lunes, 28 de mayo de 2007

Sonia 00: Prólogo 02: Perdido

Hay un momento, en este período, en que descubro la serie "Lost". Lo que me empuja es que, mientras aún estaba con Sonia -01, conocí "Los Soprano" y me fascinó -vi las primera y segunda temporada de corrido-. Leo reseñas muy elogiosas, el tema de náufragos en una isla no me resulta particularmente atractivo desde el bodrio de Tom Hanks, pero tengo tiempo y banda ancha.

Creo que uno de los primeros elementos que me fascinan de la serie es la estructura, la recurrencia constante a flashbacks para entender el presente de los personajes en la isla, la forma en que los autores intentan dar cuenta de que ese "perdidos" del título no hace referencia a la estancia en la isla, sino a las condiciones en que llegaron a esa isla más allá del accidente, la caída del avión. Seres perdidos.
Dicen que la identificación es uno de los elementos que más empatía crean entre la obra y sus receptores.

Odio a Jack, el médico, el protagonista inicial. Me resulta demasiado perfecto. Odio a quienes intentan serlo, no a los que lo consiguen.
Yo lo intenté demasiado tiempo.

Rápidamente, me identifico con Locke. Bueno, no tan rápidamente, tengo que esperar al capítulo 4 de la primera temporada, a que se descubra su pasado y por qué él se aferra desesperadamente a esa situación de aislamiento en la isla. Locke se aferra a una segunda oportunidad. De hecho, la busca desde hace tiempo.
En cierto sentido, lo que John Locke busca es mucho más que el reconocimiento de sus padres que lo abandonaron, sino la posibilidad de reconocerse a sí mismo, de no avergonzarse de quién es, de no avergonzarse de no haber sido querido por sus padres. Locke encuentra, en la isla, su lugar en el mundo.
Hay un momento en que, muy sereno, ante alguien desesperado, dice: viví con odio demasiado tiempo, no desde que llegué a la isla.
Lamentablemente, me identifico con lo que es su vida hasta la isla.
Quizás porque también, todavía, busco mi lugar en el mundo.

Hay elementos que me divierten de Sawyer, el estafador. Es lindo, yo lo fui. Tiene algo que, sé, resulta similar: los demás ven en él un ser duro, irónico, casi despiadado.
Y su pasado, desconocido por todos, lo demuele.

Veo la primera temporada en un fin de semana. Veinticuatro capítulos.
Me adentro en las tierras de esa isla, en los misterios que siembran los guionistas con sabiduría.
Paradójicamente, me siento menos perdido.