miércoles, 16 de mayo de 2007

La peor cita de tu vida: La Bella Poetisa (2)

Bueno, Elemental, como te decía, lo vi ya desde el pasillo del edificio, entre las rejas de la puerta. En ese preciso instante supe que me había producido toda al pedo: el pibe tenía puesta una chomba salmón, adentro de un jean de tiro alto clavado a una altura que para mí, te lo juro, estaba por encima del ombligo, casi en el pecho, le hacía “pezuña de camello” -¿viste “The weather man”, con Nicholas Cage? Ahí lo explican bien- en los huevos... Y, para peor, en vez de zapatos, sandalias. Yo a ese tipo, lo supe, nunca le iba a dar un beso. En la boca, se entiende, ¿no? Nos saludamos con beso en la mejilla. Igual yo soy bien predispuesta, trato de encarar las cosas con buena onda, me dije que al menos iba a tener una buena charla, una rica cena. Además pensá que el tipo daba subsidios a editoriales independientes, y yo tenía miedo que si lo trataba mal me cerrase todas las puertas.

Nos subimos al coche, y tenías que ver cómo manejaba. Todo inclinado sobre el volante, con cara de loco, tipo míster Magoo… Y encima se perdió. ¿Podés creer que se perdió en el trayecto de mi casa en Barrio Norte a Palermo? ¿Cómo hacés, para perderte con algo así? Al final no encontraba lugar para estacionar –él quería ir a ver tango al Club del Vino, que a mí no me interesaba, pero ya te dije que yo estaba bien predispuesta a al menos pasarla bien-, tardó como una hora. Vos fijate: el tipo, en una primera cita, me lleva a un lugar en el que ni podíamos hablar, que lo único que podíamos hacer era escuchar tango, calladitos, y a mí el tango ni siquiera me gustaba. Encima, se acerca un mozo y nos pregunta si queríamos comer algo: yo pedí vino, nada más, y él encargó una picada pantagruélica. O sea: no nos conocíamos, no podíamos hablar, teníamos que escuchar algo que a mí no me interesaba, y él le daba duro a su picada. Y yo no quería comer picada. Encima, mientras morfaba, se hacía el inteligente y, con la boca llena, mientras la banda tocaba, se me acercaba para hablarme tipo a dos milímetros. ¿Sabés el aliento a queso que tenía? Un asco.

En un momento, me voy al baño y llamo a mi hermana por el celu. Le dije que era todo un desastre, ella se ofreció a hacerme un emergency call –tipo llamarme y decir que había surgido una emergencia y yo me tenía que ir-, pero me pareció que no daba, él se iba a avivar, todo el mundo se aviva hoy con eso, y yo no quería quedar mal con mi profesora de música.

(continuará)