viernes, 25 de mayo de 2007

La peor cita de tu vida: Luisette (3)

Quedamos un martes en un bar de Palermo.

A esta altura en los foros yo ya era algo así como “inconquistable corazón”, y ninguno había llegado tan lejos, no me había citado con nadie para el tête à tête, para el encuentro face-to-face.

Llegó el día y yo esperé en el bar acordado, sin saber a qué me enfrentaba, sin una foto orientativa del pibe, nada, sabiendo sólo que hacía mucho deporte. Frente a lo desconocido y una taza de café, pensando qué hacía yo en ese lugar, con el escepticismo que me caracteriza. De dónde me había surgido la loca idea de que iba a conocer al hombre de mi vida en un casting de los foros de Internet! Por Dios!

Pero la idea era probarle a mis amigas que yo no era ese ser tan intolerante que ellas presumían, y que no estaba tan cerrada a toda posibilidad de conocer a alguien, que podía aceptar tomar un café con un muchacho cuasi-desconocido, sólo para ver qué onda. Lo mío sí era una cita a ciegas, mis expectativas eran casi nulas, pero el asunto podía ser divertido (o al menos pensar eso, me alentaba)

Yo, sentada en ese bar de Palermo, esperaba ser reconocida por un desconocido, gracias a la fotito que mi amiga había mandado.

Y el muchacho apareció. Un forzudo que no medía más de 1.60, 1.58 con mucho (al lado de mis 1.68). Intenté consolarme recordando la pareja Cruise-Kidman , pero no dio resultado. Una gorra Nike con visera, a las 20.00 hs pasadas de un día de invierno bastante oscuro me hicieron pensar que estaba lookeado ad hoc, sobre todo cuando llegué a vislubrar que debajo de la gorrita había un cuero cabelludo expuesto, en la lisura de su peladez, rapado totalmente, y a propósito.

El pibe tenía su estilo, una onda que no tenía nada que ver con la mía, claro, y el equipete se completaba con unos anteojos cuadrados de plástico blanco (muy cool), pantalón, buzo de gimnasia y zapatillas. Todo de marca. Se vé que el chico era muuy deportista, canalizaba por ahí.

Al toque me dí cuenta que nunca iba a dejar que ese pibe me tocara, ni con un palito, en un instante comprendí que había cosas (físicas) que nunca me iban a pasar con él, cuestión de piel. Pero a esta altura ya estaba sentada en el bar, así que era cuestión de pilotear el tiempo que demanda tomar un café. No parecía nada grave.

(continuará)