Si miramos hacia atrás, todo es plausible de ser encadenado. Un ejemplo.
La Petisa, una amiga, me recomienda una astróloga y tarotista, Clelia. Yo estaba mal por cómo había terminado la situación con Sonia 00 (ya hablaré sobre ella), y me dije que no estaba mal probar un poco . Fui, escéptico, y Clelia me demostró que mi escepticismo era uno de los sinónimos más acertados a la idiotez. Al volver a casa, busqué con el Emule un soft que hiciera cartas astrales, lo descargué, me maravillé con los descubrimientos, se lo comenté a La Petisa, me pidió que le hiciera otra a ella, y al día siguiente me comenta que una amiga suya, Sonia 02, quiere que le haga otra.
-Es muy linda -aclara La Petisa por el chat del Gmail, que más de una vez me dijo que, desde que yo había adelgazado, estaba muy bien (lo que equivale a decir que antes de adelgazar era un adefesio, pero bueno, mejor no profundizar)-. Eso sí, se separó hace poco. Pero es muy linda.
En pocos minutos, Sonia 02 chatea conmigo por Gmail, mientras mis compañeros de oficina continúan trabajando en lo suyo. Al mismo tiempo, en otra ventana, La Petisa me da un consejo:
-Decile que el pago es ir a tomar un café.
Se supone que tengo que calcular el consumo de vinos en el primer semestre, pero el café me resulta más interesante como producto.
-¿Así que estás interesada en mis dotes astrológicas? -tecleo-. Jajajajaja -el problema de chatear es que las ironías hay que remarcarlas.
-Sí, sí -vaya uno a saber por qué repite el sí, me suena a incontinencia-. ¿Me hacés la carta astral?
-Sí, no hay drama. Pero no sé si La Petisa te aclaró que no es gratuito.
-Ups -sic-. No, no me dijo nada.
-Me tenés que invitar a un café -gracias por tirarme letra, Petisa, encontrar la frase me hubiese llevado siglos.
Entonces, silencio. Luego, La Petisa, desde su ventana, me comenta que ella le pregunta si yo soy lindo. No, pienso, no lo soy, pero mentile. Le digo que le mande mi foto, y ella me dice que no tiene ninguna mía. En la carpeta Mis documentos encuentro una que se suponía iba a servir como imagen en la solapa de un libro cuando me publicaran una novela: la imagen no es reciente, pero resulta fiel. Y es la misma que colgué del servidor de internet de búsqueda de parejas. En cierto sentido, podría bautizar esa imagen de pensador devaluado como la-presentación-para-seres-virtuales. Se la envío, La Petisa se la manda a Sonia 02, y a los pocos segundos en su ventana de chat Sonia 02 me dice:
-Bueno, dale.
Mientras tanto, La Petisa dice desde el chat:
-Todo bien, Elemental. Dale para adelante.
Cuando una amiga me dice que me va a presentar una amiga, siempre siento lo mismo: ¿a quién le está haciendo el favor, a la otra o a mí? No respondo, cada tanto me apiado de mi persona.
A Sonia 02 le prometo que esta misma noche le envío su carta astral -no le digo que me fijaré nuestra compatibilidad según los astros, porque desde que conocí a Clelia es un dato importante-, a La Petisa le digo gracias, me despido de ambas -beso, en ambos casos- y vuelvo al consumo de vinos en el primer semestre.
A mi alrededor, todos siguen en lo suyo. Y no saben por qué sonrío.