuarto. No me levanto de la cama. Escucho la puerta del depto que se abre, y luego se cierra.
Y me quedo dormido.