Sábado.
Por la mañana, hablamos. Yo tengo que darle clases a mi alumna que desea escribir el Harry Potter argentino, Sonia 04 atiende a un paciente (un gordito que se siente feo y es feo, según su descripción). Le cuento algunas cosas del viaje, quedamos en vernos por la noche, luego de su clase de buceo, e ir a cenar. Cuelgo. Hasta que llega mi alumna, hago un breve repaso de los cursos y talleres a los que asiste Sonia 04: a) lunes: gimnasio; b) miércoles: primera hora de la mañana, gimnasio; mediodía, curso de psicología que da su analista; noche, cine; d) viernes: tango; e) sábado: buceo. Muchos cursos, la verdad. No entiendo para qué, pero bueno.
A eso de las 9 de la noche (habíamos quedado para las 10), llamado. Sonia 04. Dice que luego de la clase de buceo salió a tomar algo con sus amigas, que si puede ser que nos encontremos a las 11. Por supuesto, digo todo comprensión. Media hora más tarde, llamado. Sonia 04. Dice que está con sus amigas, que al final ellas van a cenar, que mantenemos el horario de las 11, pero si me molestaría que no cenemos. No hay drama, digo toda comprensión. Cuelgo, miro el reloj: no llego a cocinar, comer e ir al encuentro. No puedo tener tanta comprensión, le digo. Quizás, como en anteriores ocasiones, Sonia 04 está midiendo mi paciencia. La llamo. Le planteo lo de la cena. Se ríe, dice que está bien.
A las 11 en punto estoy en la puerta del Paseo La Plaza. Diez minutos más tarde, entre la muchedumbre del pasillo, veo un sombrero azul que se acerca. No sé, quizás le pegó la onda Sally, no sé, pero cuando la veo con el sombrero me digo que le queda horrendo, que el sombrero ES horrendo. Se acerca, me besa. Aguantame un minuto que ya vengo, ¿si?, estamos pagando, dice. Yo, todo comprensión, digo sí, claro. Su sombrero horrible se pierde entre la muchedumbre. Quince minutos después, regresa. ¿Cómo estás?, pregunta. Cagado de frío, respondo, vamos a comer.
Pippo. La cena transcurre tranquila. Ella insiste en preguntar por mis ex parejas, yo esquivo cual si se tratase de un partido de delegado. Ella cuenta su historial amoroso: a) novio de la secundaria (luego de la secundaria), dos años; b) novio que sigue siendo amigo, seis años; c) hombre casado, dos años; d) mejor amigo del novio que sigue siendo amigo, un año... Si esto fuera una película, la imagen se congelaría. Su boca de labios finísimos quedaría abierta, la provoleta a la vista, y sus ojos continuarían escudriñándome. Mi voz, en off, diría/gritaría: ¿¿¿¿¿¿dijo un tipo casado???? ¿¿¿¿¿¿¿¿¿dijo dos años con un tipo casado??????? ¿¿¿¿¿¿¿dijo mejor amigo del ex novio????????? Luego, la cámara tomaría mi rostro, y un plano detalle de mis oidos, que evidentemente escuchan pero dejan pasar de largo los datos. No así mi inconsciente, que todo lo registra con rigor que más adelante me atormentará. Le pregunto por el casado, me dice que era su entrenador de voley. Agrego mentalmente, a los cursos de Sonia 04, voley. Le pregunto cómo hicieron para estar dos años. Estábamos enamorados, me dice. Estoy a punto de responderle que sería el primer caso de un tipo casado que se enamora de su amante, dura dos años y no se divorcia, que lo más probable era que deseara algún dispensario en el cual depositar su garompa, pero no da. No ahora, por lo menos.
-Corté yo -me aclara-. Nos dolió mucho a ambos, pero él no tenía la valentía de separarse.
O sea: de enamorado un catzo, pienso.
Prefiero no seguir preguntando: la milanesa a la napolitana está rica, la noche agradable, tengo regalos que entregarle a Sonia 04 cuando vayamos para casa (si es que hoy no le agarró la chiripiorca y no quiere sexo), y en cierto sentido ya estoy enamorado. Ella me toma de la mano.
Sí, estoy enamorado.
viernes, 2 de marzo de 2007
Sonia 04: Un sombrero horrendo
Etiquetas: Sonia 04