Viernes.
Hablamos con Sonia 04 varias veces en el día. Se muestra cariñosa, afectuosa. Dice que me quiere, y si yo le digo que la quiero ella responde yo más. Por la noche, vamos a cenar.
Elegir restaurante con Sonia 04 no es sencillo: tiene que tener terraza. No importa lo que sirvan, sí que tenga terraza. Y su interés no radica en que es fumadora -todo lo contrario, está orgullosa de no fumar, es una fervorosa militante antitabaco-, sino a algo que no alcanza a explicar. Por suerte, hoy la búsqueda no se extiende demasiado. Le duele mucho la cabeza.
-Me está por venir -dice.
Mientras camino, calculo. Hace más de un mes que salimos, casi dos meses, y es la primera vez que le viene. Debería callarlo, pero lo pregunto.
-Ah, yo siempre fui irregular. En ese sentido, quedate tranquilo.
No sé en cuál sentido debería quedarme tranquilo. Pero bueno. Entramos, cenamos, me cuenta que le muestra a todos sus conocidos mi novela y mi foto. Le comento que yo no tengo ninguna foto de ella, y responde que no tiene para darme.
Sonia 04 come muy lento. No es que coma poco, casi lo hace a la par mío, pero su mandíbula parece ralentizada. Tiene también la digestión lenta, luego de comer se queda sentada largo rato, no puede acostarse o se le revuelve el estómago.
En un momento de la cena, intento sacar el tema de lo que yo necesito de ella. Ella le hace una seña al mozo: que haga un paquetito con todo lo que sobró. No es una actitud que me moleste, sólo que me resulta vana. Los paquetitos que siempre lleva a mi casa se apilan en la heladera, de la que ya comienza a salir un aroma fétido.
Insisto en hablar del tema. Ella me toma de las manos.
-¿Te diste cuenta de que mañana es el cumpleaños de mi abu, de que vas a conocer a toda mi familia?
-Sí -digo.
Y recuerdo el aroma de la heladera.
sábado, 24 de marzo de 2007
Sonia 04: Las reglas del buen comer
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