Lunes (cont.).
Vinimos del consultorio de Silvina directo al consultorio/depto de Sonia 04, como si no tuviese sentido ir al depto de José María Moreno. No hablamos en todo el trayecto, tampoco nos tomamos de la mano. Sonia 04 está sentada de un lado del escritorio, en el mismo sillón donde atiende a sus pacientes, yo del otro. Luego de unos segundos, digo:
-¿Vos coincidís con Silvina?
-Y... -ella extiende los brazos, como si no le gustara pero sí.
Yo no digo nada. Meto la mano en el bolsillo, saco mi llavero. Con cierta dificultad -los llaveros nunca fueron mi fuerte- saco las llaves del consultorio/depto de Sonia 04 y las dejo sobre el escritorio.
-Dame unos días que busco un nuevo depto, y me mudo.
-Está bien -dice Sonia 04, labios torcidos.
Pausa. Recalco algo: lo que hago a continuación no lo hice absolutamente con ninguna novia. Creo que en este caso es pertinente. Fin de la pausa.
-Otra cosita -digo.
-¿Sí?
-Dame las cosas que te regalé.
-¿Qué?
-Quiero las cosas que te regalé. Mi novela editada, los cuentos que te imprimí, esas cosas.
-No.
-Mirá, son las diez de la noche y entro a trabajar mañana a las diez de la mañana, es decir que tengo doce horas para esperar a que se te vaya el caprichito. Me vas a dar esas cosas por dos motivos. Primero, no te las merecés como no te merecés que te haya dado algo con amor. Segundo, no te voy a dejar ningún trofeo.
Se levanta, va a su dormitorio. Trae el ejemplar de mi novela editada. En verdad, yo sólo quería la hoja con la dedicatoria, pero bueno, así es mejor. Trae, también, las impresiones de mis cuentos. Yo me quedo sentado, en silencio. Ella me mira, de pie.
-Falta la novela inédita, la que habla de la relación con mi viejo.
-¡No, esa no!
-Son las diez de la noche y entro...
-Sos insoportable.
-Si querés, dame sólo la hoja con la dedicatoria. No quiero rastros de que te quise.
Camina alrededor del escritorio. La novela, anillada, está entre los papeles con datos de sus pacientes. Todo un símbolo. La abre, arranca la hoja con la dedicatoria, en un movimiento violento, furioso, y me la tiende. Delante de ella, la rompo y me guardo los restos en los bolsillos.
-Otra cosita -digo.
-¿Qué más?
-¿Por qué?
-¿Por qué qué?
-¿Por qué mierda me llamaste, el jueves pasado? Yo me estaba levantando, de a poco y con el Rivotryl, pensaba en comprarme un perro, y vos me llamaste, y ahora no te hacés cargo de nada... ¿Por qué no te hacés cargo?
-Bueno, disculpame, ¿está bien?
-No, no está bien con que te disculpes. ¿Tan poco, valgo, para vos? ¿Tan poco, valgo? No, con una disculpa no lo arreglás. No podés joder a la gente y después disculparte y que todo vuelva a lo de antes. ¿A Rafael le pediste disculpas, después de meterle los cuernos durante seis meses? -me mira en silencio, por su mirada comprendo que sí, que le pidió disculpas-. ¿Le pediste disculpas después porque te mudaste con él pero querías viajar por el mundo y lo único que recorriste fue la poronga de un tipo casado? ¿Le pediste disculpas por haberlo vuelto loco con el tipo casado, mientras él se mantenía cerca porque quería arreglarse? ¿Le pediste disculpas cuando empezaste a salir con su mejor amigo?
-Andate.
-No me voy una mierda. Me voy cuando se me cante el orto. Explicame por qué, por qué tanto odio, por qué tanta estupidez.
Se pone de pie.
-Andate.
La miro, sentado, en silencio.
Me toma del brazo.
-Por qué -repito.
-¡Disculpame, no fue a propósito!
-¿Cuánta gente vas a cagar, antes de darte cuenta de lo que hacés, de lo que sos? No es por nada, no me quiero mandar la parte porque en verdad me siento un pelotudo, pero estuve siempre, para vos. Desde el principio. La primera noche ya te dije que te quedaras a dormir. No di vueltas, no te dejé en vilo. El jueves, cuando me llamaste, podría haberlo hecho y no lo hice. Me mudé con vos, te banqué en tus locuras de cambios de muebles... ¿Por qué?
-Andate.
-No, nena, vos no me sacás de tu vida sin una explicación.
-¡No lo puedo controlar!
-¿Y para qué carajo ponés un aviso en una página de búsqueda de pareja, entonces? Ah, casi me olvido. Lo hiciste porque te dijo Gaby, tu analista titular. Tenés analista titular y suplente, ¿vos sos conciente de eso? ¿Vos sos conciente que sos tan jodida que, para ser buena, para sentirte buena, hacés todo lo quete dicen tus analistas? ¿Qué le vas a decir, a tu próxima pareja, lo mismo? ¿Cuán bajo vas a caer en la escala humana?
-¡Andate!
Me pongo de pie.
-Ahora sí -digo.
Salimos del departamento. En el ascensor, me pongo a llorar. Me aferro a mi novela. Cuando salimos, cuando estamos en el hall, a punto de salir, comprendo que no me dijo por qué me hizo lo que me hizo.
-¿Por qué?
-¡Andate!
-Decime por qué.
-¡No te puedo creer!
Sonia 04 sale del edificio, cierra la puerta. Yo quedo encerrado, no tengo llaves. Me quedo parado, sin entender. Vuelve luego de unos minutos, introduce la llave, entreabre la puerta y dice:
-Dale, salí.
Salgo. Así como el aire cálido choca contra mi rostro, comprendo que lloro.
Susurro:
-Yo no te jodí, yo no te jodí...
Lo repito a lo largo de todo el trayecto hasta el depto de José María Moreno. Sonia 04 me acompaña, creo que tiene miedo de que en ese estado me atropelle un coche. Quizás es demasiado, piensa o se apiada.
-Yo no te jodí -digo, a modo de despedida-. No me lo merezco.
-Sos un gran tipo -dice ella.
Y se va.
Arriba, en el departamento, apenas entro tomo el teléfono y marco el número de mi vieja.
-Ya está -digo-. Ahora sí.
Y ya no lloro.