Sábado 27 de mayo de 2006.
-Lo que pasa es que soy horrible -digo.
Me acomodo los anteojos. Lo hago, en verdad, para tapar mis ojos que, cuando hablo, se llenan de lágrimas.
-Pero Elemental, no digas pavadas -dice la Trotamundos.
La clase terminó hace poco. Como se ha hecho costumbre, rodeamos una mesa. Cerca de nosotros, del otro lado de la pared, la librería de este bar. Cinco aspirantes a escritores en un bar con librería, en Palermo. A veces no caemos en lugares comunes, a veces lo somos.
-Te apuraste a invitarla -dice la Cuyana-. Hociqueaste.
-No podía esperar más -digo.
-Para mí estuvo bien -dice la Trotamundos-. La minita le había tirado toda la onda y ahora no se hace cargo. Es una pendeja histérica.
-¡Por supuesto que lo es! -dice la Cuyana-. ¡Todas lo son, especialmente a esa edad! Por eso hay que esperar. Por eso tendrías que haber esperado, Elemental.
-Sí, pero yo no aguantaba más -digo, y la mirada se me pierde en el cortado en jarrito-... Me despertaba y pensaba en ella, hablaba y le veía la boca de... bueno... Tenía ganas de besarla.
-Venís bien pero la apuraste y la espantaste -dice la Cuyana.
-Esperá -dice el Libanés-, tampoco digas eso. Él hizo lo que sintió, y hacer lo que se siente nunca puede estar mal, ¿no?
Su respuesta es un silencio de todos los comensales.
-Y bueno, no se pudo -dice el Tarta-. A otra cosa mariposa.
-Vos a partir de ahora no le das ni la hora, ¿estamos? -dice la Trotamundos, y me apunta con su índice.
-Pero yo con ella la paso bien... -digo.
-Nada, no le decís nada de nada -dice la Cuyana-. Ya va a venir al pie.
-Ustedes no entienden -digo.
-¿Qué cosa, no entendemos? -pregunta la Cuyana.
-Que el problema pasa por que soy horrible. Estoy horrible, en realidad. Gordo, soy un cerdo. El problema es ése. Voy a empezar una dieta.
-Vos deberías empezar terapia -dice la Trotamundos.
-Eso también -digo-. Yo cuando estaba flaco te juro que tenía facha, pero con esta panza, ¿quién me va a dar bola?
-No estás tan gordo -miente la Trotamundos, siempre piadosa.
-A la mina indicada le va a chupar un huevo, si estás gordo o flaco -dice la Cuyana.
-La panza en el hombre le da dignidad -dice el Tarta, que está engordando.
-La mujer tiene que ser flaca, el hombre no -dice el Libanés.
-Eso era antes, ahora no -digo-. ¿Por qué no habré nacido antes? No sé, cuando la monogamia y la fidelidad eran valores generales, cuando si la gente se enamoraba se enganchaba... No sé, haber nacido antes hubiera estado bueno. Y no como ahora, que cuando digo que para mí la fidelidad es central todos me miran como si fuese un pelotudo.
La Cuyana, la Trotamundos y el Libanés responden al unísono:
-Que seas un tipo fiel con ganas de estar de novio en lugar de pelotudear no está para nada mal.
El Tarta se queda callado. Hoy está piadoso.
-Pero te digo -dice la Trotamundos-, no te empieces a maquinar con si sos feo, o gordo, que la cosa no pasa por ahí.
Todos asienten. Al menos en esto sí, todos concuerdan.
Cuando llego a casa -otro sábado que pasaré encerrado en casa-, me miro al espejo y digo:
-Sos un monstruo.
viernes, 22 de junio de 2007
Sonia 00: Un monstruo
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