Al rato llega Elena y como la película está por comenzar entramos. Yo compré maní japonés para los dos (buen gesto, aunque al final lo como casi todo yo). Un tipo atiende su celular y conversa por unos minutos mientras mira la película. A los dos nos molesta mucho (afinidad: no habla en el cine y, como a mí, le molestan las personas que sí lo hacen; además ella ni tiene celular, detalle anti-system que me resulta simpático). Después vamos a tomar algo a un bar que ella recomienda. Comento que al tipo del cine lo vi bajar de un aerodinámico auto importado (la superflua impunidad de los ricos). No dice nada, caminamos una cuadra más y se encuentra un billete de veinte pesos en la calle (se alegra y dice que invita lo que tomemos en el bar). Llegamos, pide una gaseosa light y una pizza y yo una cerveza (con los tres paquetes de maní japonés se me fue el hambre). Relato mi encuentro con el conocido gay. Apenas lo hago, comprendo, por la mirada de ella, que no tendría que haberlo hecho. Ella pregunta si alguna vez me sentí atraído por algún varón y digo que alguna vez, hace años. Pregunta si tuve alguna experiencia. No. ¿Vos? No. ¿Nunca te pareció linda ninguna mujer, nunca te atrajo ninguna, ni siquiera por unos segundos? No. Okey. Evidentemente, no quiere contarme TODA la verdad. Volvemos a conversar de nuestros temas intelectuales, ella habla de Laclau y yo de Zizek (autores in de ciencias sociales). Menciono mi etapa de fascinación con el teatro (que me parece, en este momento, una terapia muy superior al psicoanálisis) y ella dice que no le gusta (ni el teatro ni el psicoanálisis) pero que su madre recuerda sus cursos de teatro como las mejores experiencias que tuvo. Después paga, volvemos a pasar por su edificio, vuelvo a proponer besos y ella vuelve a decir que no, que por qué hay que hacer lo que hace todo el mundo (esas respuestas me desconciertan) y vuelve a acompañarme a mi colectivo. Acepto. Insisto con el beso y ella dice otra vez que no, y aclara que lo dice porque cree que yo tengo dudas sobre mi sexualidad. Me enojo bastante y aclaro: si fuese gay no estaría con vos acá sino con un hombre. Dice: sabía que te iba a molestar. Y sí. Busco los cigarrillos. ¿Vas a fumar? Sí (además de abstemia, histérica y fascista, ella es anti-cualquier tipo de drogas). ¿Querés venir a casa? No quiero que te vayas mal. Termino mi cigarrillo y mi enojo disminuye (vuelvo a guardar mi alicaído orgullo). Quién sabe, las mujeres son imprevisibles. Quizás ahora siente culpa y nos acostamos (quizás hasta me recompensa con sexo oral). Además debo aprovechar que la hermana -su roomate- está de vacaciones. Acepto, claro.
martes, 15 de mayo de 2007
La Peor Cita De Tu Vida: El Tarta (5)
Etiquetas: El Tarta, La peor cita de tu vida